El viejo y el bar


José Manuel Ponte

Así, con ese título, que recuerda el famoso relato de Hemingway sobre aquel viejo marinero cubano que soñaba con pescar un pez enorme, hacía bromas el escritor asturiano Faustino F. Álvarez con un proyecto de novela que él tenía respecto de un viejo periodista que iba de bar en bar en busca de inspiración y de algo de compañía. Nunca pasó del título, como suele ocurrir con algunos de los mejores proyectos vitales, pero me lo contó muchas veces en la cafetería del hotel Ramiro I o en los muchos bares que hay en las inmediaciones de LA NUEVA ESPAÑA entre la calle Calvo Sotelo (el protomártir) y la plaza de la Gesta (la gesta de la defensa de Oviedo contra el asedio republicano), porque la capital del Principado mantiene intacto el callejero de exaltación franquista.

Pasé muy buenos ratos con Faustino, que era un tertuliano muy ameno y dotado de esa malicia imprescindible para mantener viva la conversación y a los camareros atentos a servir una ronda más de copas. Era el año final de la dictadura y fueron los primeros de la transición a la democracia cuando yo fui destinado a LA NUEVA ESPAÑA como redactor jefe. Eran los años también en que los periodistas estaban pluriempleados para poder alcanzar un sueldo decente y trabajaban en lo que podían. Y LA NUEVA ESPAÑA, pese a ser el periódico de más tirada e influencia, no era una excepción. Unos eran funcionarios de Cultura o de Mutualidades, otros empleados de una empresa hidroeléctrica, de una entidad financiera, de una firma publicitaria o de una central lechera. Y varios compartían el periódico con actividades informativas en la radio y en la televisión o ejercían de corresponsales de agencias de prensa y de periódicos de Madrid o de Barcelona. Las incompatibilidades y las dedicaciones exclusivas no se conocían, o eran una rareza, y había que tener algo de manga ancha para no agobiar a los que se dedicaban a tantas cosas.

Recuerdo que en una ocasión hablé con Faustino, que era el jefe de la sección regional, de la necesidad de convocar a los corresponsales de las comarcas para explicarles que los nuevos tiempos políticos nos obligaban a dejar de ocultar los conflictos (como era obligado en la dictadura) y pasar a dar dar noticia de todos ellos. Estuvo de acuerdo y organizó un almuerzo en Casa Fermín. La mayoría entendió que entrábamos en un tiempo nuevo y de más aliciente profesional. Salvo un veterano de un pueblo de la costa. El hombre se quejó de que en su lugar de residencia sólo existiese una pequeña fábrica de conservas donde trabajaban de temporada unas mujeres. “Me temo que allí no haya muchos líos que contar”. Al salir, Faustino y yo comentamos, divertidamente, lo rápido que se pasa de una consigna a otra. Cuando vivía, Faustino F. Alvarez fue director de “La Voz de Asturias” y del centro regional de RTVE, tertuliano de la COPE, de la SER y de Onda Cero y columnista de varios periódicos. Para el último libro que publicó me envió un cuestionario y me pidió una foto. Fue la última vez que hablé con él.

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