Hay bares con mucha historia en Zaragoza y Pinocho, en la confluencia de las calles Barcelona y Caspe, en Delicias, es uno de ellos. Sus fritos recién hechos a 50 pesetas dieron mucho que hablar a finales de los años 90; como el tapeo en este entorno, que siempre ha tenido su púbico, aunque ya se sabe, la dichosa crisis dejó tocados a muchos establecimientos.
Aquel Pinocho cerró, pero desde hace un año (el lunes 16 celebra su primer aniversario) sus puertas abrieron de nuevo con dos jóvenes al frente, Rubén Aznar y Laura Bermejo, con ganas de trabajar y de reinventar el tapeo de la zona. Le dieron un buen lavado de cara al local y se pusieron manos a la obra manteniendo aquellos fritos recién preparados para los fieles seguidores del viejo Pinocho. Eso sí, ahora cuestan 50 céntimos de euro y por este precio se pueden degustar dos: el huevo relleno y el rollito de jamón york y queso. Pero por menos de un euro también se ofrecen el pimiento relleno, el huevo gamba y el bacalao.
Al hablar de los fritos, a uno siempre le queda la duda de si en Zaragoza gustan tanto porque realmente es así, que somos muy de esta elaboración, o tal vez porque no hay otras opciones para elegir. Los nuevos dueños de Pinocho han hecho la prueba y han comprobado que otras tapas, las del chef, están teniendo mucho recorrido. De momento, Rubén ha conseguido mantener el equilibrio a la hora de ofrecer buen producto, con bastante trabajo de cocina, a precios ajustados.
A 1,30 euros se pueden degustar, por ejemplo, el calabacín relleno de longaniza, la berenjena con brandada de bacalao y el milhojas de ternasco, preparado este último con pierna asada,deshuesada y con una fina de patata natural frita haciendo las veces de hojaldre. En definitiva, producto y elaboración para unas tapas que se preparan al momento y que en muchos casos el cliente come con tenedor y cuchillo. Casi podría hablarse, salvando las distancias, de una forma de trabajo parecida a la de un restaurante de carta, ya que el tapeo, las raciones, los bocadillos o las ensaladas aparecen enunciados en las paredes del bar, pero la barra está totalmente despejada. Todo se hace al momento, salvo las salmueras y los escabeches que están en una pequeña vitrina de frío.
Dentro de los fritos también hay propuestas nuevas como las empanadillas de ternasco al chilindrón o de morcilla con manzana caramelizada y salsa al curry (1,30 euros). Y la excelencia, de momento, ha llegado de la mano del foie y de un guiso, el ragú de jabalí con boletus y algas. También se elaboran tapas dulces, bizcocho casero, ensaladas, huevos rotos y un curioso pincho moruno (más bien andaluz) preparado con carne de cerdo, una mezcla de tres arroces y pasas.
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