El concurso internacional ‘The Restaurant Bar Awards’ elige desde hace cinco años a los establecimientos hosteleros mejor diseñados de todo el planeta. Estos prestigiosos premios, que se conceden en Londres, son otorgados por un jurado integrado por un influyente grupo de expertos en arquitectura y diseño de interiores que en cada edición eligen los locales más emblemáticos y sobresalientes de entre cerca de un millar de aspirantes procedentes de más de 60 países.
En estos cinco años sólo dos establecimientos españoles han logrado colarse entre el ramillete de premiados. En la edición de 2011-2012 el restaurante A Cantina, ubicado en la Fundación Cidade da Cultura de Galicia en Santiago de Compostela y obra del estudio Nomada, fue galardonado con el primer premio, mientras que el pasado año, el proyecto ideado por el Estudio m Barcelona para la heladería Eyescream friends de la Ciudad Condal logró el galardón al local con mayor identidad.
Los nombres de los ganadores de la edición de este año serán hechos públicos este martes, 1 de julio en una gala que se celebrará en la capital del Támesis. Mientras conocemos la identidad de los premios, aquí te presentamos cuatro restaurantes vascos que, por su espectacular arquitectura, podrían aspirar a alguno de estos galardones. Establecimientos en los que el arte y el diseño no sólo se sirve y se degusta en la mesa.
Nerua. Bilbao
Ubicado en las entrañas del Museo Guggenheim Bilbao, mantiene la estética de la gran flor de titanio. De hecho, fue diseñado por Frank Gehry, el arquitecto responsable del edificio más icónico del País Vasco. El restaurante pilotado por Josean Martínez Alija (una estrella Michelin) está situado junto a la sala ArcelorMittal, que aloja las monumentales obras en acero de Richard Serra. Abierto en mayo de 2011, su entrada principal es una escalinata de piedra que desemboca en un zaguán de titanio. El interior es un espacio neutro y armonioso que fusiona el comedor con la cocina. Todo es uno. De hecho, los clientes acceden directamente a los fogones, donde pueden contemplar sin ningún tipo de barrera el trabajo de los cocineros. En total son 300 metros cuadrados (con más de cien de comedor). En su diseño destacan el empleo de la madera de arce y chapa lacada perforada y lisa. Tiene capacidad para 40 comensales.
Azurmendi. Larrabetzu
Se trata de un espectacular edificio acristalado ubicado en la ladera de una montaña al que Eneko Atxa trasladó su Azurmendi hace ahora dos años. Entonces tenía dos estrellas Michelin; ahora luce ya la tercera. Es un vanguardista bloque de amplias vidrieras y futuristas líneas diseñado por la arquitecta de Bermeo Naia Eguino. Es en sí un gran invernadero. El cliente accede al local por una gran puerta que da acceso a un espectacular jardín interior, con estanque incluido. La azotea está cubierta por una huerta donde se cultivan productos para el propio restaurante. También dispone de depósitos donde se recoge el agua de lluvia, con la que se riega la huerta y “se abastece el 100% de los inodoros del edificio”. Energéticamente es autosuficiente. Con respecto a la regulación de la temperatura, la construcción incluye una instalación geotérmica con 18 pozos de 125 metros de profundidad que aportan “el 90% de las necesidades térmicas, tanto en frío como en calor”. Incluso hay disponible en el parking una toma para cargar los vehículos eléctricos. La apuesta que Atxa hizo por este edificio se vio recompensada el pasado mes de mayo cuando fue galardonado con el premio al restaurante más sostenible del planeta, distinción que concede la prestigiosa publicación ‘Restaurant’.
Marqués de Riscal. Elciego
Otro de nuestros restaurantes que lleva la firma de Frank Gehry. Ubicado en la segunda planta del hotel del mismo nombre en plena Rioja alavesa -un ‘chateau’ del siglo XXI-, tiene una estrella Michelin y está asesorado por el chef riojano Francis Paniego. Al establecimiento, un “espacio de diseño único”, se accede desde un ascensor exterior. El cliente es recibido por un enorme botellero refrigerado con más de 200 referencias y “un acogedor bar con unas vistas únicas sobre el pueblo medieval de Elciego”. El diseño es vanguardista, combinando paredes rojas (tela dedar), lámparas-flanera de acero inoxidable que cuelgan de los altísimos techos, y mostradores que fusionan planchas de cobre con piedra de ónix. “El diseño Gehry casa perfectamente con la delicadeza con que están vestidas las mesas”, aseguran desde el restaurante. Las sillas del mismo, que tiene capacidad par 45 comensales en su interior, son de la casa italiana Cassina (Mod. Bellini) tapizadas en piel, mientras que los taburetes son el modelo Lineal de Andreu World, también tapizadas en piel Tanto el mostrador como el somelier, el botellero y las barras de bar son diseño del propio Gehry. Los muebles tras la barra son obra del estudio de Javier Muñoz, y las mesas y sillas son de T. Contract.
Mugaritz. Renteria
Un pavoroso incendio devoró por completo las cocinas del Mugaritz (dos estrellas Michelin) en febrero de 2010. Lejos de traducir aquel desastre en un paso atrás en su trayectoria, Andoni Luis Aduriz lo aprovechó para plasmar sobre esas cenizas la idea de cómo debía ser el restaurante perfecto. Un espacio para disfrutar de las sensaciones para cuya concepción consultó a filósofos, literatos y artistas. La estructura del caserío se mantuvo pero el interior se remodeló por completo. El proyecto fue obra del Atelier Laia Desing de Santos Bregaña.
La sala de Mugaritz es un espacio vinculado al arte. Nada más atravesar el umbral nos encontramos un ‘Astrolabio’, obra del artista de Bergara Manu Muniategiandikoetxea, en el que intenta recrear una obra del también artista ruso Ródchenko en el que éste recreaba construcciones espaciales. Una vez dentro te encuentras una sala diáfana. Las mesas semidesnudas, cubiertas únicamente por un fino mantel blanco de algodón. Sobre ellas, aparece nuevamente una obra de Manu . Esta escultura, denominada ‘Par Móvil’, “versiona una obra del universal Jorge Oteiza”. El techo está formado por largas lamas de madera, mientras que el suelo es de un pavimento cerámico de color grisáceo que recuerda a la piedra caliza que antiguamente había en los pisos bajos de los caseríos. Las paredes son de madera de roble, y en ellas hay colocadas lámparas de hierro, fruto de la unión del diseñador Santos Bregaña y el artista Javier Matxinbarrena. Y los baños tampoco son ajenos al diseño artístico. Están completamente recubiertos de Silestone blanco y con encimeras negras, en los que aparecen distintos grabados a modo de graffitti de los bertsolaris Maialen Lujanbio y Amets Arzallus.