Abrieron un bar para su hijo autista

[2015-08-14] Jose Canoy tenía 12 años cuando su familia se dio cuenta de que ya no le iba a ir bien en la escuela.
Tiene autismo y su familia empezó a entender que, al contrario que otros niños de su edad, Jose nunca iba a poder hacer una redacción sobre historia o memorizar los planetas del sistema solar.

Su cerebro, simplemente, no funciona de esa manera y en el colegio no recibía mucho apoyo.
Su madre, Girlie, siempre vio el autismo de Jose como una fuerza positiva y dice que unió a la familia.

Cuando se hizo claro que Jose era autista, no estaba decepcionada. Pero cuando se lo dijo a sus amigos la miraron con pena. “Está bien, yo no me siento mal. Para mi es lo mismo, es un hijo más”, les decía ella.

Le preocupaba qué podía hacer por Jose, que ahora tiene 22 años, para asegurarse de que tendría una seguridad en el futuro, porque en aquel momento las opciones para los niños autistas en Filipinas eran limitadas.

Un plan de futuro

La familia decidió que podía abrir un café y Girlie puso el negocio en manos de sus seis hijos, incluido Jose, que es co propietario y trabaja como mesero unas tardes a la semana. Su plan era que en el futuro sus niños pudieran mantener el café y seguir apoyando a Jose en su trabajo.

Inspirada por el cambio positivo que vio en Jose cuando empezó a aprender cosas prácticas, decidieron emplear a más gente con autismo y lo llamaron “Puzzle Cafe” (café rompecabezas) porque el símbolo internacional del autismo es una pieza de un rompecabezas.

Este símbolo es una constante en el negocio, desde los cojines de los sofás hasta los delantales que visten los meseros. Abrieron en abril para hacer coincidir el inicio con el mes del autismo en Filipinas.

Por dentro, el local parece uno de los restaurantes de moda en Manila, con sus muebles modernos y coloridos y su piso de cemento con dibujos. En una estantería hay mermeladas de importación y paquetes de risotto. En otra hay pulseras y collares hechos por autistas.

Eso significa que muchos de los clientes que vienen no se dan cuenta de que la mayoría de los trabajadores son autistas, dice Ysabella, la hermana de Jose que supervisa las operaciones diarias del café.

Los clientes se enfadan ocasionalmente cuando no entienden por qué les cuesta comunicarse con los camareros, pero estas interacciones se convierten en oportunidades para cambiar la percepción sobre el autismo, y para destacar que la gente con esta condición es capaz de hacerlo, dice Ysabella.
Romper el estigma en torno al autismo es una parte importante de lo que la familia Canoy espera conseguir con su negocio.

Un recuerdo de infancia

Jose e Ysabella se llevan solo dos años y están muy unidos. Ysabella cuenta que fue en una piscina en un hotel cuando tenía seis años cuando se dio cuenta por primera vez de cómo los otros niños y los adultos miraba a Jose. Él se estaba comportando como hacía siempre, moviendo los brazos y hablando consigo mismo y con sus juguetes, ocupado en sus cosas.

“Cuando la gente empezó a mirarlo fue cuando me di cuenta: “Ah, es porque él es diferente””, recuerda. Pero la familia solo lo veía como Jose y quiso enseñarle a la gente lo que la gente autista puede conseguir.

Ysabella estudió educación especial en la universidad y ayuda a los trabajadores a completar sus tareas. Parte del trabajo en el café es un desafío para Jose, y ese es precisamente el objetivo.

Ysabella le ayuda a escribir los pasos para hacer kalamansi, o jugo de lima filipino, y lo anima a saludar a los clientes con cortesía, a dar la manos y a decir gracias. José busca su mano cuando siente ansiedad.

Una terapia fuera de la clínica

Con la ayuda de Josephine de Jesus, una logopeda que se especializa en ayudar a niños autistas, el café cuenta con una serie de tarjetas escritas e ilustradas con fotos que simplifican cada actividad para los empleados: desde la distancia a la que se deben parar para saludar a los clientes hasta cada paso para hacer y servir los waffles.

De Jesus ofrece voluntariamente su tiempo y experiencia para ayudar en el café, porque lo considera un buen lugar donde los autistas pueden practicar sus habilidades fuera de la predictabilidad repetitiva de una clínica.

“Hay situaciones que no podemos duplicar en terapia”, dice. Aunque el Puzzle Cafe empezó por Jose, la iniciativa ha tenido impacto para otras personas con discapacidad y sus familias. Además de los 10 meseros con autismo, le dan formación a una pareja de adultos con Síndrome de Down, trabajo a un asistente de cocina con autismo y a una joven con parálisis cerebral.

La inciativa ha recibido el interés de empresas en Filipinas, sobre cómo trabajar con ellos para emplear a gente autista.

“Te das cuenta de que a esta gente no le daban oportunidades, así que estamos felices de concientizar a las personas”, dice Girlie. “Felices de poder ayudar”.

En cuanto a Jose, cuando le pregunté cómo se siente de trabajar en el café se apresuró a contestar: “¡Feliz, me siento feliz!”.

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