NO se extrañen que empiece este artículo dejando por escrito mi agradecimiento a Coca Cola por esa campaña de apoyo a los bares que tan entrañable me parece, además de ser un reconocimiento acertadísimo. Leía en un periódico hace unos días la opinión de que “los bares de pueblos pequeños deberían recibir subvenciones porque son un verdadero servicio a la gente”.

Cada cual tiene su médico de cabecera, su peluquero, su carnicero o su pescadero de confianza, compra el mismo periódico cada mañana en el mismo quiosco… Lo lógico es también tener un bar habitual. Allí entras y conoces a varios de la parroquia por sus nombres, por supuesto el dueño o el camarero te conocen a ti por el tuyo. Ese bar de barrio, que lo mismo se llama ‘El bar de Manolo’ que tiene un nombre inglés salido de serie americana, tipo ‘Florida’ o ‘Mayerling’, con el televisor a toda máquina en noches de fútbol y la peña insultando al árbitro. Quizás huela a fritanga, quizás haya papeles en el suelo, o el baño no es que esté en su mejor momento… Pero es TU bar. Un bar es mucho más: es un microcosmos, es un clavo ardiendo al que agarrarnos a veces, cuando estamos tristes, cuando necesitamos una palabra amiga, antes de enfrentarnos al trabajo diario, o cuando queremos retrasar la vuelta a casa para no enfrentarnos con nuestros miedos…

No tienes que explicar cada día si tomas el café con azúcar o sacarina, que no te gustan los boquerones en vinagre o que no quieres la copa de cerveza helada. Da igual que no haya wifi: los clientes (cosa milagrosa) hablan entre ellos. Sabes dónde está el baño, dónde se enciende la luz y te sabes de memoria las obscenidades escritas tras la puerta. Y, por supuesto, “no hay como el calor del amor en un bar”…

Y luego están esos bares a los que uno va cuando sale a divertirse y a pasar un buen rato con la pareja o los amigos. El bar que te ofrece esos vinos (y a veces cervezas artesanales) que no encuentras en ningún otro sitio y a un precio razonable. Ese bar donde el propietario te ve entrar por la puerta y, sabiendo que te gusta el tema y entiendes un poquito de vinos, te hace probar la última novedad y las nuevas cosechas de tus vinos favoritos.

Granada ha desarrollado una buena oferta vinícola en los últimos años. Bares en los que se cuida todo: las referencias que se copean, el tipo de copa, el entorno y, sobre todo, el servicio. Las personas que están al frente o son la cara de estos negocios se saben de memoria lo que hay detrás de cada etiqueta y qué tipo de vino aconsejar a cada cliente, haciéndoles descubrir tanto vinos únicos o raros como disfrutar del “vino honesto de cada día” al igual que si fuera uno de los mejores.

En el barrio de la Catedral, en la calle Tendillas de Santa Paula, encontramos La Bodeguilla de al Lado, un pequeño bar de vinos regentado por una gran sumiller, Fuensanta, donde podrán encontrar etiquetas de toda nuestra geografía y alguna cosita de fuera de esas que, cuando te sirven una copa, te alegran el día. Además, acompaña cada vino con tapas exquisitas y de elaboración casera. Una taberna de vinos entrañable que seguro harán suya.

Quedándonos en el barrio, he de decir que es una pena que el recién reformado y reabierto mercado de San Agustín no se haya subido al carro de esta tendencia de buenos y abundantes vinos por copas: la única vinoteca del mercado solo tiene cinco vinos para copear y seis por botellas… Muy lejos de otros espacios similares, como el mercado de San Miguel en Madrid -el primer ‘mercado gourmet’ de España- o el de La Victoria en Córdoba, donde encontramos numerosos negocios dedicados al vino y donde todos los puestos encierran delicatesen y espacios acogedores para consumir.

Otro de mis lugares preferidos para tomar vinos en nuestra ciudad es La Tana, en la calle Rosario (una bocacalle de la calle Varela), donde Jesús y su hermana Luisa, ejercen de perfectos anfitriones. Novedades y clásicos, hay vinos para todos los paladares, en un ambiente de taberna con solera.

No lejos, en la Plaza de Santo Domingo, está Ajo Blanco, una taberna pequeña en la que Nicolás ofrece gran variedad de vinos por copas y su simpatía.

Y también cerca, en la calle Ganivet, tenemos dos locales de reciente apertura, Tinta Fina y Pinot Noir, del mismo propietario que el bar-restaurante Puerta del Carmen en la Plaza homónima. En los tres locales encontramos una amplia gama de vinos por copas en ambientes selectos y muy “chic”, así como una buena oferta gastronómica, ya sea en raciones o de sus cartas. Pinot Noir nació con la vocación de ser un lugar en Granada donde degustar buenos cavas y mejores champagnes, y quizás, en este caso, la oferta supere a la demanda. Tanto en Pinot Noir como en Tinta Fina pueden disfrutar, además, de una copa de espumoso con una o varias ostras.

Otro lugar, como suele decirse “de toda la vida” es la Casa de Vinos La Brujidera, en la calle Monjas del Carmen. En unos paneles sobre la barra vemos los vinos que ofrecen por copas y por botellas, que van variando cada mes. Un local sencillo pero con mucho encanto -donde yo ya tomaba vinos en mis tiempos de estudiante universitaria…- con una terracita muy agradable en los días soleados de invierno. Y a dos pasos, en la calle Hospital de Santa Ana, junto a Plaza Nueva, encontramos El Pilar del Toro, donde Sergio -tras años trabajando en La Ruta del Veleta- ejerce su buen hacer con los vinos en el marco incomparable de su patio y en el restaurante, donde podrán además degustar los platos de su exquisita y cuidada carta.

Ahora que viene una época de celebraciones con familia y amigos déjense caer por cualquiera de estos locales o mejor, háganse una ruta y visítenlos todos: en alguno de ellos nos encontraremos…