Filosofía y literatura en Bar Schopenhauer, de Juan Carlos Quiñones

Bienvenidos al Bar Schopenhauer. Esta es una barra oscura, pero iluminadora. Para entrar en ella se requiere fe, una fe como aquella que Van Gogh depositó en el girasol, según nos explica Alejo Carpentier (“Prólogo”,El reino de este mundo). Y es que aquí se producirá «descubrimiento, decodificación o imaginación efectiva de aquel lector o lectora temerario que ose practicar el acto de leer con la convicción, la fe de que “todo: los seres, las cosas, todo lo existente es una manifestación divergente de lo asombroso”» (Quiñones 57).

Por eso se ruega al lector que se tome el tiempo de escanear los códigos que verá aparecer cada ciertos segmentos y (o) escuche las canciones a que estos conducen, puessiendointertextos de la novela misma, complementan la atmósfera narrativa (allí), la crítica (aquí). 

 Y ahora sí: bienvenidos al Bar Schopenhauer.

 Del autor/narrador/personaje(s). De todos los nombres el nombre.

Las estrategias autoriales de Juan Carlos Quiñones, alias Bruno Soreno, son ya conocidas en el mapa literario de Puerto Rico.Baste recordar, como le recuerda el narrador al lector de Bar Schopenhauer, que el autor ha sido Bruno por Giordano Bruno, Soreno por Søren Kierkegaard, Juan Carlos Quiñones por Juan Carlos Quiñones.

Hay una coherencia implícita en los pseudónimos seleccionados.Kierkegaard, por ejemplo, se distanciaba de sus textos usando una variedad de dispositivos que servían para problematizar la voz del autor. Utilizó seudónimos en muchas de sus obras, dividió sus textos en prefacios, prólogos, epílogos, interludios, apéndices. Asignó la “autoría” de cada una de esas partes a diferentes seudónimos, e inventó nuevos seudónimos para los alegados editores o compiladores de esos textos. A veces añadía su nombre como autor, a veces como la persona responsable de la publicación, a veces no lo añadía. A veces esas partes o incluso esos libros enterosrepresentaban perspectivas sorprendentemente contrastantes.  Esta suerte de método de comunicación indirecta de Kierkegaard pretendía minar la confianza del lector en la autoridad del autor y depositarla más bien en la sabiduría misma de la comunidad. Y como valores estéticos, Kierkegaardproponía la inmersión en la experiencia sensorial; la valorización de lo posible (lo especulativo)por sobre la realidad; lasuperación de la fragmentación de la experienciay de la ironía y el escepticismo como estrategias nihilistas (McDonald). Todas estas propuestas estéticas, constantes en la obra de Juan Carlos Quiñones y Bruno Soreno, son claves de lectura de Bar Schopenhauer.Apunten.

Por otro lado, Giordano Bruno, cuyo nombre verdadero tampoco era ese sino Filippo, es el filósofo del siglo XVI cuya influencia se hace sentir en James Joyce, en Oscar Wilde. Es el símbolo mismo de la ardiente pasión por la filosofía, sobre todo sirecordamos que sucumbió en la hoguera de la Inquisición. Creía que el universo es infinito y que a su vez está formado por infinitos mundos,y que la unidad universal o mónada estriba en que todo está interconectado por el hecho de estar vivo, incluyendo los seres inanimados. También planteabala coincidentiaoppositorum:todopoder de la Naturalezadebe generar un contrario con el fin de darse cuenta de sí mismo, y esa oposición genera reencuentro.  Quizás la última imagen que produjo para el mundo, la de extinguirse él mismo —el bruno que significa sombrío— en medio de la luminosa pira inquisitorial, es un elocuente homenaje a este principio. Los postulados filosóficos que acabo de resumir son también claves de lectura de Bar Schopenhauer.Apunten.

