«Sube el café y no pasa nada, pero cuando sube el vino… es el lobo contra el que luchar» resumía el veterano hostelero Sebastián Lasa.
El vino es lo más parecido a un artículo de primera necesidad que en realidad no es tal, y su consumo y fiscalidad han contribuido a financiar a lo largo de la historia incontables festejos y obras tan emblemáticas como el propio edificio consistorial. Además, en tiempos más recientes Mondragón ha cosechado fama mundial con la coronación de Maritxu Kajoi como patrona de los txikiteros.
Vino, bares y txikiteo forman una trinidad que ha marcado un estilo de vida cuyos últimos coletazos aún perduran. El txikiteo clásico de diario, hoy reducido a unas pocas cuadrillas bien por encima de la cincuentena, es una actividad social que se resiste a morir. Ni todas las recomendaciones de vida saludable, ni la crisis económica, ni los cambios sociales han logrado desterrar la afición a salir en cuadrilla a ‘degustar’ los caldos peleones de ‘Viña Arcada’ y ‘Ribera del Deba’ que con evidente sorna bautizaba un veterano txikitero. Y si hay un tema recurrente de conversación y crítica, es precisamente el vino: su calidad, su carestía, su servicio… están bajo el escrutinio público y en boca de todos. Cada vez que sube el vino se escucha la misma cantinela sobre la «puntilla al txikiteo», la desaparición del poteo, la condena de los bares… y pese a apostillas como la de que en un bar de una localidad vecina constataban que «cada vez que subía el vino bajaba el txikiteo un 10 por ciento».
Como decía Juan Carlos Dávila desde la barra del bar Ederra, si te suben la hipoteca no vas a protestar al banco; cuando te suben la luz, no acudes a quejarte a la oficina de Iberdrola, ni vas al Ayuntamiento por la subida del recibo del agua; pero cuando suben el vino todo el mundo pasa por el bar proclamando su disconformidad.
Este hostelero se declaraba harto de la hipocresía de mucha gente que acude al bar a echar en cara al profesional de la barra los ventajosos precios y las maravillosas tapas que descubren en tal o cual ciudad o país. «Pero siempre se les olvida sumar el gasto del viaje y del alojamiento».
Horas y horas
A los que «nos acusan de tratar de forrarnos subiendo los precios me gustaría verles aquí, trabajando 16 horas al día seis días a la semana» coincidían en señalar algunos hosteleros indignados con las críticas de que son objeto en los últimos tiempos.