En toda la comuna hay 71 patentes de cabaret, 112 depósitos de bebidas alcohólicas, y 1.051 restaurantes que representan el 70% de las patentes de alcoholes de la comuna. Muchos de ellos funcionan en la práctica como bares, sin la debida fiscalización.
Hoy, vemos con estupor que la Municipalidad de Providencia ha decidido limitar o recortar las horas de funcionamientos de los locales nocturnos en ciertos y determinados barrios de la comuna, sin hacer distingo entre los diferentes tipos establecimientos. La autoridad ha tomado esta medida apelando a un supuesto clamor popular de un grupo de vecinos que habrían manifestado su descontento y su hastío con los efectos adversos de vivir en las cercanías de estos comercios.
Sin embargo, me temo que la Municipalidad es y ha sido víctima de una especie de fenómeno que podríamos denominar “gato liebrismo”. Veamos por qué:
En primer lugar es evidente que existe una disputa acerca del real alcance, difusión, convocatoria y contenido de los cabildos en los que se habría sido exigida esta medida. Está claro que unos sostienen que fue un éxito arrollador y que las fuerzas vivas de la comunidad hicieron la petición en salones repletos de vecinos y vecinas. Otros, dicen que estas reuniones fueron muy minoritarias y que el tema no se trató. Entonces, alguien está tratando de pasar un gato por libre, por lo menos en lo que se refiere a la real representatividad de la convocatoria. Debo advertir que por lo menos yo, como vecino de uno de los sectores afectados por la medida, no fui convocado, citado o invitado a estas instancias sacrosantas de participación y de democracia barrial y ciudadana. Así que esos salones no se llenaron con mi asistencia.
¿por qué la municipalidad se ve forzada a tomar una medida de esta naturaleza si en la comuna lo que prima es la entretención gastronómica por sobre la etílica?
En segundo lugar, parece ser que la medida mete a todos los locales en un solo saco, sin distinguir al que vende solo café y crepés, del que vende alcohol, con o sin tener derecho a hacerlo, haciendo gala de una irracionalidad pocas veces vistas en el planeamiento y en la ejecución de una ordenanza de esta naturaleza. Es lo mismo una botillería, un restaurant, un bar o un cabaret? Ciertamente no lo son.
En general, estos establecimientos, tienen un elemento en común: venden alcohol. Más allá de eso, tienen muy pocas semejanzas, y todas sus diferencias están señaladas y establecidas en la normativa vigente, incluso en la que rige a nivel comunal. Así por ejemplo, un restaurante puede vender una copa de vino sólo si está acompañando un plato de comida, en tanto un bar puede hacerlo sin que exista la obligación de vender adicionalmente un producto comestible. En tanto, a un cabaret le es permitido ofrecer espectáculos en vivo, razón por cual además está sujeto a normas estrictísimas de ruido y sanitarias que los otros establecimientos no tienen.
Parece antojadizo y un tanto discriminatorio colocar en el mismo saco de la medida de restricción horaria a todas estos establecimientos, muchos de ellos titulares de distintos tipos de patentes, ubicados en distintos barrios de la comuna, en los que se viven distintas realidades, y dedicados a distintitos tipos de actividades económicas.
Tanto es así que la misma autoridad comunal ha diferenciado este tipo de locales, al restringir el número de patentes de bar que se otorgan en la comuna. Pero es aquí donde empiezan los problemas del “gato liebrismo”.
Solo unos números para dimensionar el problema: en toda la comuna hay 71 patentes de cabaret, 112 de depósitos de bebidas alcohólicas, y, lea bien, 1.051 restaurantes que representan el 70% de las patentes de alcoholes de la comuna.
En el Barrio Bellavista hay solo 33 bares y/o cabarets y una sola botillería. Todo el resto son restaurantes.
La pregunta compleja es ¿por qué la municipalidad se ve forzada a tomar una medida de esta naturaleza si en la comuna lo que prima es la entretención gastronómica por sobre la etílica? ¿Por qué nos preocupa, por ejemplo, que los comensales de una buena mesa vayan a hacer “pipí” en la puerta de un vecino, como lo advierte sanamente el Concejal Parada del PRO?
La respuesta es clara y sencilla. Los restaurantes en Providencia, en su gran mayoría, funcionan como bares, y por tanto no cumplen, desde un principio con la normativa. Así, por ejemplo funciona la cosa en la Avenida Tobalaba en la totalidad de los locales que ahí se ubican. O sea, son una especie de gato por libre, porque no son lo que parecen.
Lo lamentable, es que esto se habría solucionado si la misma autoridad hubiere sido más rigurosa en el otorgamiento de la patente respectiva. Y aún más importante, si hubiese sido estricta en la fiscalización del cumplimiento de la normativa, no tendríamos la comuna desbordada de bares con rostro y licencia de restaurantes.
Hoy, la Municipalidad de Providencia a través de una limitación horaria está trasladando a los titulares de las patentes y a los ciudadanos el costo de su falta de rigurosidad en el otorgamiento del privilegio de la patente de alcohol. Está trasladando a los usuarios sus problemas en la gestión de fiscalización, que de haberse hecho eficientemente, hubiese permitido dormir tranquilo a los vecinos de la comuna. En fin, nos está haciendo creer que esta medida supera el problema de origen, es decir, nos están pasando gato por liebre.
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Hugo Fernández, La Casa en el Aire