Estoy pendiente con el cierre de mi serie sobre los Bares Desaparecidos en Monterrey, pero estas semanas no he tenido demasiada energía escritural, ya que estoy metido en otros menesteres que involucran programación computacional y producción musical; así que mi cabeza apenas tiene tiempo para detallar la última parte que dedicaré al Bar Reforma.

Después de unas trombas inesperadas en un mayo inusualmente fresco en Monterrey, algunos libros se mojaron con las inundaciones, que aunque no tan graves como las del Huracán Alex en 2010, han hecho naufragar algunos títulos que no han perecido a pesar de.
Sucede entonces que he recuperado y puesto a secar el tomo II y III de la obra de Alejo Carpentier “Ese músico que llevo dentro”; el I que había comenzado a leer hace tiempo está intacto en un espacio al que no alcanzó la lluvia, de tal forma que he reiniciado su lectura con la que he apaciguado la hiperactividad cerebral que conté en el párrafo de arriba.
Carpentier aquí es sencillamente maravilloso, la obra es una selección de artículos escritos en la prensa cubana e internacional sobre música y músicos; historias, anécdotas, análisis, apologías, derivaciones críticas, pero sobre todo una muestra de amor única por los sonidos y la poesía, la innovación y la grandeza de las primeras vanguardias del siglo XX:
Saludables Herejías Sonoras, les llama Carpentier.
“Ese músico que llevo dentro” es una puntual biblia del espíritu transformador de la música en el ámbito de entreguerras y posterior, un canto a la intensidad de las almas musicales, compositores desafiantes con sus notas musicales a las armas y a la barbarie. No voy a continuar con palabras, he hecho una selección musical de la lectura de sus primeras páginas; las que hablan de los cubanos Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, la influencia de Milhaud y Héctor Villalobos, ligando hasta cierto punto a los mexicanos Tata Nacho y Julián Carrillo, aquí un playlist para invitarlos a leer esta obra… de los bares hablaremos más adelante.
@antiguoautomata