Donde “Los muchachos”

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      …Los muchachos, el tradicional y popular bar del centro de Pereira donde la alegra tiene dos puertas para entrar y salir y una historia de amor que hasta ahora se da a conocer

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      …No es del todo cierto que los sentimientos y los negocios no se pueden mezclar, so pena de que acaben los dos ya que hay parejas que se aman para toda la vida y son emprendedoras. E

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      …Se trata de un sitio amable para la tertulia de amigos, ubicado en el lago Uribe de Pereira. Aqu mostramos un aspecto del interior del bar Los muchachos.

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    Ángel Gómez G.
    El Diario del Otún.

    Donde “Los muchachos” hay una mujer que brilla como una actriz de cine. Permanece aquí día y noche con una presencia y disposición para hacer pasarela.

    Un acentuado maquillaje le pinta el rostro de una alegría contagiosa. No es de gran estatura pero su cuerpo es delgado y armonioso pareciendo más joven de lo que realmente es. Es bueno para un hombre encontrarse con una mujer que permanece vestida de fiesta.
    La actitud es de una persona segura y optimista que cuenta sin que se lo estén preguntando que “soy una mujer feliz”. Ya veremos el por qué de tan rotunda afirmación.

    “Los muchachos” es un establecimiento público de Pereira. Un bar  al que acuden y donde se encuentran hombres jóvenes y otros que aunque ya no lo son se comportan como tales. De esta manera unos y otros disfrutan por igual pero siempre manteniendo el ambiente decente y familiar del negocio. “Nos sentimos como en la casa”, afirman algunos.

    Pasar bueno

    El bar tiene para pasarlo bueno. Permanece de puertas abiertas a la calle 25 y a la cra. 6a. Así llama la atención de todas las personas que van por la calle y los que allí disfrutan tienen otra diversión: ver ir y venir a la gente, identificar y saludar amigos.
    Está en una esquina bien plantada. Alegre y con vida propia. Alguien llegó a compararla con una de esas chapoleras que en las Fiestas de la Cosecha desfilan bailando bambuco.

    La vocinglería de los muchachos se escucha desde la calle. El peatón los observa y envidia la vitalidad y buena calidad de vid, y hasta es salpicado por el olor de la cerveza y el aguardiente que se consume allí. Parece mentira pero ver a la otras personas pasarlo bien, es otro entretenimiento sano.

    El espacio de este establecimiento no es mayor que el de la sala de una vivienda moderna. Apenas se pueden acomodar 7 mesas en cuyas bases se alude a la cerveza Poker.
    Las sillas que acompañan a las mesas son bastante finas. Hechas para que resistan el movimiento entusiasta de los cuerpos de los muchachos. Los mismos que se levantan, mueven y vuelven a sentarse  a medida que apuran el consumo de licor.
    Es que eso tiene la cerveza, obliga al que la bebe a cortar tertulias y estarse ausentando de la mesa por unos minutos.

    El pequeño salón está decorado con dos grandes espejos donde los muchachos pueden mirarse y ver el estado de embriaguez al que han llegado. Ese mismo espejo les dice que no se excedan en el consumo ya que la embriaguez no se le puede ocultar a nadie.
    En la parte superior de los espejos una galería de pequeñas fotografías de esos hombres y mujeres  que se rompieron el corazón cantando y de esta manera lograron la inmortalidad.

    Hinchas
    Cuando juega la Selección Colombia, “Los muchachos” se convierte en un estadio y la clientela con el tricolor pintado en el pecho se convierte en la barra más entusiasta. Hasta cantan  los goles con el narrador de fútbol que tienen al frente, en la pantalla del televisor.

    El partido de fútbol se vive con los amigos y con cerveza fría, y donde “Los muchachos” se encuentran todos y se celebran triunfos y derrotas. ¡No importa!
    A veces acuden tantos que muchos no encuentran mesa disponible y optan por sentase sobre el peldaño que hace la entrada por la carrera 6a. Lo más descomplicado del mundo.

    Alegría
    Donde “Los muchachos” se siente la alegría. Como lo pueden ver la clientela es dicharachera. Hasta los más adustos se vuelven expresivos. Tampoco faltan los abrazos y los besos porque un brindis es motivo para las congratulaciones.

    Muchas veces en el bar se nota la presencia de mujeres atractivas y alhajadas. Las llevan los muchachos al considerar que aguantan tan sobrada alegría y aspavientos.
    Saben que allí todos se tratan con confianza porque nadie es forastero. A pesar de todo hay respeto. Quizás porque en la administración permanece una mujer proyectando buena imagen.
    Las puertas de esta alegría se abren desde las primeras horas de la mañana y se cierran a la media noche, un poco más tarde los fines de semana. Aquí se le madruga a la diversión pero se llega temprano a casa y de paso se contribuye a la morigeración.

    El amor
    ¿Y dónde está el amor?
    No se preocupen que está lo más de bien guardado: en el corazón de la mujer descrita al comienzo. En el corazón de Amparo González y de su esposo Carlos Osorio quienes figuran como propietarios y administradores de un negocio que existe hace más de 20 años en el mismo sitio del centro de Pereira.

    Amparo cuenta con satisfacción imposible de ocultar que allí mismo, cuando apenas era una empleada de  “Los muchachos” y los dueños eran otros, hace un poco más de 2 años, le llegó a sus ojos la mirada dominante de un hombre, asiduo visitante de este bar.

    “Me llegó como el Dios del Amor, disparando flechas y una de ellas me dio en el corazón. Se trataba de Carlos Osorio, el mismo que hoy es mi esposo”.
    Sí señores, Carlos vio en Amparo la mujer con quien hacer vida y le gritó como si hubiera enloquecido que la amaba.
    Ella le trinó que, “antes de conocerlo su corazón lo quería”.

    Lo compraron
    Por esos mismos días Carlos se dio cuenta que el bar estaba en venta y para no perderla y seguir viéndola en el negocio le propuso que lo compraran entre los dos.
    El se conseguiría el dinero y ella pasaría a ser copropietaria y administradora. Y así se hizo y se amarraron dos corazones que iban sueltos por la vida.

    Al mismo tiempo rompieron el mito de que los sentimientos no se pueden mezclar con los negocios porque ambos se acaban.
    Este no fue el caso de Amparo y Carlos que siguen amándose con igual intensidad y haciendo buenos negocios.
    ”Es que con las dos cosas me ha ido bien, con el amor tuvimos un niño,  hoy de 9 años, y con el bar vivimos los tres dignamente”, manifiesta Carlos Osorio.

    Como ya dije el establecimiento tiene una historia larga de 20 años. En cambio la de los actuales propietarios es corta pero llena de amor y emprendimiento.
    Los dos permanecen en el negocio, juntos, y ninguno se atreve a huir porque como subraya Amparo, “no hay dinero para liquidarlo y pagarle las prestaciones”.

    Mujer feliz
    De verdad que Amparo González es una mujer feliz. Podría decir que feliz a gran altura. Siempre “montada” sobre los zapatos de tacones altos que es la prenda que da más elegancia a la mujer.
    Y piensa bien porque conservar la presencia atractiva conlleva a mantener el amor cuando se vive en pareja.

    Si es cierto que el amor es instinto también lo es que debe tener algo bonito.
    “Ángel, es que el amor no es tan ciego como se dice; todo lo contrario, el amor mira con unos ojos enormes”.

    Y lo mejor de todo, mira de frente y de manera intensa.
    ¿Desean conocer a los protagonistas? Vayan a donde “Los muchachos” Está ahí a unos cuantos metros del lago Uribe Uribe para que se contagien de amor y de alegría.

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