Las seis de la tarde: ese horario mágico en el que uno sale del trabajo. Es entonces cuando a uno le viene a la mente el recuerdo de su infancia en donde veía a Pedro Picapiedra deslizarse por la cola del dinosaurio al escuchar el timbre del fin de la jornada laboral. Para este momento preciso, no hay nada mejor que ayudar al cierre laboral con un buen trago: sentarse tranquilo en una barra con una copa delante y olvidarse del mundo para no trasladar el trabajo a casa.
En pleno centro porteño, bien cerca del Congreso de la Nación, existe un pequeño bar llamado 1745, rebautizado por los habitués de la zona como “la Cueva”; porque es justamente eso: una especie de guarida donde el bullicio de la calle Bartolomé Mitre tiene prohibida la entrada. Se trata de un negocio familiar comandado por Pablo desde junio de 2006. “Los que vienen se sienten como si estuvieran en el living de su casa”, cuenta el joven dueño. Si bien tiene un menú variado de tragos y bebidas, el secreto es llegar a la barra y pedir el trago del día. “Mi preferido es un Aperol con campari, kiwi, frutilla y jugo de naranja, una mezcla bien frutal, pero nada empalagosa”, dice Pablo.
Según cuenta la historia, en el siglo XVII los españoles ya eran conocidos por sus salidas al caer la tarde. Dicen los libros, que –como “buenos borrachos” – estos ciudadanos ibéricos preferían beber antes que comer, y así era como el alcohol hacía efecto más rápido y empezaban las riñas en las diferentes tabernas. Los legisladores de ese entonces sabían que si prohibían el consumo de alcohol su popularidad caería hasta los escalafones más bajos, así que establecieron un decreto simple y claro: los bares debían expender las bebidas con una rodaja de pan encima con algún fiambre o ingrediente distintivo, para que los bebedores tuvieran que comer algo junto con su trago. Así nacieron las famosas “tapas”, porque –como su nombre lo indica– “tapaban” sus copas y antes de beber había que comer. Si bien este decreto ya no existe, la costumbre perduró con el tiempo y hoy las tapas españolas son famosas en todo el mundo.
Pero volvamos al siglo XXI y a “la Cueva”. Para acompañar el trago que recomendó beber, Pablo sigue con sus sugerencias: “A la noche o a la tardecita se sirve comida finger food (para comer con los dedos), y lo más pedido son las picadas de la casa”, que incluyen brusquetas muy variadas, entre la que se destaca una de queso crema de ciboullet y pera –sí, la fruta–.
1745 tiene un público variado, sin embargo, muchos brasileños lo adoptaron como búnker y es donde realizan su “previa” antes de seguir de ronda. Recordemos que nuestra idea era solo relajarse post-salida laboral, así que tenga mucho cuidado que estos simpáticos extranjeros pueden convencerlo de ir a bailar su divertida música a Maluco Beleza, ubicado a dos cuadras del bar. Si logran persuadirlo, ya es una decisión que corre por su cuenta.
En los últimos diez años, Palermo se convirtió en un polo gastronómico importante, y también el barrio al que centenares de empresas trasladaron sus oficinas para evitar el complicado acceso a la city porteña. Así fue como las propuestas de restaurantes con menúes ejecutivos crecieron a la par. Pero no solo durante los mediodías estos lugares revientan de empleados. De 19 a 22 se creó una suerte de “happy hour” especial para los que trabajan en Palermo para disfrutar tragos a precios más bajos, o los simples 2×1.
Los grandes bebedores saben que muchas de las mejores opciones de barra se encuentran en los alrededores de estos centros gastronómicos, donde la atención es personalizada y delicada en cada detalle. Así es como, desde hace ocho años, en la calle Fray Justo Santa María de Oro y la avenida Santa Fe funciona Wherever Bar: un reducto escondido y pensado especialmente para los amantes del whisky, el cual tiene su carta propia colmada de escoceses y bourbons. La bienvenida es una copa de agua y unas batas fritas con sal casera de barbacoa para limpiar el paladar de un largo día de trabajo. En la pizarra ofrecen dos tragos por cien pesos, donde la base es el whisky. Los elegidos fueron dos tragos con menta: Cucumber Julep y Mint Julep. El primero lleva scotch, menta, pepino, limón, azúcar y ginger ale; el segundo, en cambio, es menos amable al paladar que el Cucumber y está hecho a base de bourbon, syrup y menta: fuerte, poderoso, pero a medida que el hielo se derrite se empieza a sentir el dulzor.
