EN la Calle Argollones, bocacalle de Alcalde Muñoz, está el Bar Plaza. Su dueño, Paco Plaza, es continuador de una saga familiar que impuso en Almería los soldaditos de Pavía, tapa típica madrileña a base de una gran molla de bacalao rebozado.
TRADICIÓN FAMILIAR
Los padres de Paco Plaza abrieron el Bar El Disloque, en la calle González Garbín, en los años 60. Ahí pusieron en marcha su tradicional cocina con el bacalao como materia prima e implantaron en el tapeo almeriense los soldaditos de Pavía, cuya peculiar elaboración les daba un sabor, una textura y una presentación sin igual. Los soldaditos, hirvientes, se servían -y se sirven- solos o acompañados de salsa de tabernero, otra tapa artesanal, formando un bocado exquisito.
JUVENTUD
A comienzos de los 70 el Disloque se trasladó a la calle Argollones, a un amplio local donde dispuso de un salón para mesas, cambiando su nombre a Espinosa -segundo apellido familiar-. Pero siguió siendo conocido, como ahora, por el bar de los Soldaditos: “¿Nos tomamos unas cañas en los Soldaditos?”, decíamos. O “¿vamos a los Soldaditos?”. Incluso “¿vamos a los Soldis?”.
Como no había veraneo, los jóvenes salíamos a última hora de la tarde, cuando las muchachas habían acabado de secar sus largas y lacias melenas al sol tibio primaveral en las azoteas de los barrios mientras en el “picú” escuchaban aquel himno hippy, tan meloso y esperanzado:
Wight is Wight /
Dylan is Dylan /
Wight is Wight /
¡viva Donovan! /
Es como una luz /
en la oscuridad, /
Wight is Wight, /
hippy, hippy, py,/
(Kerouacs: Isla de Wight, 1969)
Quedábamos en Calzados Baldó, en la Puerta de Purchena, y bajábamos el Paseo hacia el Parque. Íbamos al cine o a bailar a los dominicos, y, si había posibles, nos acercábamos luego al Bar Espinosa -el grupo de jóvenes parejas de novios teníamos nuestra mesa junto a la ventana- a tomar unas cervezas antes de la vuelta a casa: con un par de soldaditos de Pavía casi habías cenado.
SUS FAMOSOS VIDEOS
Hoy el Bar Plaza, en el mismo local de siempre, se ha modernizado. Su repertorio de tapas ha aumentado, y Paco y Carmen sirven ahumados de salmón y bacalao, jamón con roquefort, boquerones fritos, migas con sardinas, rebozados de todo tipo, pimientos de Padrón fritos, ensaladilla rusa, taberneros, pinchitos, hamburguesas, tocineta con huevo, patatas a lo pobre con huevo, callos, trigo… Todo, siempre, recién hecho y caliente. Naturalmente, la tapa base de su cocina siguen siendo los tradicionales soldaditos de Pavía. Paco, además, ha conservado la costumbre familiar de obsequiar al cliente con un platito de aceitunas, de almendras peladas o, lo mejor, de cacahuetes recién fritos, mientras espera la tapa. Con todo, lo mejor es el ambiente que crea con videos musicales de grupos y cantantes de los prodigiosos años 60, los discotequeros 70 o los 80 de la movida:
Bares, qué lugares /
tan gratos para conversar./
No hay como el calor /
del amor /
en un bar./
(Gabinete Caligari. 1986)
UNA NUEVA ETAPA
Ahora, Paco y Carmen -a los que dediqué mi primer libro, “Soldaditos de Pavía” (Arráez, 2011)- están ilusionados con la nueva etapa que se les abre con la instalación de una pequeña terracita en la que ya empiezan a poner desayunos también desde muy temprano. A ver si el Ayuntamiento les ayuda con la instalación de unos sencillos bolardos que impidan la ocupación de ese espacio tan importante para el Bar Plaza: el de los soldaditos de Pavía de siempre, en Calle Argollones. Nos vemos allí en agosto.