Buscaba trabajo y terminó de sicario
“¿Tú eres el muchacho que quiere trabajar? Entonces tómate conmigo una ‘chela’”, le dijo “El Tamaro”.
Julio César Morales Pérez, “El Chéster”, nunca imaginó que esa invitación cambiaría completamente su vida.
Llevaba varios meses sin empleo y Beatriz Adriana, su joven esposa, esperaba su primer hijo. Estaba desesperado por encontrar un trabajo.
Tras varios tropiezos ahora estaba en el bar “El Carrizal”, frente a un hombre que le ofrecía una nueva oportunidad.
El joven había salido de Quetzaltepec, Mixe, porque en su casa ya no tenían dinero para vivir y escaseaba el trabajo. Llegó a Oaxaca por primera vez el 3 de noviembre de 2009.
Al llegar buscó a su maestro de secundaria, Sergio, quien le dio trabajo y lo puso a vender globos en el Zócalo.
Sólo duró dos semanas, pues su hermana Teresa se enteró que era globero, fue por él y lo llevó de nuevo al pueblo.
La situación era muy difícil y logró convencer a su madre que lo mejor era conseguir dinero y regresar de nuevo a la capital oaxaqueña.
Su madre consiguió dinero prestado y juntaron para el pasaje, eso fue en 2011.
HUMILLADO Y OFENDIDO
Cuando llegó buscó a su hermana Teresa, quien vivía en la colonia Las Flores, donde rentaba y lo llevó al restaurante “Itanoni”, para que se encargara del aseo y lavar los trastes.
Ahí comenzó a sufrir lo indecible. Doña Gabi, la dueña, lo humillaba todo el tiempo y le hablaba a gritos. Duró cinco meses en el lugar.
Encontró trabajo en la taquería “Jorge”, a un lado de la gasolinera de Ixcotel, y comenzó a ahorrar. Justo un año después, en 2012, regresó a su pueblo, para la fiesta, el 8 de mayo.
DISCRIMINACIÓN LATENTE
Al volver a Oaxaca su hermana Teresa ya rentaba en la colonia Yalalag, en Santa Lucía del Camino. Julio César encontró trabajo en la taquería “El Padrino”, por el estadio de futbol, donde trabajó un año dos meses; después probó suerte como ayudante de cocina en el restaurante “Casa Maguey”, en avenida Ferrocarril, y de ahí fue al restaurante “La Galera”.
El 3 de mayo pasado nuevamente fue a su pueblo, a la fiesta. Compró cervezas y las vendió en el festejo, el 8 de mayo, pero después se quedó dos meses y medio pues ese negocio funcionó, por lo que dejó al frente a su hermanito Félix, de 15 años.
Su hermana ya vivía en Calicanto y Julio César regresó a trabajar a “La Galera”.
El día del cumpleaños de doña Vicky, la dueña, Julio se tomó unas cervezas de más y peleó con Leo, el mesero. Eso fue suficiente para que lo corrieran.
A Julio César no le preocupó mucho en ese momento, pues tenía dinero ahorrado, pero en eso, su novia le avisó que estaba embarazada, así que se fue a vivir con ella a la colonia Santa Cecilia.
Empezó a buscar trabajo en taquerías y restaurantes, pero no lo aceptaban por su condición indígena.
Poco a poco se le acabó el dinero y Beatriz Adriana comenzó a mantenerlo.
Decidió probar en el infierno: en los bares. Al llegar al bar “El Carrizal”, “El Manitas”, que trabaja en seguridad, le dijo que conocía a un señor que buscaba un chalán.
El 5 de agosto le habló para que fuera al bar, porque ahí estaba el señor que daba el trabajo.
MISIÓN PELIGROSA
–¿Tú eres el muchacho que quiere trabajar? Entonces tómate conmigo una chela. Me llamo José Francisco Paz Delgado, pero me conocen como “El “Tamaro”, dijo el hombre, cuando llegó a la mesa.
Luego de unas cervezas José Francisco soltó: “¿Ya sabes quién soy? No te vayas a echar para atrás”.
Julio César le respondió que no, que tenía muchas ganas de trabajar, que no se arrepentiría de contratarlo y le contó su situación familiar.
Sólo que quedó impactado cuando José Francisco le replicó: “No quiero que falles, te voy a poner a que vendas droga, te agarras 15 pesos de comisión por cada pieza de ‘pericos blandas’”…
Asustado, el joven le contestó que no quería meterse en problemas, pero por respuesta recibió una cachetada y la advertencia: “Ahora sabes quién soy, no quiero que te eches para atrás porque mato a toda tu familia. Te tengo bien ubicado”.
Julio, asustado, le respondió que su familia no tenía que ver en ello y si hubiera sabido desde el principio no lo hubiera buscado, pero José Francisco lo volvió a amenazar, así que aceptó.
Le dio diez piezas que, le explicó, se llamaban “bolsitas de grapa” y que tenía que venderlas en 150 pesos, luego lo llevó al bar “Kumbala” y le recomendó que no perdiera nada.
Esa noche comenzó a vender afuera del bar y terminó su misión temprano.
