El alcohol está en el aire. Al entrar, el cliente queda envuelto en un rocío de alcohol que en menos de 40 minutos es capaz de producirle desde una borrachera leve hasta una intoxicación.
Sam Bompas y Harry Parr son los encargados de llevar a cabo esta innovación.
Para ingresar se necesita usar un traje plastificado que evita que los vapores del gin se impregnen en la ropa.
Vea cómo se vive esta extraña experiencia: