“Ahí, donde están todas esas luces, hay una fiesta de bandas criminales. Ahí, con seguridad, va a haber dos o tres muertos esta noche”.
La predicción la hace Óscar Pineda, un oficial de la policía en Petare, el barrio popular más grande de Caracas y, según cifras oficiales, el más peligroso.
Es sábado en la noche. Petare no parece intimidado porque estemos en la ciudad con más homicidios de Sudamérica: 122 por cada 100.000 habitantes, de acuerdo a Naciones Unidas.
La gente, el reggaetón y, dice Pineda, la anarquía, se apoderaron de la noche del barrio.
Mientras tanto, en gran parte de las áreas más acomodadas de la ciudad, el silencio y la oscuridad marcan la pauta de la noche.
Hoy, aquella saltona salsa de Richie Ray y Bobby Cruz que dice “en Caracas la bomba se baila en la punta del pie” es una generalización forzada.
O como dice Ricardo Mucuchíes, uno de más asiduos conocedores de la noche caraqueña, “Caracas está mucho más apagada que cuando yo empecé en los años 90”.
“Hoy ya no hay movida de calle”, le dice a BBC Mundo el ahora dueño del modesto Puto Bar, y antes socio de legendarios y hoy extintos bares de la capital venezolana, como La Belle Époque y La Mosca.
La inseguridad, la crisis económica y la polarización política hicieron que en la última década la noche de Caracas dejara de ser lo que era.
Hay, pero menos
Ahora bien: los caraqueños, que como buenos venezolanos les gusta la juerga, no han dejado de pasarla bien.
En la zona tradicionalmente más activa, Las Mercedes, las areperas y los carritos que venden perros calientes compiten las 24 horas del día por decenas de entrantes y salientes de los diferentes bares y discotecas de moda.
Otro lugar frecuentado es el centro comercial San Ignacio, donde decenas de bares, uno detrás de otro, ofrecen una variada gama de posibilidades nocturnas.
También hay diversos centros culturales que no cierran hasta media noche, como Trasnocho Cultural y Patana Cultural.
Y la vida de teatro, así como la de standup comedy, han incluso tenido un relativo auge en los últimos años, sobre todo por el descenso de la producción de telenovelas, de las que el país era uno de los más importantes exportadores.
Pero ni Las Mercedes ni el San Ignacio, coinciden decenas de caraqueños consultados por BBC Mundo, son lo que eran.
“Hemos tenido una disminución de locales nocturnos que merma en la cantidad de personas, que años atrás si no podía entrar a un local, se quedaba en una esquina conversando”, le dice a BBC Mundo Rafael Solórzano, quien como funcionario de la alcaldía de Baruta, la localidad de Las Mercedes, estuvo al frente del cierre de varios de esos negocios.
La calle
Muchos caraqueños han optado por realizar actividades colectivas para recuperar la calle de noche: unos trotan, otros montan en bicicleta, algunos hacen picnic y unos más hacen yoga en las plazas.
Y todo esto lo organizan a través de redes sociales, mensajes de texto y carteles que reparten por la ciudad.
En Sabana Grande, una zona menos opulenta que las anteriores, hay más movimiento de fiesta en la calle, protagonizado por los llamados motorizados, hombres en moto que tienen estigma de anárquicos y problemáticos.
Hay dos áreas donde la gente estaciona su carro sobre la calle, y se baja a tomar y escuchar música a pesar de que beber en la calle está prohibido desde 2001: Plaza Venezuela y Los Cortijos, ambas zonas de mala reputación como destino nocturno y últimamente acallados por la policía.
La economía
Ernesto “Punky” Burguillos es uno de los cantantes de salsa más cotizados de la ciudad hace dos décadas: conoce la Caracas que era una capital de la salsa en el continente, y la de hoy.
“La gran diferencia con antes es que hoy, para salir de noche, tienes que tener mucho dinero”, dice Burguillos, cantante principal de Juan Sebastián Bar, una de las contadas ofertas de salsa que tiene la ciudad.
