Alberto Aguirre M.

Además de su reputación como penalista especializado en “tumbar” varias extradiciones emplazadas por el gobierno de Estados Unidos, el abogado Eduardo Sahagún Llamas acapara el dudoso honor de haber trabajado para dos causas aparentemente insalvables, de personajes apodados “Jota-Jota”. El primero, hace tres años, era el encargado de finanzas de los hermanos Beltrán Leyva y fue aprehendido por las fuerzas federales, como presunto responsable de la agresión que sufrió el futbolista Salvador Cabañas en el Bar Bar.

El segundo JJ que ahora defenderá es el venezolano José Juan Rendón, quien fue destituido como estratega en jefe de la campaña reeleccionista del presidente Juan Manuel Santos. Los oficios del litigante mexicano son inocuos en esos ámbitos, pero muy efectivos en lo que podría afrontar el defenestrado consultor político: su destierro de Miami, por haber hecho tratos turbios con los capos colombianos.

Radicado en aquella urbe de Florida desde hace tres años, perseguido por el gobierno de Nicolás Maduro, Rendón es propietario de dos departamentos de hiper-lujo en una torre ubicada frente a la bahía de Brickell. Vecino de Silvester Stallone, Sean Connery y otras estrellas de Hollywood, se mantiene fiel a sus costumbres y alimenta los mitos del personaje que creó en México hace una década.

Siempre de filipina negra, budista y practicante de las artes marciales japonesas, el consultor político vivió en un departamento a dos cuadras del Club Libanés por el que desfilaron decenas de políticos a los que exigía despojarse del calzado y filmaba en secreto.

Era 2004. En los tres lustros previos, Rendón afirma haber dirigido más de 5,000 campañas; 23 de ellas presidenciales: dos en su país natal (Pérez y Rafael Caldera) y a su lista se incorporaron, entre el 2009 y el 2012, el hondureño Porfirio Lobo; el colombiano Juan Manuel Santos y el mexicano Enrique Peña Nieto, entre otros.

Los integrantes del war room de Peña Nieto niegan enfáticamente que Rendón haya participado en la planeación de la campaña, pero dirigentes del PRI confirmaron su intervención en uno de los capítulos decisivos de la contienda: la filtración de una grabación que involucró al consultor uruguayo Luis Costa Bonino en la recaudación ilegal de fondos para la campaña de Andrés Manuel López Obrador, que sirvió para frenar el momentum favorable al izquierdista, a mitad de la contienda presidencial.

Fue el ajuste final de un pleito prolongado, Costa Bonino había conseguido sus primeros clientes en México en las elecciones del 2006, gracias a Rendón, quien asesoró a Jesús Aguilar Padilla, en Sinaloa; mientras que el consultor ecuatoriano Carlos Farah trabajó para Melquiades Morales, en Puebla.

Rendón llegó a México en 2001 y durante el siguiente lustro asesoró a más de un centenar de políticos mexicanos; ninguno de ideología conservadora. “Nunca podría trabajar para los panistas”, refirió por primera vez en una entrevista para el semanario Enfoque, del diario Reforma, “quizá ellos aceptarían mi metodología, pero yo nunca aceptaré sus ideas retrógradas”.

Era el verano del 2003. El consultor venezolano trabajaba con el productor colombiano Alejandro Gavira colombiano y el publicista argentino Roberto Gaudelli en la restauración de la imagen pública de la maestra Elba Esther Gordillo, quien entonces había dejado la presidencia del gremio del SNTE para ocupar simultáneamente la secretaría general del PRI y la coordinación del grupo parlamentario de ese partido en la Cámara de los Diputados.

Rendón llevaba cinco años en México. En el verano del 2001 apareció en la campaña del PRI a la gubernatura de Michoacán, pocos días antes de que Alfredo Anaya Gudiño, un empresario que había aceptado ser postulado por esa formación política, debatiera con el puntero de la contienda, el perredista Lázaro Cárdenas Batel, cuya juventud y carisma contrastaban con el estilo rústico y parsimonioso del empresario.Una hora antes del encuentro, Anaya desapareció de la escena pública. Afuera del centro de convenciones donde se transmitiría el debate, sus asesores explicaban que en el camino, había sufrido por ese “atentado” y aunque el candidato priista redujo su desventaja en la recta final de la campaña, perdió por más de 20 puntos. Rendón, por primera vez, estaba en entredicho.

De la tierra caliente, se trasladó al trópico, cuando se convirtió en el estratega de Roberto Madrazo Pintado, quien posteriormente lo llevaría a Tijuana y a Ciudad Juárez, donde consiguió mostrar las bondades de su método.

En 2006 estuvo en el equipo de estrategas contratados por la lideresa del magisterio mexicano, quien había sido expulsada del PRI por Madrazo y buscaba revancha. La elección presidencial de ese año se resolvió a favor del PAN por 250,000 votos. Madrazo quedó en tercer lugar y Rendón regresó a trabajar con candidatos priistas, al tiempo de que asesoraba a Elba Esther.

“Dale un madrazo al dedazo”. “¿Tu le crees a Madrazo? ¡Yo tampoco!”. “Uno de tres”, son lemas que Rendón presume haber confeccionado. “Yo no soy consultor político. Ellos son unas putas y nunca me he vendido a nadie”, dijo unos días antes de la elección presidencial del 2012 en Guadalajara, durante su presentación durante la Cumbre Mundial de la Comunicación Política.

En su departamento de dos pisos en un islote frente a Miami Beach, Rendón atesora sus katanas y una colección de alta relojería que testimonia su relación con medio centenar de políticos de América Latina. Mientras amainan los escándalos, se alista para invertir en una productora de contenidos televisivos para lo que sería el primer “canal binacional” en la televisión de paga, que busca a enlazar a los migrantes mexicanos radicados en Estados Unidos con sus familias.

 

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