Año 2008: aparece por primera vez el concepto gastrobar. Año 2014, no hay ciudad que carezca de su ruta de gastrobares, también llamados bistrôs. ¿Efecto de la crisis o tendencia? Los analistas gastronómicos ponen énfasis es que se trata de una evolución lógica, del bar de toda la vida a un local de tapas y pinchos moderno, del siglo XXI, generalmente respaldado por un cocinero de prestigio, que de este modo aproxima la alta cocina en miniatura a un público más amplio y joven, y a partir de unos precios asumibles.
Los gastrobares se ubican en las zonas más transitadas de las ciudades y generalmente se trata de locales en los que el diseño juega un papel fundamental, ya que la puesta en escena también está especialmente cuidada en cada ración, en cada pincho, en cada plato…
Aquí las cartas son informales, frescas, atractivas, con especialidades de mucha rotación y basadas en materias primas de alta gama… Sus barras cautivan al cliente, de entrada por la vista; están llenas de vistosos pinchos, muchos de los cuales se elaboran al momento en la cocina aplicando técnicas contemporáneas. En definitiva, se trata de conceptos y recetas tradicionales con técnicas de vanguardia.
La clientela, generalmente de perfil joven, también valora que en los gastrobares se pueda acceder a buenos vinos que se venden por copas y a una amplia variedad de cervezas, muchas de elaboración artesana.
El precio medio de un picoteo en un gastrobar puede estar entre los 15 y los 20 euros, disponiendo algunos de ellos de comedor en el que ofrecen menú degustación o diario.
Algunos ejemplos de gastrobares son Asubio, Casa Lita, El Grand Cru, Tapas 53, Casa Ajero o Trece Lunas en Santander, y Los Pecado (El Palacio) y Bar Toño, en Torrelavega.