Me encontraba en el Bar 2002, en la emeritense calle de San Francisco, ensimismado con el programa de José Manuel Gordillo sobre gastronomía cuando, de pronto, se interrumpí a la programación con un boletín especial. Pensé que José Antonio Monago había decidido, finalmente, ser digno y dimitir pero no, eso solo entra en la imaginación de cabezas ilusas y poco letradas como la mía.
Pegué la oreja al receptor y ¡toma, ya!, agentes de la UCO de la Guardia Civil habrían retenido a un jefe de Sección de la Consejería de Fomento y estarían tratando de obtener pruebas sobre presuntos delitos de fraude fiscal, blanqueo de capitales y un sinfín más de novedades auspiciadas por un rico empresario con negocios en España y Portugal.
Esta es la guinda del pastel del fin de semana que hemos tenido con la amiga de José Antonio Monago. Les prometo que cuando inicié mi andadura como comentarista a primeros de mes en DEx, tenía la intención de escribir un artículo sobre la honestidad de nuestros políticos y funcionarios. Ahora, visto lo acontecido en solo cuatro días, doy gracias a Dios por no haberlo hecho: hubiese sido el hazmerreír de toda la ciudadanía extremeña.
Que Monago debe dimitir es la consecuencia lógica de su prepotencia, de su mal hacer personal, que no como gestor, de sus idas y venidas de un lugar para otro sin que su propio Gabinete de Prensa supiese donde se encontrase. Lo de la amiguita canaria es una de tantas que irán saliendo, porque se ha abierto la cacería de zorro y esto no hay quien lo pare.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura hasta que un problema de corazón le alejó de la política activa. Rodríguez Ibarra fue una apuesta indecisa por entonces del PSOE, pero supo ganarse la confianza de los suyos y de los extremeños elección por elección. Se divorció de su mujer Leonor y casi nadie se entera. Se volvió a enamorar y está felizmente con su compañera y los hijos de ésta. Participa cuando es llamado al Consejo de Estado y punto.
Guillermo Fernández Vara venía siendo el delfín de Ibarra desde tiempo atrás y fue el propio ex presidente el que convenció al aparato del partido para que se le diese una oportunidad. Él, forense de profesión, no tenía que profesionalizar la política y no lo hizo. Fue vivaz, dinámico, sagaz y lo continúa demostrando en sus tareas de oposición al Gobierno de Extremadura.
Pero José Antonio Monago es un tarugo de Quintana de la Serena que junto con Fernandito Manzano, el líder del clan de la patatera, se lo tienen de un subido que ni ellos mismos se creen el proyecto que tienen que sacar adelante para Extremadura. Se han rodeado de buena gente, como, por ejemplo, Cristina Teniente que es la erótica del poder en persona, pero eso no basta para parar un grito de todos los afiliados al PP: ¿cómo nos defendemos?
Y ahora, por si fuera poco, la Guardia Civil irrumpe en la Consejería de Fomento, reteniendo a un jefe de Sección y pidiendo hasta los papeles de la Primera Comunión. Esto no es de recibo por ningún lado que se tercie. Extremadura está pasando de ser una región de las más empobrecidas de España en la que nunca pasaba nada, a salir día sí, día también, en los telediarios de las cadenas nacionales por supuestos casos de corrupción.
Y ¿cómo defender al PP Extremeño? Largo me lo fiáis amigo Sancho, largo me lo fiáis. Y mientras Podemos Mérida prosigue con su extensa actividad de reuniones y comunicados que Público y eldiario.es se los publican a toda página.
Señores, el PP no sirve. Podemos no sirve. ¿Qué queda entonces? Que una persona como Guillermo Fernández Vara vuelva a ser presidente. No hay otra.