Las lágrimas de Manuel en el bar La Muralla, regentado por Antonio, por no haber pagado el décimo de lotería premiado en el sorteo de Navidad del anuncio mientras el resto de la clientela festeja el premio evocan una historia real, la de un otorrinolaringólogo palentino –madrileño pero afincado en Palencia desde 1978–, que es el germen del bombazo publicitario del año. Y es que Enrique de Soto, médico ya jubilado, frecuentaba el bar del Hospital San Telmo donde trabajó tantos años, y como era costumbre entre los clientes compraba la lotería a la venta, sobre todo la más popular, la más entrañable, la de Navidad.
En aquel diciembre de 1996, Enrique de Soto no llevaba entonces aquellas 3.000 pesetas, por lo que pidió al gerente del establecimiento hostelero que le guardara un décimo. Y volvió el día 20, dos días antes de que los niños de San Ildefonso cantaran los premios, con tan mala suerte que el hostelero se había olvidado de guardarle el décimo y que la lotería se había acabado.
Quizá se llevó cierta desilusión, no lo recuerda, también porque «prefiero tomarme las cosas como son, sin arrepentirme de lo que he hecho, viviendo el momento, sin recurrir al pasado, que puede resultar doloroso y sin mirar demasiado al futuro, que no está hecho», afirma Enrique de Soto dieciocho años después de que los bombos de Loterías y Apuestas del Estado dejaran en aquella cafetería del Hospital San Telmo 2.880 millones de pesetas en el tercer premio del sorteo, que recayó en el número 56.690.
La cierta desilusión por quedarse sin el décimo dos días antes se tornó en «una enorme cara de estúpido», confiesa, recordando los lamentos de su entonces esposa y la incredulidad de su madre, que murió tres años después sin creerse que no había resultado afortunado como otros compañeros del hospital, «que por aquel entonces hubo quienes se compraron unas buenas casitas», dice. «Enhorabuena Enriquito, gastátelo con fortuna», parece estar aún oyendo Enrique de Soto a su madre, que una y otra vez durante casi tres años le reprochó no haber recibido ni un solo regalo de su hijo gracias al dinero de la lotería.
Entonces no le tocó, pero este año ya le ha tocado el gordo. Es la misma reflexión que hace su sobrino Juan García-Escudero, el publicista del anuncio y director general creativo de Leo Burnett, la empresa que resultó ganadora del concurso convocado por Loterías y Apuestas del Estado, valorado en 840.000 euros.
Y es que el creador del anuncio –aunque insiste en que es uno más de un equipo de producción– había oído varias veces esta historia en casa, aunque reconoce que tampoco reprodujo todos los detalles en el guión con el que concurrió a la adjudicación, en la que Leo Burnett resultó elegida entre dieciséis firmas aspirantes. «En el pliego, se insistía en el concepto de compartir, y tuvimos muy claro que la lotería de Navidad es la única en la que la manera de jugar es esa, compartiendo en el bar, en la peluquería, en el trabajo», explica Juan García-Escudero. Ydesde luego que con esa historia de fondo, no pudo sino pensar en su tío Enrique, el desdichado Manuel del bar La Muralla, aunque al anuncio quiso darle un final más feliz.
Pero también la historia de Enrique ha acabado bien, porque toda la familia ha festejado por adelantado el premio de ser los protagonistas del ‘spot’ televisivo con más bombo de todo el año. Porque el premio es compartirlo.