Para acompañar estos tragos (que sin dudas necesitan de una base de comida) las elecciones son dos: si uno va con un compañero de trabajo, la tabla de nachos con guacamole es ideal para picar con ganas. En cambio, si uno va solo y el almuerzo fue una simple ensalada, la recomendación es la hamburguesa completa con cebolla caramelizada con papas bravas. Es una opción que reivindica a la hamburguesa y confirma que bien hecha, puede ser también un plato gourmet.
El año pasado, un grupo de bartenders argentinos creó el Movimiento Aperitivo Argentino (MAPA) con el objetivo de revalorizar la experiencia con este tipo de tragos. El movimiento incluye a barmans de renombre como Antonio Soriano, Rodrigo Castilla, Federico Cuco y las bartenders Mona Gallosi e Inés de los Santos. El embajador de este proyecto es el reconocido periodista especializado en bebidas y gastronomía Martín Auzmendi. MAPA realiza diferentes talleres a lo largo de todo el país para unir a los amantes de la gastronomía y la coctelería. Durante el mes de noviembre, en conjunto con Pizza Cero, todos los jueves desde las 19 horas cuatro barmans de Buenos Aires se suman al ciclo “Aperitivo CERO”, ofreciendo cócteles elaborados con Campari, Cynar, Cinzano y Aperol, con el fin de revalorizar estos tragos. Así es como cada jueves, un bartender diferente comandará la barra de Pizza Cero elaborando dos aperitivos de su propia autoría y otros clásicos como Negroni, Americano, Aperol Spritz, Campari Tónica, Campari Orange y Cynar Julep para disfrutar el atardecer del día laboral con buena música y un ambiente relajado. Junto con los tragos, que tienen un 2×1 combinable de 18 a 21 hs., uno puede pedir diferentes fingers foods, pero sin dudas uno de los máximos recomendados por quien escribe es su pan de pizza, una especialidad de la casa.
Alejados nuevamente de Palermo y de vuelta en el centro de la ciudad, Oscar Chabrés es un reconocido barman que tiene su propio establecimiento sobre la calle Maipú, a metros de Avenida Corrientes. Oscar comenzó su carrera hace más de 20 años en la barra del famoso Hotel Claridge, pero desde el 4 de enero de 2008 lleva adelante el bar que tiene su nombre. Oscar es un bartender clásico para quien la coctelería es sin dudas su pasión desde joven. Dicen los especialistas que este alquimista de las bebidas realiza uno de los mejores Negronis del país.
El secreto para disfrutar de este recinto de fieles seguidores es sentarse en la barra y conversar con Chabrés sobre todo tipo de personajes que visitan su bar y sus historias en estos 20 años detrás de una barra. ¿Para comer? La tapa que traiga Oscar, que varía según el día.
Seguimos con las opciones clásicas, así que partimos para la calle Libertad y Avenida Santa Fe. Gran Bar Danzón, como dice el sommelier y periodista Alejandro Iglesias, “es una fija”. Su dueño es Luis Morandi, un reconocido empresario del ambiente gastronómico y propietario también de BASA. Una de las características que sobresalen en sus bares es la búsqueda continua de la renovación y una amplia carta de tragos y vinos, donde sus bartenders tienen la libertad de crear cosas nuevas. Para los aficionados de James Bond, los martinis son una de las vedettes de la barra, tanto con vodka como con gin. Para comer, las opciones son muy amplias y la cocina está siempre abierta, pero para los amantes de los pescados y mariscos la sugerencia son sus langostinos grillados sobre causa peruana de papa y salmón. Es un excelente recinto para conocer gente.
Ahora sí, damos por finalizada la jornada laboral, y volver o no a casa para la hora de comer dependerá exclusivamente de ustedes, pero será difícil no tentarse con algunas copas más o un completo plato de comida. ¡Salud!
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