Juan Carlos Quiñones es escritor. Y ha sido Bruno y ha sido Soreno. Es autor, entre otros libros, de Breviario (Isla Negra, 2002), Adelaida recupera su peluche (La Secta de los Perros, 2011), El tapiz iluminado (SM, 2009) y de Todos los nombres el nombre (Colección Maravilla, 2012). Lo demás ustedes lo saben.

En este libro, su nombrese escinde en tres: Bruno, Sorianus y Calióstrofe. Bruno por Giordano Bruno, Sorianus por SørenKierkegaard (esta vez Sorianus en vez de Soreno porque el giro latino se parece más a su apariencia oscura y tenebrosa, dice) y Calióstrofe por Juan Carlos Quiñones.

Verán, es que el Dr. Calióstrofe o Cagliostro delBar Schopenhauer es esel CondeCagliostro, cuyo nombre verdadero tampoco era ese, sino Giuseppe Balsamo. Alquimista, ocultista y masón del siglo XVIII, en su juventud estuvo asociado a muchos vagabundos. Hoy se le considera untimador y charlatán. La novela insiste en llamarle“falsario, embustero”  para que sea evidente que simboliza alescritor de ficción, obsesionado con los métodos ocultistas, con los procesos.¿No es la escritura de ficción un proceso, y no tiende la buena ficción a ser ocultista, más que transparente? Se le llama también “irónicamente cartesiano”, creo que porque en vez de afirmar “Pienso, luego existo”, solo podría decir “Escribo, luego existo” y continúa la novela afirmando que el doctor vive obsesionado con“su afán de convencimiento, su reclutamiento de aliados, acólitos o alicates”. ¿No busca la literatura aliados, acólitos o alicates, también llamados lectores (a veces presentadores, críticos)?

Aquí tendríamos que añadir que las intervenciones del Dr. Caliostro en la novelase dan por medio de tipografía blanca sobre papel negro, al inverso del resto del libro. Mientras el doctor ejecuta sus rituales alquímicos hace gestos grandilocuentes“como un mago de tercera” (en palabras del narrador), o “como los astrólogos, los hechiceros, los supersticiosos, los falsarios y los locos” (en palabras de Sorianus), sacando de su sombrero (que es negro como el papel que tenemos ante nos) esa liebre (blanca como la letra que también leemos) que suelen sacar los magos. El acto de magia, de prestidigitación, es, pues la escritura misma, el texto.Caliostro deviene Calióstrofe porque el sufijostrofelo vincula a la retórica, a la cali/grafía retórica: apóstrofe es el acto de dirigirse en segunda persona a seres presentes o ausentes, a abstenciones u objetos inanimados, o incluso a sí mismo. Con esto, la novela propone que el lenguaje, la escritura misma, esproceso alquímico.

 Uno de los nombres por los que se le conoce al Dr. Caliostro en sus viajes de reclutamiento por el mundo, dice el texto, es

*/Juan Carlos Quiñones.

 *Juan Carlos Quiñones, el escritor, es, pues, el Dr. Calióstrofe.

Si Bruno y Sorianus son uno mismo, escindido  (ambos tienen los mismos “grises ojos tristes abismales” y son “dos espejos encontrados”), Calióstrofe también es Bruno y es Sorianus:

“Soy flecha”, dice el doctor Caliostro (la flecha filosófica de Zenón, capturado su movimiento en un instante).

  • “Soy flecha”, dice también Bruno (es la misma flecha, capturado su movimiento en un instante adyacente).
  • “Ya ves que todas las líneas no son rectas”, dice una canción de La Unión, epígrafe del texto.
  • “Recuerda uno de los epígrafes de este texto”, advierte Sorianus. “Y que hay tal cosa como geometrías no euclidianas”.
  • En la geometría no euclidiana (la elíptica, en concreto), las rectas (flechas) extendidas hasta el infinito pueden terminar encontrándose.
  • Bar Schopenhauer parte de la geometría griega para llegar a la no euclidiana: Calióstrofe, Bruno y Sorianus son todos la misma flecha, sea porque se captura su imagen en instantes distintos o porque, a fuerza de viajar, terminan intersecándose.

