Pareciera que se detuvo el tiempo y quedó intacto. A lo lejos se ve una puerta de madera que no recuerda cuantas personas la atravesaron, inicia el umbral y me invita a pasar para descubrir su esencia; aquella que me hace llegar de a poco hasta el increíble “Bar El Estaño 1880” ubicado en una esquina del barrio de La Boca justo en Hernandarias y Aristóbulo del Valle al 1100.
Me deslumbra su piso ajedrezado que pareciera cargar las mesitas de madera que a diario reciben a cientos de turistas con tal de conservar una partecita de su historia. Este es el lugar emblemático en donde se grabaron escenas de la película de “Eva Perón”, un rincón bohemio de los últimos “bares almacén” que sobreviven de aquella hermosa época de oro en Buenos Aires.
En este mismo lugar se gestaron las letras del escritor Martín Caparrós y seguro esa imponente barra de estaño en su momento le sacó suspiros al mismo Astor Piazzolla. El ambiente es cálido, de esos bohemios, de los que te dan ganas de quedarte y por un segundo pareciera que no te dejan salir… así es El Estaño.
Desde hace tiempo lo buscaba, pero por cómo se dieron las cosas creo que sin saberlo la vida había decidido hacerme una cita con él. Deambulé con curiosidad entre los callejoncitos desde Caminito hasta llegar a ver por entre los vidrios su existencia. La hora es la que necesitaba. No me retrasé ni me adelanté…llegué perfecto.
Una pareja de tango iniciaba su show a la par de mi sonrisa, ese momento en el que el tiempo y la suerte se unen no es de todos los días… es característica de un día perfecto. Para mí ese día es hoy, junto a mis amigos, con una cerveza, unas empanadas y un cappuccino, con una melodía y una “milonga porteña”.
De pronto todos callan, la música tiene ese efecto hipnotizador cuando se trata de tango en este país y nadie puede contra ese encanto. Las paredes color terracota abrazan aquella escena, el mural que hay frente a la pareja es tan encantador que por un momento sugiere una ventana a otro mundo.
Catalogarlo como Bar Notable en verdad es muy merecido pues mantiene viva la identidad de esa época. Las vitrinas están llenas de botellas antiguas que se conservan intactas. No puedo soltar mi cámara fotográfica, son tantos los detalles que simplemente no puedo parar.
Afuera llueve pero es algo que ahora no me importa, ahora tengo un buen motivo para no salir de aquí. Los aplausos caen sobre los bailarines que reciben propinas en reales, dólares, euros y uno que otro peso argentino que no se quiso quedar atrás.
El café casi se termina, la lluvia se niega a dar tregua y mis amigos me insisten que nos quedemos un rato más. La naturaleza es sabia y buena consejera. ¿Por qué no conocí antes este lugar? ¡Me encanta! Todo es un poético detalle que hace que mi alma vieja se enamore.