“Estábamos en la lista negra de APA en tiempos de Stroessner”

–¿Desde cuándo con la música?

–Yo cantaba con mi esposo a dúo desde que me casé, a los 20 años, en 1944. Me decían “Alondra Guaraní”… Me premiaron muchas veces: en el Festival de Takuare’ê (2010), estuve entre las “300 mujeres sobresalientes” que fueron homenajeadas por la Defensoría del Pueblo en el año 2000, como poetisa y compositora. Fui premiada por APA (Autores Paraguayos Asociados). Este sábado tenía otro homenaje organizado por APA con la presencia de conocidos músicos.

–¿Cómo se conocieron?

–Fue un 30 de agosto, el Día de Santa Rosa, la patrona de mi pueblo, Costa Fleitas (Areguá). Él era capataz de obra en el ramal Capiatá-Areguá de una constructora norteamericana de rutas. Estábamos en la fiesta patronal cuando apareció. Era un churro atómico (bromea) con su guitarra. Me enamoré a primera vista.

–Arribeño…

–Él era de Caballero Pueblo. Ha aháma hendive (me fui enseguida con él). Estuvo conmigo hasta que murió hace nueve años. Nos fuimos a Encarnación donde continuó en obra hacia Hohenau. Allí nos casamos. Él era músico. A los 17 le puso música a la poesía de Emiliano R. Fernández.

–¿Cuál?

–Penera’arõvo (Esperando), que habla sobre los sobrevivientes de la Guerra del Chaco. Emiliano iba a (el pueblo de) Caballero a visitar a su novia. Él escribió esa obra en el Hospital de Clínicas cuando se recuperaba de sus heridas de la Guerra. Le gustó muchísimo la música. “Péva ya opytáma”, le dijo Emiliano: “La che letra ne músicare”. Ese grabó Quintana Escalante, Yudy Sánchez y otros conjuntos más. Se sigue grabando… También es conocida Kokuerero purahéi…

Vino la Revolución del 47 ha opa la ruta, opa la Paraguay con el ñerãirõpa guasu. Sobrevivimos. Vinimos de Encarnación por parte. Llegamos hasta Ypané y después Asunción. Compramos esa propiedad de Morquio y Cerro Corá. Carretíllape la che ména ombyaty la yvy (en carretilla mi esposo juntaba arena). Tenía muchos pozos. No había calle.

–¿Ya estaba el bar?

–Sí. La música atrae como la flor a las abejas. Mi casa fue lugar de reunión de infinidad de músicos. Nosotros formamos conjunto con Lorenzo Leguizamón. Él fue el arpista y nos íbamos de gira por los bares nocturnos, por ejemplo, El Palenque. Nuestro conjunto se llamaba “El Imán”, el nombre del bar-almacén.

Emiliano estuvo por mi casa en El Imán. Un día se fueron con mi esposo a serenatear tuichaite tráncare lo do véa (excedidos de copas). Haimetete oñenupã la Emiliano” (por poco no le pegaron). Karia’y nde argélva, irretovado (de pocas pulgas). Ramón Paredes ra’y haimetete ombuepoti ichupe. Me enteré después.

–Era como el bar Panuncio (de Eusebio Ayala y 22 de Setiembre).

–Exactamente, como Bar Juventud. Con decirle que no solo se iba Emiliano, también se iba Emilio Bobadilla Cáceres. Me dedicó una letra y música que está en el disco que sacamos el 15 de setiembre.

–¿Cómo se llama?

–Hechapyráva.

–¿Qué quiere decir?

–Una buena persona digna de verse, cortés, amable, reconocida, persona buena, noble, de ley.

–Era muy cerrado el guaraní. Esa palabra no se usa más.

–Es el guaraní de antes. No había luego mezcla con el castellano. Muy pocos hablaban castellano. Otro músico conocido, don Diosnel Chase, vivió luego en nuestra casa por años.

–No había músicos folcloristas ricos.

–No. Los músicos eran bohemios. Les ayudábamos como se podía para seguir su camino en el arte. Nosotros le teníamos en casa a uno: Los Hijos del Paraguay. Esteban y Pablo Agüero, Estanislao Agüero. Ellos vinieron de la campaña. Mi esposo les alzaba en su camioneta y le hacía recorrer las radioemisoras para que se les conozca, hasta que encontraban un espacio para triunfar. Fueron artistas famosos.

También había un mitã’i que salió del cuartel, Martín Garcete Aquino. No quería volver a su pueblo (Acahay). Prestaba servicio en el Batallón Escolta (a cuatro cuadras del bar El Imán) y venía de noche a tocar arpa. No hablaba castellano. Le pidió a Juan quedarse. Dijo que iba a pagar pelando mandioca o lo que sea. Le aceptó y entonces, de día me ayudaba en la cocina y a la noche traía su arpa y tocaba.

–¿Qué pasó con él?

