Nuevo descubrimiento en la lista de cosas que alguien debería importar a las cafeterías más cercanas a nuestras casas (y da igual que nuestras casas no estén necesariamente cercanas: esto deberían importarlo para cerca de mi casa y también de las vuestras): existe un bar en Nueva York que hace una especia de barra libre de historias. Puedes leer lo que te ofrecen (hay una newsletter también para llegue a tu correo) pero nunca sabrás quién lo ha escrito. Puede ser el repartidor de los refrescos, puede ser una adolescente o puede ser un autor de los que publican en la prestigiosa The Paris Review (al parecer los hay) para los lectores será totalmente indiferente.
La iniciativa se llama Literate Sunday y tiene detrás, por supuesto, a unos fans entregados de la literatura. Y un bar. Todo empezó como un juego literario entre amigos. Querían compartir sus historias pero no querían que los demás supiesen quién había escrito qué. Y de ahí dio el salto a lo demás. Uno de ellos estaba estudiando literatura y tenía una imagen bastante crítica de cómo se la enseñaba.
“Cuando estaba haciendo algunas asignaturas de grado, ponían mucho énfasis en de dónde era el escritor, si era un hombre o una mujer, de que país era”, explica Matthew D’Abate, el creador de esta historia, en declaraciones a The New York Times (que es el periódico que ha hecho que el resto del mundo conozcamos que existe). “El objetivo de Literate Sunday es eliminar, si no subvertir, la idea de la fama, eliminando el ego y los nombres de las piezas y dejando que la historia pueda hablar por ella misma”, apunta. Todo el mundo juega en igualdad de condiciones y el texto es juzgado únicamente por lo que es.
Cada semana lanzan 5 historias, de todas las que han recibido, que los lectores pueden coger en el bar y leer mientras toman algo. Como explica D’Abate al Times, las reacciones de los lectores son de lo más sorprendentes (quizás, podríamos añadir, porque tenemos tantos prejuicios sobre quién escribe como sobre quién lee) y los que van a coger su texto del día son lectores de lo más variado.
Y bueno, Nueva York nos queda un poquito lejos… pero en su Facebook apuntan que para recibir las historias solo hay que mandarles un mail.
Foto Jeff Kubina
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