EL efecto Mundobásket se nota allende las instalaciones del pabellón. Desde la línea 2 de Tussam, se ven chavales jugando al baloncesto junto a la peña Bética La Corza, barriada en fiestas, y en el patio del instituto de la avenida de Llanes. Sólo jugaban al fútbol en el entrenamiento del Calavera. Desde el puente un AVE de Santa Justa buscaba la estación de Atocha.
En ese mismo autobús, pero en sentido contrario, entre los pasajeros se ve a aficionados argentinos y griegos. Éstos con la palabra Hellas en sus camisetas. El autobús tiene parada en la calle Éfeso. San Pablo escribió a los romanos y a los efesios; los griegos se identificarán con las cartas que envió a los Tesalonicenses. San Pablo limita con San Juan cuando empiezan a llegar los aficionados de la selección de Puerto Rico. Estado Libre Asociado donde la señal de Stop dice Pare. El manque pierda verdiblanco tiene su equivalencia en aquellos dominios. “Ganando, Perdiendo, Boricua sigo siendo”. Encajaron deportivamente esa oda al coñac que compusieron los croatas con sus 103 puntos en el marcador.
En el bar Rubén, un aficionado filipino pide media ración de pimientos fritos; alguien ha colgado una camiseta de Puerto Rico. Un camarero ve en la televisión la ventaja que Ucrania va obteniendo sobre Estados Unidos. Vallas con publicidad de la Bienal de Flamenco. La Bienal se anuncia sola en el Polígono San Pablo. A un lado, la plaza Antonio Mairena, que agonizaba en su casa de Nervión una noche que el Barcelona de Menotti y Maradona jugaba en el Sánchez Pizjuán. Al otro, la plaza Manuel Torre.
Doble duelo entre el Atlántico y el Mediterráneo. Boricuas y argentinos contra croatas y helenos. Entre partido y partido, algarabía de banderas y camisetas por un barrio con prodigios del callejero como calle Regreso del Hijo Pródigo, antes Bloque 261. Un joven aficionado ha viajado con su padre desde Málaga para ver los dos partidos. Lleva una camiseta de Le Bron. Se alojan en el mismo hotel donde su padre pernoctó cuando Rafa Nadal debutó en Sevilla en la Copa Davis.
No hay consigna para cascos de motos en el pabellón de San Pablo. A Marc Márquez no se le espera. A San Pablo se llega por la avenida Manuel del Valle. El alcalde en cuyo mandato se inauguró este polideportivo que ayer entonó el himno de Puerto Rico, la patria del actor Benicio del Toro: Adiós, Borinquen querido. Un joven con la camiseta de Filipinas le explica a un aficionado extranjero la mejor manera de llegar desde la última parada del 20 hasta la Catedral. El pabellón está en una zona poco monumental, sin menoscabo de los méritos arquitectónicos de la estación ferroviaria de Cruz y Ortiz.
Ginóbili es a los aficionados del baloncesto lo que los Ramones a los de la música. Se repite ese apellido en muchas camisetas de los argentinos que no se conforman con la vitola de subcampeones. Un profano de la canasta pensaría que Puerto Rico ganaba de goleada. Sus puntos eran celebrados con vítores electrizantes mientras que los del conjunto balcánico se celebraban con menos intensidad. Sólo al final se hicieron notar sus aficionados más vehementes, algunos con indumentaria de panaderos posmodernos.
En el palco vips, el personal de protocolo aguardaba la salida del alcalde Juan Ignacio Zoido. El único junto a Del Valle que ha ganado por mayoría absoluta. En política no vale el manque pierda. Una pareja de policías entraban en la oficina de acreditaciones en busca de agua. Sedientos como Jason Robards en La balada de Cable Hogue de Sam Peckinpah.
Para el Argentina-Grecia, duelo en la cumbre, colocaban el cartel de No hay billetes. El tango y el sirtaki. En este duelo de quintetos, el único once inicial eran las chicas animadoras del CSKA de Moscú. Rusia no está en el Mundial, pero un joven accede al pabellón con una camiseta en la que se leían por delante las siglas CCCP y en el dorso el nombre de Marchulenis. Los camareros del bar Rubén vivían el trasiego de boricuas y croatas a griegos y argentinos, amén de los filipinos que como los moros del poema de Villalón nunca se quisieron ir.
En el 2 de Tussam, que es el 1 del baloncesto, se reencontraban tres amigas de rasgos indígenas. “No somos filipinas, somos peruanas”. Dos países en los que reinó Felipe II cuando no se ponía el sol. Cuando salga la luna, cuando salga voy a verte. Eso ocurrió poco después del 103-82 del penúltimo partido de la sede hispalense. En el entreacto, sesión ambigú, visite nuestro bar, selecta nevería. Entre Santa Justa y San Pablo (el aeropuerto), los portorriqueños cogían el barco del regreso a casa y los argentinos le cogían el relevo con una carta de Borges a San Pablo.