Fue en la esquina de Huilén y Pérez Novella, de la capital neuquina, apenas asomado el Día de la Patria. La crónica policial dirá que participaron dos vehículos, un Citroen C-4 y una Toyota Hilux. Y que seis personas resultaron heridas.

Pero fue algo más que eso. Las cuatro personas que viajaban en el Citroen estaban, según testigos, alcoholizadas. Bastó una mirada en el lugar para constatar esa posibilidad inquietante aunque frecuente: en el auto había varias botellas, de distintas bebidas. Casi, un bar ambulante.

Los ocupantes de la Toyota afirmaron haber sido sorprendidos por el otro auto, que viajaba a alta velocidad. El impacto, dijeron, fue inevitable, pese a que el conductor “pegó un volantazo”. La camioneta salió despedida y quedó a unos 20 metros del lugar del impacto. El Citroen quedó destrozado. Que solo hubiera heridos fue un milagro.

Cuando se habla de la prudencia al conducir, de no beber cuando se va a manejar un auto, no se hace más que insistir con el sentido común, más allá de que esté reglamentado a través de la Ley Nacional de Tránsito. Cuando se tiene constancia, como este 25 de Mayo, que hay personas que no le hacen caso al sentido común ni a la Ley, cunde la certeza de la desesperanza.

Y crece la convicción de que así, no tenemos remedio.