Bares de película

Por Paula Boente

Wes Anderson inaugura café en Milán y se suma a los directores que trasladan su universo fuera de la pantalla

milan

Miradas peculiares y mundos de una intensidad única son marca personal de los grandes directores de cine. Varios de ellos decidieron plasmar parte de esa experiencia fuera de la pantalla  con bares y cafeterías propias.

Tras noticias, meses atrás, que indicaban que prepara también un parque temático, Wes Anderson, el realizador  capaz de generar puestas milimétricamente perfectas, creador de pequeñas maravillas en Los Excéntricos Tenembaums y Gran Hotel Budapest, abrió este mes un bar en Milán. Se suma de esta forma a las incursiones de directores como David Lynch, los hermanos Kaurismaki, Coppola y Guy Ritchie, entre otros cineastas.

Con una estética personalísima, fuente de inspiración para  los miles de hipsters que absorben tendencias tan seguido como toman agua (o limonada), Anderson da vida a un bar con muchos de los elementos que lo caracterizan. Asientos de fórmica, tonos pasteles, paneles de madera, líneas puras, toques art decó y un par de juegos pinball con la temática de sus películas trazan el fotograma mágico del Luce Bar, en la sede de la fundación cultural y artística de Prada, en la ciudad italiana.

Situado a la entrada del complejo, el bar de Anderson recrea con materiales y objetos inspirados en los de las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XX el ambiente de un local típicamente milanés, que recrea dos películas: Rocco y sus hermanos, de Luchino Visconti, y el clásico de Vittorio de Sica Milagro en Milán. El director aseguró que no servirá de “set” de rodaje, “aunque pueda ser un buen lugar para escribir una película”. Y agregó: “Traté de hacer un bar en el que me gustaría pasar mis propias tardes de no ficción”.

También el enigmático David Lynch debutó hace algunos  años con su bar Silencio, en Paris. El nombre está tomado de un club nocturno que visitan la dupla morocha/rubia de protagonistas de la película Mulholland Drive. Como pasa muchas veces en tierras lyncheanas, todo sucede en las brumas de una atmósfera onírica. Rita y Betty llegaban a Silencio guiadas por un sueño. Allí asistían a actuaciones surrealistas intercaladas por la voz de un maestro de ceremonias que repetía “No hay banda”.

La versión extrafílmica del mítico bar cuenta con varias salas  hipnóticas que  incluyen una biblioteca, un cine y habitaciones con muebles que parecen pájaros negros aleteando.

En Helsinki, Finlandia, los hermanos Mika y Aki Kaurismäki fueron los dueños originales del Andorra, un centro cultural que cuenta con un bar llamado Cafe Mockba, bañado en una estética del más puro estilo soviético, además de un cine y un salón para conciertos.

El del británico Guy Richie,  Punch Bowl, es un bar con pocas pretensiones y mucho menos rebuscado que la trama de sus agitadas películas.

En tanto, al otro lado del océano, Café Zoetrope es el nombre del bar que erigió Francis Ford Coppola en San Francisco. Como no podía ser de otra forma, ofrece comida italiana y memorabilia de la obra del director de El padrino. Para disfrutar unas horas sumergido en los mejores universos de ficción.

 

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