Hoy, todo el mundo en Plasencia sabe dónde está la Cervecería El Globo y quién la regenta. Juan Castellano sabía que ubicarse en la plaza Mayor era tener un éxito casi asegurado en la profesión y sus expectativas se han cumplido. Se siente satisfecho, orgulloso del trabajo realizado al frente de su negocio; del tiempo que le ha dedicado a él y a sus clientes y también de haber sabido disfrutar de tiempo para su ocio y su familia.

Precisamente, junto a su mujer, Pilar Flores, decidió pagar una cantidad millonaria por el traspaso del local, “el traspaso más caro que se pagó en la plaza Mayor”, recuerda. Fue en el año 1990 y comenzaron él, su mujer en la cocina y un camarero. Su hijo Fran estudiaba y también les ayudaba en sus horas libres.

Comenzó con una filosofía clara: “Trabajar muchas horas; poner mucho empeño y ofrecer limpieza, buen servicio y calidad, que era lo que demandaban los clientes. Entré muy apretado en cuestión de dinero, pero me alegro de estar en la plaza Mayor”.

Aquí llegó después de haber comenzado en las hostelería a los 11 años. Fue camarero en la puerta Talavera, después en Alicante y de vuelta se quedó con el bar Rafael, de nuevo en la puerta Talavera. Era uno de los locales que podían abrir las 24 horas del día para dar servicio en carretera gracias a una autorización de la Delegación del Gobierno. “Eran bares conflictivos porque de madrugada iba gente ebria, pero se llevaba bien. Hasta que empezó a llegar la droga y entonces el negocio se convirtió en peligroso porque llegaba gente que había mezclado alcohol y droga y lo dejé”.

Tomó entonces una de las decisiones más importantes de su vida, pagar el traspaso del Globo. “Puede haber comprado por el mismo precio La Quimera, de 250 metros y reformada, pero me arriesgué porque pensé que el negocio iba a ser mejor aquí”. No se equivocó.

Se especializó en la cerveza y cuenta con 25 tipos de cervezas de importación y también se especializó en platos como las ancas de rana, los caracoles y el venado, “productos que nos hacen diferentes”. Desde el primer momento, el bar contó con una terraza, actualmente con 18 mesas, y Juan le da mucha importancia. Considera que, hoy día, “mantenerse solo con una barra es difícil”. Sobre todo tras la ley antitabaco y porque ha cambiado la filosofía de los clientes y “ahora se come mucho en las terrazas y nosotros tenemos una amplia carta de raciones y platos combinados”.

Otra cosa de la que no tiene dudas es de que “el negocio ha funcionado también gracias a mi mujer, que siempre me ha apoyado y ayudado mucho”. Y cuando él decida jubilarse –algo en lo que de momento no piensa porque disfruta con su trabajo– sabe que su hijo Fran se quedará con el bar.

Seguirá pues en la familia y seguirá manteniendo el trato familiar con los clientes que él elogia. “Este tipo de bares familiares son importantísimos, somos como el confesionario de los clientes, porque muchos nos cuentan sus problemas”.

Además, por su trayectoria y por sus tapas ha recibido premios y se mantiene fiel al sistema de calidad turística, una distinción que El Globo tiene desde hace años. Pero además de trabajar, Juan está satisfecho porque a lo largo de su vida ha disfrutado de tiempo para el ocio, lo que en su opinión es fundamental para sobrellevar el negocio.

Tiene claro que “al cliente hay que darle lo que es suyo y tú cobrarle lo que es tuyo y nunca escatimar con el negocio”; valora mucho a los hosteleros de Plasencia y no duda de que “si volviera a nacer, volvería a ser hostelero. Esta es una carrera tan importante como cualquier otra”.