“Al otro día, José Francisco fue por el dinero y me dio diez ‘grapas’ más, pero esa noche se vendieron muy rápido; así que a la mañana siguiente, cuando entregué el dinero, José Francisco me dio 200 pesos”.
Esa mañana, Beatriz Adriana, su compañera, lo descubrió con la droga. “Deja éso y vámonos para México”, le dijo enojada. Por más que Julio César le explicó que “estaba amenazado”, ésta lo corrió de la casa.
Le pidió posada a un amigo que vende pizzas, pero esa noche no vendió ninguna ‘grapa’, pues el guardia que le mandaba la clientela no fue a laborar. José Francisco, “El Tamaro”, le indicó que se fuera a su casa y le dio mil pesos para sus gastos.
La noche del 12 de agosto, “El Tamaro” le indicó que fuera al “Kumbala”, pero no a vender, sino a observar los movimientos. A las seis de la mañana le avisó que no se fuera a su casa pues lo iba a acompañar a Matatlán, a donde llegaron a las 8:30 horas.
Circulaban en la carretera cuando se les emparejó un carro y José Francisco se bajó platicar con él conductor, luego regresaron al restaurante “La Doña” donde le invitó una cerveza y le regaló tres “grapas”.
Esa noche vigiló el “Kumbala” y vendió las tres “grapas” que recibió de regalo; el 14 vigiló y el 15 le entregaron 20 “grapas” que vendió pronto, y así comenzó el negocio de nuevo.
NOCHE FATÍDICA
El 19 de agosto estaba afuera de “El Kumbala”, cuando vio llegar a los hombres que conoce como “Chino”, “Chaparro”, “León”, “On” y otro. Después observó que entraban cuatro señores, en un carro gris; atrás llegó José Francisco, “El Tamaro”.
A las cinco de la madrugada del 20 de agosto escuchó ruidos de pelea y entró al antro a ver. “León” tenía sangre en la cabeza, el guardia lo fue a tranquilizar, mientras el mesero calmaba a los clientes.
Casi enseguida salieron rápidamente los cuatro señores que vio entrar, pero los siguieron el “Chino”, “Chaparro”, “León”, “On” y José Francisco, quienes los alcanzaron en la puerta y empezaron a pegarles.
Uno de ellos, el que salió primero, logró huir rumbo al río y León agarró al más delgado, que vestía con camisa color naranja y lo tiró al piso, donde le apuntó en la espalda con una pistola nueve milímetros.
Mientras, el “Chaparro” y el “Chino” agarraron a otro que también vestía con camiseta color naranja, pero gordo; luego, el “Chino” sacó otra arma, al parecer de 22 o 25 milímetros y lo levantaron del piso, pero como se resistía, “El Chino” le dio tres cachazos en la nuca y lo introdujeron en la cajuela de una Seat.
“El On”, José Francisco y otro golpearon al que vestía de color negro, lo tiraron al piso y comenzaron a darle de patadas.
En eso José Francisco “El Tamaro” le gritó a Julio César: “Éntrale, si no te voy a partir tu madre, voy a ir sobre ti”, pero le respondió qué quería que hiciera, que ese no era su trabajo.
“El On” sacó su pistola y comenzó a darle cachazos al que estaba en el piso, así que Julio César se acercó y le dio una bofetada. Lograron levantarlo para meterlo en la cajuela donde estaba el otro.
“El Tamaro” dio la orden que los mataran y se fueran rumbo a Mitla, así que se subieron en un “Aveo”, atrás arrancó otro carro gris con los otros sicarios.
Julio César entró al bar, que ya estaba cerrado. Ahí estaba “La Doña”, la mujer que iba con León, el DJ, Dalia, encargada de la barra, el de seguridad y el mesero.
A las seis y media llegaron policías estatales y municipales preguntando por el levantón, pero les dijeron que no había pasado nada.
José Francisco llegó después en un taxi y le advirtió a Julio César: “Ábrete porque no quiero que hagas tus mamadas y me vayas a quemar por lo que hicimos del levantón. Nadie se enterará o te voy a partir la madre a ti y a toda tu familia”.
TEMOR SE APODERA DE ÉL
Julio César no pudo reponerse de lo que vio. Antes de llegar al lugar donde le daban posada entró al bar “Casa Mexicana”, en avenida Ferrocarril. Ahí se tomó unas cervezas.
Al otro día, 21 de agosto, leyó en el periódico que encontraron tres muertos por Mitla. Reconoció en las fotos el carro gris de los cuatro que llegaron al “Kumbala”.
Julio, “El Chéster”, de 22 años, fue detenido el 22 de agosto. Se dirigía a “El Kumbala”. La policía dice que llevaba “grapas” de cocaína. Ahí “soltó” todo. Horas después estaba frente al Ministerio Público y relató lo ocurrido. Sabe que su vida no volverá a ser la misma.
En la penitenciaría de Ixcotel, en donde ahora está preso, sólo reza por ser él quien tenga que pagar sus errores, y que el grupo criminal con el que se involucró no cumpla su amenaza y perjudique a su familia.