La inflación en Venezuela ha estado disparada durante los últimos años, golpeando la capacidad adquisitiva de la gente.
Burguillos se queja de esto, y pone el ejemplo del costo de un trago de whisky en el Juan Sebastián: 1.000 bolívares (unos US$20, según la taza más alta del cambio oficial), lo que equivale a un cuarto de un salario mínimo.
La mayoría, sin embargo, prefiere la cerveza, que sigue siendo relativamente barata (menos de 100 bolívares) porque es considerada, en palabras de funcionarios del gobierno, “la bebida del pueblo”.
La política
La alcaldía de Caracas, en manos del oficialista Jorge Rodríguez, inaugura este viernes un ambicioso festival de música en la capital: 48 agrupaciones, 9 días y precios bajos.
Pero la previa del festival, más que el evento en sí mismo, fue una controversia política, pues la invitación a Chino y Nacho, dos artistas que han expresado abiertamente sus simpatías por la oposición, generó todo tipo de críticas desde el chavismo.
La banda, finalmente, anunció que no asistirá al festival.
Según Mucuchíes, además de la economía y la inseguridad, es esta profunda polarización política del país algo que también ha afectado la vida nocturna de la ciudad.
“¿Tú puedes creerlo?”, se pregunta. “Yo conozco gente que no deja tocar en su bar a bandas que son afiliadas al gobierno”.
“Y mientras ese peo (problema) se mantenga, la oferta de bares y de opciones culturales va a seguir de para abajo, porque la polarización se chupa toda la energía de la gente”.
Eso es lo que parece haber ocurrido con el templo de la salsa de Caracas, El Maní es Así.
“El Maní era el sitio de salsa más importante de un patio que también era importante”, dice Burguillos, el cantante, en referencia a Caracas.
“Pero hoy con suerte te toca una banda en vivo ahí”, cuenta a BBC Mundo.
Hace unos años, El Maní fue comprado por testaferros cercanos al gobierno nacional, según versiones que BBC Mundo recogió con sus trabajadores.
“Desde entonces, el ambiente cambió”, concluye Burguillos.
De nuevo, la inseguridad
Según Juan José Espinoza, autor de la guía recién lanzada Caracas Bizarra, en la ciudad hay iniciativas para reanimar la oferta nocturna, como las ferias del libro municipales o el Eje Nocturno, una ruta por bares, museos y plazas en el centro de Caracas organizada ocasionalmente por la alcaldía.
Pero apunta que son excepciones: “Si yo quiero ir al centro de Caracas un día cualquiera a tomarme una cerveza, probablemente solo encuentre abierto los bares de mala muerte, y quizás no sea tan seguro para mí”.
Por eso es que la vida nocturna de muchos caraqueños se ha reducido a hacer la fiesta en la casa, como dice Mucuchíes: “En vez de arriesgarse, la gente ahora prefiere llevarse su botella y armar su bochinche en la casa”.
Es usual, de hecho, que las fiestas juveniles sean de quedarse a dormir, porque los padres prefieren no manejar de noche para evitar asaltos o secuestros exprés.
Y por la mañana, se levantan y desayunan juntos, sea en la casa o en una arepera.
Pero en Petare, la historia sigue siendo distinta: allí, en la concurrida y famosa Redoma, por la noche decenas de motorizados se reúnen a beber y escuchar regguetón a todo volumen.
Incluso, a veces, prenden pólvora, hacen carreras de velocidad y tocan sus bocinas en son de celebración.
De vuelta con el oficial Pineda en Petare, BBC Mundo le pregunta si podemos ir a esa fiesta “de malandros” donde según él habrá muertos esta noche.
El oficial se niega: “Nosotros somos la autoridad, pero ellos tienen el poder, tienen más armas y si llegamos a arrestarlos con seguridad salgan de la cárcel en pocas semanas, así que no vale la pena arriesgarse”.
La policía, admite, es incapaz de lograr que una noche de fiesta no termine con dos o tres muertos.