Los fanáticos de los tragos en Londres querrán respirar profundo cuando entren al nuevo bar que abrió sus puertas hace unos días, en lo que era un antiguo monasterio en Borough.
Alcoholic Architecture permite ingresar a una nube de tragos compuesta por bebidas alcohólicas y otras sin alcohol en una proporción de tres a uno. Esta nube se crea utilizando potentes humidificadores para saturar el aire. El alcohol ingresa al torrente sanguíneo básicamente a través de los pulmones y los ojos. Se recomienda a los clientes “respirar responsablemente”.
Es el proyecto de Sam Bompas y Harry Parr, dos amigos que se especializan en experiencias centradas alrededor de los sabores. Eventos anteriores de Bompas Parr incluyeron uno en donde los whiskies se consumían del cuerpo de personas que tenían la misma edad que la bebida (No se preocupe: eran bebidas de malta de 25 a 39 años).
Los invitados descenderán a través de una serie de pasillos con una iluminación tenue hasta un vestuario estilo monástico, donde se pondrán ropa que evitará que vuelvan a su casa oliendo a tragos. Luego, entran a un bar parecido a una cripta que parece haber sido tallado en la piedra. Los tragos estarán basados en los que preparaban los monjes, entre ellos Cartuja, Benedictino, cerveza Trapense y vino Buckfast fortificado. Desde este lugar, solo unos pocos pasos lo separan de la recámara de los cocteles.
A los invitados se les asignarán turnos de una hora para que no les dé tiempo a emborracharse con el aire.
Parr estima que la atmosfera contiene una unidad de alcohol por hora. La entrada cuesta 10 libras ($15,60). Los tragos convencionales del bar costarán 8 libras y los Shots Sagrados, 5 libras.
El bar está administrado para Bompas Parr por Johnny Brissenden, ex barman en Bar Termini de Tony Conigliaro y en Soho House Group.
Bompas Parr comenzaron a llamar la atención cuando crearon una gelatina vibradora para el chef Heston Blumenthal, accionada por un juguete sexual. Otros proyectos incluyen el Mercedes Drive Thru, una instalación de luz pulsante que se iluminaba cuando los comensales la atravesaban al volante, y un desfile carnal en el Museo del Sexo de Nueva York.
Bloomberg