Esencia nacional. Un vecino de la localidad, que militó hace un par de décadas durante dos años en el ejército creado por Millán-Astray, pretende reunir a las 500 personas que residen en la provincia y que formaron parte de este cuerpo. Con ello busca rescatar unos valores que «no encajan en la sociedad actual, dedicada más a lo material»

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Mario Rubio, conocido como el legionario Rubio Galera, dejó atrás el tercio cuando apenas tenía 20 años. Tras 24 meses en Ceuta bajo la disciplina del ejército creado por Millán-Astray no pudo olvidar su pasión por los valores aprendidos. Aquel poso de respeto y honor se mantiene firme hoy que ronda la cincuentena. Para mantener los principios vigentes ha convertido su bar de la calle Virgen de Gracia de Almassora en sede de la nueva asociación de Antiguos Caballeros Legionarios de Castelló.
De las paredes del local cuelgan infinidad de fotografías, pósters y frases que recuerdan al cliente que está en un «bar español». Más que eso. Un establecimiento regentado por un «catalán pero español» que quiere perpetuar en la sociedad las lecciones aprendidas al norte de África. «El legionario es de una raza especial y quiero reunir a los más de 500 que viven en Castelló para compartir nuestras inquietudes», apuntó ayer, todavía con la efigie del paracaidista colgando de su cuello.
En los dos años que pasó fuera de casa aprendió que un apretón de manos valía más que un contrato firmado. «La Legión te marca para bien o para mal, no tiene medias tintas», recuerda. De entonces son los pelotones de castigo y las pistas de fuego, escenarios impropios de las mujeres que hoy forjan su profesión en el Ejército, explica sin ánimo de ofender. El sufrimiento y la dureza de la disciplina calaron en su formación personal a pesar de que «son valores que ya no encajan en la sociedad de ahora, que se dedica a lo material».
De vuelta a casa
Volvió a casa con 20 años y pasó otros 22 como vigilante de seguridad, pero no fueron suficientes para dejar atrás las experiencias compartidas con otros jóvenes de Málaga, Valencia, Zaragoza o Barcelona. Estas ciudades sí cuentan con sus propias asociaciones, en las que se reúnen los veteranos. Son la envidia del legionario Rubio Galera, que quiere para Castelló un movimiento de hermandad similar.
Con ese espíritu da sus primeros pasos, siempre firmes, en el Mesón del Tercio. Allí sirve cañas a una clientela que también lució el chapiri, el gorro de la Legión Española. Mientras en la pared pende la boina azul de los soldados desplazados a Bosnia destaca los méritos de su primogénito, ahora inmerso en recreaciones históricas medievales. Si la muerte formaba parte de la vida en la fuerza militar de Ceuta, el diálogo, defiende, es prioritario en este Cuerpo renovado.