Las azoteas/terrazas abiertas para el deleite citadino, roof bares, son un referente cosmopolita, aun pocas hasta ahora, pero que irán creciendo por su idoneidad para degustar los sabores de las noches estrelladas, de las pulsiones del sol o de las lluvias primaverales, o del techo corredizo de la urdidura del placer, sobre todo cuando este es controlado por un chip que abre y cierra parcialmente las tres cortinas automáticas del cielo del Balmori Rooftop Bar.
A este lugar se llega por una discreta puerta y mágica escalera de la calle de Zacatecas no. 139, a lo que fue una gran azotea de 300 metros cuadrados y que el Taller David Dana Arquitectura trasformó en una cubierta de trasatlántico con exuberantes toques industriales, que viaja a través de su ondulante barra sobre cien años de historia del legado arquitectónico de la Belle Époque: Delicioso bar de azotea.
Los viejos bares de artistas. El referente obligado fue el legendario Bar Mata, en el último piso de la esquina de 5 de mayo y Filomeno Mata del Centro Histórico, donde se daba cita en los ochenta/noventa la vanguardia artística e intelectual de aquel momento convulso, después de los sismos, de quienes buscaban refugio en la fiesta y lo encontraban al salir del viejo elevador de cuerdas y manivela de control de los años veinte; arribábamos a una roofbar muy neoyorkino, donde tocaban los mejores grupos, inundado de damas bellas y dispuestas a la convivencia y los jóvenes de la bohemia nocturna.
Eran noche secuestradas de pocos antros y lugares para la liviandad: El Bar 9, de la Zona Rosa, en sus días jueves de cultura y fiesta desbordada, con su discreta puerta y escalera que conducía al segundo piso; o en la Roma, las azoteas de los edificios deshabitados por los sismos, donde surgían las fiestas espontáneas de fin de semana en azoteas abiertas: roofbar: Se tocaba, se bebía y se vendía arte, se compraba la mañana y noche underground; o el mismo y suntuoso edificio Balmori de la avenida Álvaro Obregón, que vive gracias a la toma de artistas por tres noches en los años ochenta, que lo protegieron de la demolición.
El Fistol del Diamante de los bares de la Roma Norte Balmori se apuntala a ser la brújula obligada, junto a otros roof bares que están surgiendo en la colonia Roma. Vanguardista, el Balmori, con sus mesas para compartir amistades y bancas conjuntas de madera para degustar una gastronomía subliminal, el estilo del Chef Azari Cuenca y el Chef residente Armando Palestina.
La especialidad es la hamburguesa rellena con queso mozzarella derretido en el centro y un toque de trufa; berenjena gratinada, flor de calabaza o sus exóticas alcachofas a las brasas.
Se ha dicho mucho sobre mixología pero hay que degustar la alquimia de Charlie, un viejo lobo de la barra: xoconostles, mezcales, pepinos, chile habanero, albahaca, gin, cassis y agua de coco o guayaba, así como frutas de estación. Probé el Fresco Balmori, pepino/albahaca/mezcal: la azotea se mueve y uno se da cuenta de la espectacular vista callejera.
Balmoreadas. Carlos Balmori fue una creación de una artista en retirada, Concepción Jurado, y del ducho periodista Eduardo Delhumeau, que en los años veinte recorrían las casas de la aristocracia porfiriana y la naciente burguesía de la colonia Roma y las mansiones de la Condesa. Conchita Jurado, de 60 años, fingía ser un millonario español —con bigote, lentes y gabardina y su fistol con diamante falso, que le habría regalado el Zar de Rusia—, que cautivaba y seducía a incautos deseosos de riquezas. Ellos inventaron la expresión “me traes de tu puerquito” o “hacer el puerquito”. Y es lo que hacían con sus bromas o performances, llegando a crear una leyenda con sus “balmoreadas”, recopiladas en su biografía Memorias de Carlos Balmori, de Luis Cervantes Morales.
El Balmori Rooftop Bar, pretende ser el fistol de diamante de los bares de la colonia Roma, y como cortes del diamante, en sus deslices brilla la belleza arquitectónica, cuando se inunda de bellas de noche y la música quiere ser algo más que un pinchadiscos que electrocute la velada o el día, tal vez, música de los fantasmagóricos instrumentistas del barrio Soho chilango.
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