 Así, concurren en esta obra, de todos los nombres del autor, el nombre: tres aspectos de un mismo ser, cazándose y devorándose mutuamente.

Para cuando acaba la novela, ya Calióstrofe ha sucumbido. Así tiene que ser, pues terminado el texto, como diría Barthes, el escritor debe morir. El arma homicida (o suicida) es aquí, significativamente, un instrumento de escritura: el estilete.Solo quedan dos aspectos del ser, y la obra, que presenta un final abierto, nos abandonajusto al inicio de un duelo entre Bruno y Sorianuscuyo resultado desconocemos.

Ese acto de antropofagiarecíproca nos inclina a considerar esta una novela sobre la autodestrucción, pero no del modo que uno podría imaginarse.Volveremos a hablar de ello, pero primero, un anticipo de a qué suena la cacería entre Calióstrofe, Bruno y Sorianus:

Headhunter, Front 242.

Del (De los) protagonista(s) y otros personajes

Bruno, Sorianus y Calióstrofe: tres manifestaciones de un mismo ser.

Unas más oscuras que otras, oscuridad sobre oscuridad, como el espectáculo que se contempla a través del techo del bar Schopenhauer:

uno mira al techo del bar y puede ver el cielo como a través de una telaraña espesa o un vidrio turbio … Uno puede ver cómo una sombra más oscura que la noche atraviesa fugazmente dicho cielo, lo traspasa vertiginosamente como un cometa viajando en fast forward. (29)

Los personajes que pueban la novela Bar Schopenhauer son clientes del Bar Schopenhauer. Son los sedientos de alcohol, pero también de sangre. Son los vampiros: alrededor del antro, por las calles siniestras de Río Piedras, “cuelgan invertidos los cuerpos de un número indeterminado de ambos tipos de sedientos en diversos estados de tortura y mutilación” (18).

Las putas que trabajan en el Bar Schopenhauer también son chupasangres.Getit? Algunas se llaman Ligelia, Katrina, Beatrice, Margarita, Ofelia o Sabrina; algunas, mientrastrabajan en el Bar, Janette. Algunas son rubias. Yono.

 La banda de covers que toca en el Bar Schopenhauer, otro de los personajes de la novela, se llama Aedes Aegypti. El nombre es particularmente apropiado: una banda de covers es, de por sí, vampiresca: se nutre de la savia ajena. “Chupasangres” también, sonríe Bruno (20). Esta en particular se pasea por el espectro oscuro del rock: post punk, new wave, industrial, progresivo, electrónico, gótico, metal y a veces indie, cristiano. O sea, el lado oscuro del rock.

Las canciones que toca la banda también son personajes de la novela. Cada una dice lo que tiene que decir en el lugar del texto donde lo tiene que decir, creando no solo una capa adicional de texto, sino una atmósfera narrativa. “Escuchadas todas con cierta especial receptividad mística y en cierto orden”–advierte el texto– “cuentan una trama, narran una historia arcana y secreta que es un libro o una literatura” (57).Intercaladas en la historia, van tejiendo otra historia paralela de lánguidos o vampiros a la caza, de undeadsen espacios oníricos. Ocupan tanto o más tiempo que la lectura del libro, pero son su complemento indispensable.

 “¿Cómo cabe tanta canción en tan poco rato?”, piensa Bruno (32). Cabe porque el tiempo en la novela Bar Schopenhauer opera de maneras misteriosas: es cuántico. Es y no es. A veces los personajes reflexionan sobre la pieza que escuchan:

 –No es mi estilo–dice Sorianus.

–El mío tampoco, dice Bruno, y palpa el estilete en su bolsillo. (32)

 El estilo musical deviene estilete: la música es también instrumento de escritura, arma blanca.

