Cuando el enemigo es la noche

El inminente cierre del bar La Luna puso a circular las quejas de su propietario sobre el exceso de reglamentarismo de la Municipalidad, en especial el apartado “ruidos molestos”, que planteó como una de las principales razones por las cuales su negocio dejó de ser rentable. Lo cierto es que la decisión que tomó el dueño del bar disparó nuevamente un debate que no encuentra rumbo ni definiciones, enmarañado en la reformulación de la ordenanza de Espectáculos Públicos que continúa tratándose en el Concejo Municipal. Para los referentes de otros espacios similares, que además apuestan a promover movidas culturales, la normativa desactualizada y la falta de acompañamiento del Estado son los nudos centrales de la problemática. “Si siempre se prioriza la cuestión del control, y por ende la del vecino que se queja, en términos de convivencia ciudadana estamos retrocediendo todo el tiempo”, aseguró Tomás Monteverde, de Distrito 7, y referente de Espacios Culturales Unidos de Rosario (ECUR). Por su parte, Luis “Lulo” Corradín, propietario de Berlín, dijo que la Municipalidad tiene “un criterio de sancionar la noche y el ejercicio de los comercios, pero no de dialogar, y mucho menos de resolver problemáticas de índole legislativa”.

El propietario de La Luna, Pablo Bonilla, en cada una de las entrevistas que realizó por el cierre del bar, dijo que la ordenanza que regula el tema de los ruidos molestos condicionó a su negocio y por lo tanto dejó de ser rentable. Monteverde indicó que salvando las distancias respecto a las propuestas de lugares como La Luna, el problema sigue siendo “la visión que tiene la Municipalidad respecto de lo estrictamente cultural pero también de los espacios de ocio que debería tener la ciudad. Por eso, el que sea que haya caído, en este caso el de Luna, el otro día había sido el de McNamara, el interlocutor termina siendo siempre (Pablo) Seghezzo. El que aparece no es el secretario de Cultura, ni siquiera el de Gobierno, aparece el de Control”.

Para Monteverde, no es casualidad que existan muchos lugares, más allá de su particularidad, que estén dejando de ser rentables. “Si Luna tiene problemas económicos y tiene que cerrar, imaginen cuál es la realidad de los centros culturales autogestivos”, resumió. “La mirada de la Municipalidad es priorizar siempre el control y la supuesta convivencia, algo que atrasa todo el tiempo las discusiones sobre los grados de tolerencia de una sociedad. Todo el tiempo se está atrás de las quejas de los vecinos, que en algunos casos son fundadas, pero en otros se trata de uno solo que se encajetó y el problema de su vida es un bar y te vuelve loco”, agregó el coordinador de Distrito 7.

El referente del ECUR sostuvo que para un centro cultural no es lo mismo acustizar un lugar que para un empresario de cualquier boliche. “Se termina generando un circuito de grandes boliches y los más chicos desaparecen. En términos culturales se está poniendo en riesgo un circuito de artistas de la movida under que Rosario siempre tuvo. Estas cosas, a largo plazo, van a tener repercusiones en cuanto a la producción cultural de la ciudad”, argumentó.

Para el titular del bar Berlín, “se trata de la voluntad del Ejecutivo, de larga data, que ha sido paulatinamente ir apagando la noche en la ciudad. Esta discusión, en un año electoral como este pasó de largo. Además, hay un Concejo que tiene más interés en ver si renuevan sus bancas que en resolver los problemas de la ciudad”.

Corradín dice que la problemática está relacionada con una mirada de la noche. “Ellos (por la Municipalidad) tienen con un preconcepto de que es algo nocivo, y nosotros decimos que la nocturnidad es al turismo y al movimiento económico y cultural de la ciudad algo mucho más profundo que lo que ellos ven. Pero al Ejecutivo hay que entenderlo, tiene un bloque de concejales que hace más de 15 años que reconocen este problema, pero hace más de 15 años que tiran la pelota para adelante. De hecho, la intendenta Fein desde el 2013 se comprometió a reformar la ordenanza en el 2014”, consideró el propietario de Berlín.

“Hay un Estado que no acompaña. Acá llega Hard Rock, y este gobierno que dice ser progresista le abre la puerta a los pedidos de excepción y ni siquiera le pregunta de dónde sacaron la plata, y le da la espalda al comerciante local, el que tiene la radiografía, como en el caso de Bonilla, de 30 años a esta parte de cuál fue su comportamiento empresario. Hoy (por ayer) almorcé con Bonilla y nadie lo llamó. No lo llamó el secretario de Cultura, no lo llamó el presidente del ETUR, ningún secretario de área. El empresariado de Rosario, el que hizo la Marca Rosario, no tiene una red de contención”, señaló Corradín. “Espero que esto sea un punto de inflexión, pero la verdad no la veo”, concluyó.

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