NUEVA YORK — En la fachada, el letrero: “Caribbean Social Club”, está casi borrado. Y si se borrara completamente la gente del vecindario no lo echaría de menos, ya que, por 30 años, todos lo han llamado el bar de Toñita.
Aparte del ambiente que empieza a las 2 p.m. y termina en la madrugada, donde los vecinos escuchan música de vellonera, juegan dominó y billar y hablan de los viejos tiempos, el bar se transforma los domingos en un comedor para personas necesitadas.
Este día, rayando la 1 p.m., Maria Antonia “Toñita” Cay, la dueña, entra al negocio elegantemente vestida, luciendo una amplia sonrisa.
Pasa a la parte de atrás, toma un cucharón y le sirve a las personas que hacen la fila, de varios calderos con arroz, pernil y habichuelas, que ella misma cocina. Mientras sirve, Toñita no deja de sonreír.
“La felicidad de los muchachos es mi felicidad”, dice. Y los muchachos son las más de 30 personas que reciben de ella un almuerzo gratis, entre ellos jornaleros y desamparados, en su mayoría latinos.
El bar de Toñita es uno de los últimos negocios latinos que quedan en la calle Grand de Los Sures, un área históricamente hispana de Williamsburg, en Brooklyn, afectada por el desplazamiento. En la última década, cerca de 10,000 latinos se han mudado del vecindario, debido al incremento de los alquileres.
“Yo he permanecido aquí porque no pago renta”, dice Toñita.