 A las canciones se accede mediante códigos QR (quick response), para lo que debe usarse el escáner del celular, lo cual nos lleva a mencionar la inserción de elementos gráficos como personajes adicionales de la novela: códigos y murciélagos. Intenté escanear los murciélagos con mi celular y no me condujeron a ningún portal nuevo, pero los QR sí, esos sí.

Del deseo, o el sustrato filosófico de que se nutre la novela

La filosofía de Schopenhauer está en el corazón de esta novela. Significa una revalorización de la intuición por sobre la razón y el concepto. Es justamente ese intuicionismo el punto central a partir del cual Schopenhauer desarrolló sus postulados. En El mundo como voluntad y representación, propone que “El hombre, pese a que se considera superior a su entorno, no es sino esclavo de una fuerza ciega que mueve a todo lo que existe: la voluntad. Los actos de todas las cosas obedecen a esta voluntad, que es un impulso ciego, irracional, sin fin, no guiado por la razón ni por el conocimiento. La voluntad se manifiesta como un querer constante, como un deseo nunca satisfecho, pues una vez satisfecho vuelve a desear: de ahí que la vida sea un perpetuo dolor en tanto no satisface su deseo” (Pérez 12). Y lo que el hombre más desea, dice la novela como Aristóteles, essaber.

El individuo, compelido a obedecer a su voluntad (que quiere sobrevivir a toda costa), mantiene intensos combates con sus semejantes: el mundo vegetal sirve de alimento al mundo animal y cada animal a su vez tiene que servir de presa y alimento a otro animal; de este modo, las voluntadesescindidas se devoran sin descanso a sí mismas, en una involución casi antropofágica, como Sorianus, Calióstrofe y Bruno. Por eso, también, en Bar Schopenhauer, como en el cuento “TheCask of Amontillado” de Poe, Bruno y Sorianus, dos aspectos de un mismo ser, caminan entrelazados de brazos por las calles lúgubres de Río Piedras: Montresor embriaga y lleva de paseo a Fortunato para enterrarlo vivo. “Mi tesoro” aniquila al “afortunado” y, como Bruno y Sorianus, ninguno de los dos sabe quién será Montresor, y quién será el borracho afortunado.

Schopenhauer introduce la pesadilla en el seno mismo de su filosofía (Safranski 3). Por eso, “todo allí parece haber sido fabricado con la materia de las pesadillas” (17). Para Schopenhauer, además, el ser humano solo se libera de la esclavitud de la voluntad aprendiendo a suprimirla: suprimir el deseo, elevarse a condición ascética, es la liberación, la única fuente posible de felicidad. Asimismo, los personajes de Bar Schopenhauer suprimen y posponen continuamente el deseo, la descarga sexual. Las prostitutas que, entusiasmadas, se acercan a Bruno o a Sorianus en la barra, los oyen replicar:

 —No es esta noche.

—Sí, amor, era esta noche—susurra la cabellera rubia, expectante. —¿Un blowjob al menos? —silba. ¿Un beso?

—No —sentencia Bruno. Esta noche no. (20)

 —Tú no. (52)

 —Vete, que esta noche sí.  (…) Pero no para ti. (30)

 El bar Schopenhauer, en fin, es schopenhaueriano porque celebra que solo existe la experiencia estética del mundo, porque afirma que la realidad y la continuidad del mundo son solo una ilusión, “maya” hindú, porque suprime o pospone la sexualidad para negar la voluntad, el deseo…

Pero Schopenhauer no está solo en esta barra. Lo más extraordinario de esta novela es su síntesis filosófica, que abarca y reúne siglos. El Bar Schopenhauer contiene en su interior la armonización de diversas posturas filosóficas, aparentemente lejanas en el tiempo, pero profundamente coherentes, simultáneas. El narrador les llama “distintos modos de mentalidad y de entelequias” (50). Descartes, Berkeley, el Conde de Saint-Germain y la masonería; Schopenhauer, Heráclito, Kierkegaard, Zenón de Elea; Giordano Bruno, Aristóteles: todo coexiste en el bar Schopenhauer, y todo es uno. Por eso en el bar en que transcurre la acción de la novela, “un enorme cuadro del filósofo alemán —grave, ceño fruncido— hace las veces de espejo tras la barra vigilando el antro que lleva su nombre” (16). Todos los personajes son Schopenhauer, de cierta forma. Todos son uno.

