Cierra el bar Rubén Hood

Feliciano Castro Loya

Tijuana.- Dejando a su paso nostalgia en varias generaciones de tijuanenses, el legendario “Rubén Hood Bar”, que por 36 años hizo sentir como en casa a miles de parroquianos, cerrará sus puertas mañana martes 30 de septiembre, ganándose un lugar en la historia como un sitio emblemático de la vida nocturna y enseñando a otros establecimientos que mantenerse fiel a un estilo y anteponer el juego limpio a los clientes, deja sus recompensas e incluso permite sobreponerse a un episodio trágico que marcó un antes y un después.

“Para mí significó alegría, primero juventud, alegría, después familiaridad, y ahora tristeza”, opinó don Jorge Mario Hernández Soto, de los primeros clientes y amigo de quien fundara este bar en 1978, don José Rubén Espinoza López.

Asegurando que para él este es un lugar de reunión familiar y un punto de encuentro para muchas familias que de alguna u otra manera se conocían o tenían alguna relación profesional.

Estamos tristes porque ya se cierra una historia de Tijuana, yo conocí al papá de Rubén, cuando estaba en el Hipódromo, en el hotel Country Club, ahí estaba el socio con un señor que era de ascendencia alemana, después se independizó y abrió este lugar; primero aquí enfrente, en el bulevar Aguacaliente, recordó don Jorge Mario Hernández, quien también evocó: “aquí me llamaban primero joven Jorge, después señor Jorge y ahora don Jorge”.

“Para mí fueron todos, porque es tradicional, nuestros primos que viven en Los Ángeles y en Yuma, ellos cuando vienen a Tijuana, vienen a este lugar y muchas veces venimos toda la familia… lo que más me admiraba a mí es que llegaba yo como en mi casa, por la atención no solamente de los señores Espinoza sino de sus empleados; Ramón, todos ellos nos atendían muy bien”, respondió al preguntarle cuál fue el mejor año y qué extrañará.

“Se cierra un ciclo nada más”, comentó en entrevista Rubén Espinoza Camorlinga, hijo de don Rubén Espinoza López, quien está a cargo del negocio desde el 2004 en que falleció su padre, optando por no detallar la razón del cierre, aunque extraoficialmente se supo que el propietario de dicho predio y el de al lado, planea edificar al parecer un centro comercial.

“A nombre de mi papá, de su servidor Rubén Espinoza, agradecer tantos años de patrocinio que nos dio la ciudadanía tijuanense y que con un pesar nos despedimos a buscar nuevos horizontes”, expresó a la población de esta ciudad, opinando que los años de mayor prosperidad fueron de 1978 a 1985, así como el 2003, 2007 y 2008.

“Se juntaban mucho en una esquina el PRI y en otra esquina el PAN”, recordó Rubén, afirmando que el lugar era frecuentado por muchos funcionarios públicos; el ambiente tranquilo y la música en el volumen justo son parte del éxito de este lugar, que se une a la lista de sitios emblemáticos en donde se vivieron y contaron miles de historias, no por nada hay quienes creen que los mejores acuerdos políticos se logran en las cantinas.

El Ruben Hood fue por años una alternativa para que amigos, familias y parejas disfrutaran de la convivencia en un ambiente tranquilo, con bebidas y servicio de calidad, incluso era un buen lugar para la soledad reflexiva en esta histórica barra bohemia; en cuanto a la música, Rubén comentó que en los primeros años eran en su mayoría grabaciones de tríos y era común que llegaran tríos a interpretar temas en vivo.

Aunque hay un piano, solo se tocó en ocasiones especiales, como aquella noche en que un grupo de jazz, que había tocado minutos antes en un centro de espectáculos de la zona, llegó al bar a tomar unos tragos y al ver el piano, uno de sus miembros empezó a tocar, animando a otro que sacó el saxofón; el tipo de música empezó a diversificarse notablemente a partir del 2003, según recuerda Rubén.

“Conservábamos mucho un ambiente tranquilo, siempre tratando de que los parroquianos hubiera respeto entre todos, la persona que faltara al respeto inmediatamente va para afuera… siempre manteniendo el nivel de la música bajito para que la gente pudiera platicar, había gente que nos decía: pon éxitos norteños, pon corridos, súbele a la música, no, preferíamos que esa gente se molestara y se fuera a crear otro tipo de ambiente dentro del negocio”, opinó Rubén al preguntarle la clave del éxito de este bar.

LA IDEA QUE INSPIRÓ EL DISEÑO DE LA CASA

Como bien escribió el periodista de Radio Enciso y columnista de El Sol de Tijuana, Mariano Gallegos, el Ruben Hood es “un establecimiento que forma parte de la arquitectura, de la tradición nocturna y de la identidad e historia contemporánea de la ciudad”; citaré aquí parte de la historia de este lugar, que contó a él y este reportero el propio Rubén hace algunos días.

El fundador del Rubén Hood Bar, José Rubén Espinoza López, trabajó en el sector de los servicios de alimentos y bebidas; laboró en el restaurante “Los Globos” de la avenida Revolución, tuvo luego una breve estadía en Popotla y después administró el restaurante “Las Campanas” en el extinto hotel Country Club del bulevar Aguacaliente; ya con años de experiencia, invitó a su amigo Carlos Quiroz, propietario de las papelerías “Quiroz”, a ser su socio capitalista.