–Mi esposo decía que la suerte no es para todos. Llegaron unos músicos paraguayos de Europa. Le escucharon tocar el arpa. Le invitaron a irse con ellos, a Francia y Bélgica. Se fue sin saber castellano. Me parece que aprendió primero francés antes que el castellano. Cada vez que volvía de Europa iba directo al bar El Imán. Se casó con una francesa y ahora vive en Luque. Tiene dos hijas egresadas de la facultad en Francia. Si Juan le decía que no iba a poder tenerlo en casa, quién sabe qué iba a ser de su vida. El propio Martín escribió cómo se forjó su futuro. Se acordó de la tortilla que comía en El Imán.

–¿He pio la nde tortilla, Ña Inocencia?

–¡Aichejáranga! Areko peteî tortilla especial hérava “Guaterguei” (Watergate) (risas).

–¿Por qué Watergate?

–De lo único que se hablaba en los años setenta era de eso (del Escándalo Watergate que derribó al presidente Richard Nixon en 1974). Abrí mi heladera y encontré resto de ensalada de lechuga, resto de ensalada de poroto, resto de arroz, todos los restos que había… Le puse un poco de leche, un poco de huevo, un poco de queso… Llegaron unos misioneros evangélicos alemanes que estaban recorriendo el barrio. “¡Qué rico doña Inocencia. Qué es esto!” En broma le dije: “Se llama Waterguei”. Mi marido se rió mucho porque ni él entendía esa mezcla de diosa y pantera que hice. Cuando los misioneros volvieron a Alemania, mandaron una postal donde pusieron: “Lo que más extrañamos de Paraguay es la tortilla guaterguei”.

–¿Les llegó a afectar la política de la época?

–En la época de Peralta Arellano, secretario de Stroessner, nos pagaban un guaraní por los derechos de autor. Estábamos en su lista negra porque le decíamos las cosas. No nos callábamos.

Él les recomendaba a los otros músicos: “Umía lista negra, aníke peñe’ê hendivekuéra”. Venía la liquidación de APA que se cobra tres veces al año, ha rojecastigá. Mi marido que era muy orgulloso, le decía: “Naikotevêi penderehe. Ápe che boliche la che mongarúva”. Después vino Críspulo Melgarejo. Gobernó APA 15 años por ahí y puso orden. Todos los que estábamos en la lista negra volvimos a cobrar normalmente.

–¿Cómo aprendió a escribir música?

–Empecé a tocar la guitarra. A los 42 años hice mi primera composición, ya muy mayor.

–¿Cuál fue?

–La primera obra que se llevó al disco fue “Ñe’êyvoty guyramíme” (Un poema al ave). Tuvimos un problema judicial con los nietos de Emiliano. Inscribieron mi obra como obra de su abuelo. En un libro que hicieron con Fondec (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes) publicaron. Había sido que anotaron otras 10 obras ajenas a los que le pusieron el nombre de Emiliano. Por lo visto ni sabían todo lo que escribió su abuelo y anotaron todo lo que encontraron. Los de Fondec tampoco revisaron lo que publicaron. Dicen que tienen 10 miembros en su directorio que ni revisan lo que publican.

–¿Hicieron adrede?

–Ellos no necesitaban porque Emiliano es nuestro compositor mayor y él mismo hubiera rechazado. No tuvieron cuidado. Si se va a lucrar con una obra tienen que controlar bien. Ellos pusieron tres abogados para defenderse.

–¿No quisieron reconocer?

–Querían que termine en el oparei seguramente.. Ellos tuvieron que reconocer públicamente. Dijeron que fue un error. Se hizo un desagravio. La fiscalía requisó el libro de Fondec.

–¿Cómo se enteraron?

–Puse música paraguaya de la Cámara de Diputados y escuché mi obra. El locutor dijo: “Letra de Emiliano R. Fernández y la música de un tal Martínez”. Es mi letra y la música es de Armengol. Mi hija Shirley fue a reclamar. La fiscalía intervino una casa de grabación de Itá. Se prohibió. El que firmó por la música ajena nunca se presentó, pero cuando vaya a sacar su cédula va a tener problemas.

–¿Quién es Martínez?

–Sabemos que es un músico, arpista.

–¿Qué dice la letra, por eso resultó tan atractiva?

–Habla de los pajarillos que arman tanto alboroto cuando se juntan a la siesta a la sombra de un gran árbol y uno se pregunta si estarán tan alegres o si tienen algún pesar escondido.

–El guaraní puro ya no existe. El Trece Tuyutí de Emiliano, por ejemplo, es muy difícil.

–Tiene como 20 estrofas, en guaraní. Así se hablaba antes, sin mezcla. La gente entendía. Lo que hoy se escuchan son vulgaridades. “Hendy kavaju resa”, “Che mopirî nde reviro’o” (se ríe).

–A veces se traduce de la música villera argentina al guaraní.

–Yo no entiendo cómo pueden llegar tan bajo para conseguir que se les escuche.

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