Schopenhauer alegaba que “La vista del individuo está enturbiada por el velo de Maya: no ve la cosa en sí, sino su fenómeno en el tiempo y el espacio, individualizado. Por esoel hombre no descubre la unidad de la esencia de las cosas; no ve más que los fenómenos en su múltiple variedad, en su aislamiento, en su lucha inagotable y en su oposición” (Schopenhauer, “Complementos” 157).  Pero en el bar, dice el texto, “todo es una borradura impertinente. No están las cosas, sino el fantasma de las cosas” (17). Por eso se ve la unidad:“Cada tiempo es un mundo discreto y monádico. La continuidad es una ilusión” (41), dice Sorianus. En el Bar—en el estado alterado de conciencia que supone el bar— se aprecia la mónada: como la flecha paradójica de Zenón de Elea,que solo está en movimiento si la ponemos en la perspectiva de la continuidad, comparando cada uno de sus instantes “en reposo” con instantes adyacentes, previos y posteriores, en el bar se ve la continuidad, todo confluye.  El idealismo de Berkeley, Esseestpercipi;el río de Heráclito, que es siempre el mismo aunque distinto; la mónada o unidad intrínseca de todo que planteaban Schopenhauer y Giordano Bruno; la reunión del sujeto que por fin se libera de la fragmentación de la experiencia, como proponía Kierkegaard; el gato de Schrödinger, que está vivo y muerto a la vez (pronto hablaremos más del gato); los procesos de Calióstrofe para lograr la introspección y la unidad, desde los sacerdotes que practicaban ritos de Eleusis hasta los científicos que administran el acelerador en busca de la partícula Higgs, todos procesos que conducen no a un lugar sino a una forma de ser UNO, dice Calióstrofe en su conferencia que es de filosofía, de física, de cibernética (que son todas lo mismo). Todas las vidas y épocas que ha vivido el vampiro Sorianus son una misma vida. Todos los filósofos aludidos se reconcilian en un mismo planteamiento: todo (los seres, las cosas, todo lo existente)“es una manifestación divergente de lo asombroso” (57). En Bar Schopenhauer, “ese collar de perlas negras que es el tiempo se desgrana”, como dice el texto (27). Borges lo entendió y tradujo así: “Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire,en la tierra y en el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí…” (“El jardín de los senderos que se bifurcan”). La eternidad es una e indestructible, si bien la inmortalidad no. Por eso, en el duelo final entre Bruno y Sorianus, cuando Sorianus afirma que por fin se acerca el fin de la eternidad, Bruno corrige: “la inmortalidad, querrás decir” (55). La eternidad es una e indestructible. Mónada.

Quiñones logra un asombroso aleph filosófico en Bar Schopenhauer, y en esta profunda, asombrosa, retante densidad conceptual, alcanzada en apenas 57 páginas, estriba la enorme importancia de esta novela.

Y como Schopenhauer, esta pieza concibe el arte como el único camino redentor: el bar tiene una función sedativa y redentora, pues libera al hombre de la esclavitud a que lo somete la voluntad, conduciéndolo al conocimiento de lo intemporal. El arte es la actividad verdaderamente metafísica, es experiencia del ser, es la experiencia salvadora, el triunfo sobre la voluntad, dicen Schopenhauer y Juan Carlos Quiñones. No a cualquiera le gustaría estar en el Bar, no es para todos.  Aquíno hay entretenimiento, arte fácil: solo seres que esperan el milagro de la iluminación, la revelación de la verdad, como nos recuerda Leonard Cohen.

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