La inversión de don Rubén fue básicamente estar a cargo del negocio, fue así que se concretó la idea del bar, sin embargo, en vez de rentar un local ya establecido, decidieron acudir a la maderería “El Roble”, también propiedad de Quiroz, para construir una casa que pudieran transportar a un predio; se inspiraron en el restaurante “Chateau Basque”, ubicado en el bulevar California, que ellos mismos frecuentaban.

La casa fue trasladada a su ubicación original, el bulevar Aguacaliente, justo donde hoy se encuentra el Grand Hotel Tijuana, en donde comenzó a operar en 1978, pero a los dos años de haber abierto se les pidió mudarse para iniciar una construcción, por lo que optaron por solo cruzar la calle, instalándose en el bulevar Salinas, al lado de la tradicional Arena “Tijuana 72” de la colonia Aviación, casa con el número 11050, según la nomenclatura actual.

La sociedad con el señor Quiroz concluyó en los mejores términos cuando Rubén Espinoza le compró su parte y se convirtió en único propietario en 1985, según recordó Rubén; a pesar de que la casa tenía un toque rústico y agradable, el aire acondicionado en el verano y la chimenea acogedora en invierno eran parte de las garantías para la comodidad de los parroquianos, quienes en años recientes podían disfrutar de partidos de beisbol y otros deportes en varias pantallas de televisión.

La cabina desde la cual se controlaba la selección de música estaba en lo alto, subiendo esas escaleras de corte antiguo, pero por las que nunca tropezó Charles Chaplin; el Ruben Hood construyó una reputación a base del servicio de calidad y de no servir algo distinto a lo que pedía el cliente, no dar “gato por liebre”, siendo atendidos por gente como Arcelia, la amable mesera que hoy suma 15 años y tres meses de largas jornadas de servicio, siempre atendiendo de buenas a los parroquianos.

LA MALA FORTUNA CAUSÓ ESTRAGOS

La tragedia invadió el lugar a eso de las 11 de la noche del 21 de enero de 2004, cuando un grupo de sicarios entraron al lugar para ejecutar al ex subprocurador de Justicia del Estado en Tijuana, Rogelio Delgado Neri, así como a dos escoltas que lo acompañaban y un guardia de seguridad de la negociación, quien no portaba arma de fuego, además de que según las autoridades hubo dos personas heridas.

Rubén recordó en la entrevista que fueron días aciagos, hasta que el lugar pudo recobrar poco a poco el aliento para vivir nuevamente grandes años como el 2007 y 2008.

Sin embargo, fue a los pocos meses de este lamentable incidente cuando falleció don Rubén Espinoza López, abatido en gran parte por este lamentable incidente, dado que el exsubprocurador era un cliente asiduo con el que tenía buena relación, quedando a cargo del negocio su hijo Rubén Espinoza Camorlinga, quien continuó su labor con la calidad y servicio que hasta hoy caracterizan al bar.

¡ADIÓS RUBENS!

“Todo, mis clientes, mis amigos, el lugar, es una gran familia, para mí es una gran familia todos los que he atendido”, respondió Arcelia Lares León al preguntarle qué extrañará del lugar, tras más de 15 años de trabajar como mesera del Ruben Hood, que servía cerveza importada, cerveza de barril clara y oscura, whiskey, vodka, tequila, cognac y ginebra, entre otros licores, aunque de lo que más se pedía, según Arcelia, eran los clamatos y las piñas coladas.

“Para mí este lugar ha sido de los mejores trabajos que yo he tenido, porque tengo más de 15 años y de aquí crié a mis hijos, cuatro hijos, todos estudiaron, aquí he salido adelante económicamente, he trabajado a gusto con mis patrones, muy buenos patrones”, agregó.

Otra de las personas que aportaron prestigio al lugar y que conquistó el paladar de muchos clientes, fue don Ramón, quien falleció hace algunos años tras laborar mucho tiempo como cantinero; la primera vez que este reportero acudió al Ruben Hood, había poca gente, y Ramón, siempre de buen humor, era el único en la barra, por lo que al preguntarle si él era el propietario, contestó: “No, si yo fuera el dueño, se llamaría Ramón Hood”

“Tratar con tanto tipo de gente, su manera de pensar, su manera de ser, entenderlos, dar mi punto de vista, respetar, siempre respeto y siempre estar al endiente de qué es lo que quiere la persona, porque a veces llegaba la persona aquí y lo que quería era platicar, estás al pendiente de qué es lo que quiere saber, en qué le puedes ayudar, eres psicólogo, eres enfermero, eres todo aquí; pero lo más bonito, las posadas de Navidad cada año, en la segunda semana de diciembre siempre el negocio, mi papá o yo ofrecíamos bebidas gratis y una cena a todos nuestros clientes, un ambiente, un entorno muy bonito”, comentó Rubén al preguntarle qué extrañará de este lugar.

“Ojalá que algún día nos reencontremos otra vez con la reapertura”, dijo Rubén al final de la entrevista la noche del sábado, sin embargo, mañana martes por la noche será la última oportunidad de conocer esta emblemática casa y quizás despedirse, como lo hizo la noche del sábado don Jorge Mario Hernández, quien tras pasar varias horas con su familia en el bar, se despidió de Rubén, Arcelia y este reportero, y cuando ya se disponía a atravesar el umbral de la puerta, volteó para gritar animoso: ¡Adiós Rubens!

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