En un bar de moda del este de Londres, decenas de personas olfatean unas bolsas de plástico en cuyo interior no hay ninguna sustancia ilícita, sino unas camisetas usadas y olorosas.
Estos audaces solteros participan en una “feromona party”, una nueva modalidad de cita importada de Estados Unidos, que parte de la idea de que el olor desempeña un papel clave en la atracción sexual.
Todos han aceptado llevar una camiseta de algodón durante tres noches seguidas, sin desodorante ni perfume, y traerla a la velada. La ropa impregnada de emanaciones corporales se coloca en bolsitas de plástico transparente numeradas, sobre un convencional fondo rosa para las chicas, azul para los chicos.
“Vamos, huelan todas las bolsas que quieran ¡diviértanse!”, anima la organizadora, Judy Nadel, con melena rizada y un piercing en la nariz.
Primero estallan unas risas en el público, pero pronto el frenesí se apodera de los “esnifadores” en torno a la gran mesa donde se apilan las muestras: los más tímidos apenas abren las bolsas para aspirar, los más lanzados meten de pleno la nariz en la tela.
“Esta se lo ha puesto varios días, seguro”, dice un joven que no quiere dar su nombre. A su amigo Steven Lucas, diplomado de derecho de 23 años, le parece que las camisetas “huelen todas igual: a sudor, un poco de perfume o detergente”.
Quienes han encontrado el olor que buscan se hacen una fotografía con la bolsa elegida. Las fotos luego se proyectan en la pared y dan la ocasión a los propietarios de las camisetas seleccionados de darse a conocer.
Una forma de romper el hielo
El ambiente es divertido y desenfadado: “¿Nos decimos hola o hacemos guau guau?”, lanza un joven anónimo al pasar, antes de desaparecer entre la multitud del Stories Bar.
“Es un concepto tan raro que las barreras se caen, es una forma increíble de romper el hielo”, observa Judy, que lanzó estas “feromena parties” en Londres este año, retomando un concepto ideado en Estados Unidos en 2010 por una artista, Judith Prays.
El principio de las veladas se inspira en una experiencia llevada a cabo en 1995 por un científico suizo, Claus Wedekind, y la idea de que los humanos también perciben las feromonas, sustancias químicas que desempeñan un importante papel en el comportamiento sexual de los animales.
Seis parejas potenciales se formaron en la primera velada londinense de este tipo, en marzo, según Judy Nadel, quien no sabe si esas historias duraron.
En una ciudad ávida de modalidades de citas alternativas, el concepto olfativo seduce: las dos “feromona parties” han atraído en cada ocasión a 140 personas, con más en lista de espera.
“Londres es una ciudad increíble y animada pero es difícil conocer a alguien”, dice Judy, soltera e insatisfecha con las páginas de citas tradicionales.
Y para estimular un poco más los “sentimientos amorosos”, una masajista, Laurie Nouchka, ofrece tratamientos aromaterapéuticos a los participantes: “Utilizo un aceite que mezcla geranio rosa y pimienta negra para ayudarles a relajarse”, explica.
Tras el masaje, Marta Montserrat, de 33 años, vuelve con su hermana Berta, de 29 años, a la mesa a esnifar las camisetas, aunque también observan su aspecto y la forma en que están dobladas…
Pero cuanto más avanza la velada, menos convencida está Marta de encontrar su media naranja: “Da igual lo que huela, si lo que veo no me gusta”, zanja.