POR RAQUEL RODRIGUEZ
Nunca se ha llamado el Quintn , pero as se conoce al bar La Perla del Valle, ubicado en el Rosal de Ayala y el ms antiguo de la plaza Luis de Ziga. El prximo 12 de octubre cumplir 46 aos porque fue el da del Pilar de 1968 cuando Quintn Carrin y Marcelina Dniga abrieron el establecimiento, que fue su primera incursin en la hostelera y por el que ya han pasado tres generaciones de la familia, porque actualmente lo regentan su hijo y su nieto.
Cuenta su hijo, Luis Carrin Dniga, que sus padres eran del Valle, de Jerte y Cabezuela, y emigraron al Pas Vasco en busca de trabajo. Su padre pasaba a menudo a Francia y despus se marcharon 6 aos a Crcega. Pero tenan familia en Plasencia y, en unas vacaciones, Quintn se fij en las obras del edificio que hoy ocupa el bar y compr el local y un piso.
Tiempo despus, abrieron La Perla del Valle, un nombre elegido por su hijo, que entonces tena 13 aos. El alcalde Serrano Pino les dio la autorizacin para las obras y la apertura y Luis Carrin recuerda que, ese da, su padre dijo “que no se sirviera a nadie hasta que no llegaran las autoridades. El bar estaba a reventar, pero as se hizo”. Su madre estaba en la cocina y l ayudaba los fines de semana y festivos.
Hasta que en 1989 Quintn Carrin tuvo que ser operado de corazn y su hijo, con 24 aos, se puso al frente del negocio junto a su mujer, Rosa Martn. Luis reform el bar, a excepcin de la barra y un mural pintado directamente en la pared por Landi . De esos aos, recuerda que “tuvimos el segundo televisor en color que se instal en Plasencia y solo daban en color las corridas de toros, que tenan mucha aceptacin, y despus, el ftbol”.
Destaca tambin los pinchos que han servido siempre. En sus inicios, “por dos pesetas ponamos una sardina, un trozo de pan y un chato de vino”. Han seguido fieles al pescado del Jerte y al vino de la tierra y “desde el principio, todos los domingos se ha servido paella a partir de las doce”.
Luis ha visto evolucionar el oficio. “Primero nos traan barriles y tenamos que meter el espadn. Adems, tenamos una mquina de msica y todas las Nocheviejas haba baile”.
El 95% de los clientes de entonces ha fallecido, pero Luis se acuerda de ellos. Porque este bar siempre ha ido ms all de lo econmico. “Nuestra intencin siempre ha sido que la gente se sintiera como en casa, cmodos y volviera. Hemos intentado ayudar a quien hemos podido porque buscar solo lo econmico es una equivocacin”. Vecinos y turistas repiten y est muy agradecido al barrio, a Plasencia y a sus clientes forneos. Luis recuerda ahora todo el sacrificio. “Estuvimos diez aos sin cerrar ni un solo da”.
Adems, se mantiene fiel a las enseanzas de su padre –su recuerdo le emociona– y subraya. “El peda educacin. Prefera a quien vena sin dinero que a quien lo haca sin educacin y respeto”. De l tambin ha mantenido la costumbre de pagar a todos los proveedores en el momento. “En estos aos, nunca hemos rechazado una factura. Aqu no entra nada si no tenemos dinero para pagar. Mi padre me deca: Cuando cierres el bar y hagas caja, no pienses que ese dinero es tuyo, lo primero pagar y, si queda algo, eso ya es tuyo”.
Ahora que echa la vista atrs dice con emocin que “si no hubiera tenido el apoyo de mi mujer y mi hijo, esto hubiera sido imposible”. Se enorgullece al hablar de su hijo Luis, que con 34 aos le ayuda en el negocio y al que califica de “carioso, atento y encantador con la gente”. Ahora piensa en los 6 aos que le quedan para jubilarse y le gustara que su hijo no siguiera en el bar, por los sacrificios que conlleva, y venderlo. Eso s, “no me gustara que lo cambiaran”.