GPS Recoleta: entre reos, dandys, Perón y Evita

Es día de semana, el sol de las 15 acaricia y el acelere, de a poco, se disipa. Acá están el bar La Biela y el Cementerio. Postales de Recoleta perfectas.

Pero ojo: por más bella que sea, toda postal típica tiende a crear la ilusión de eternidad.

Casi todo este coqueto barrio, con palacios, pisos, hoteles de lujo y embajadas, con la avenida Alvear como un espejo de “la París latinoamericana”, se formó después de que se instalaran los frailes recoletos que fundaron la iglesia del Pilar (1732) y los malevos, entre sembradíos y “casas de tolerancia”.

“El cambio clave empezó cuando la peste amarilla (1871) trajo a la zona a las familias adineradas del sur de la Ciudad”, indica Mariano Pini, guía de Turismo porteño.

El barcito tatarabuelo de La Biela es de 1850. Fue La Viridita y su nombre actual aparece en los 50, cuando el piloto y dandy Alberto “Bitito” Mieres paró ahí tras fundir, justamente, la biela del auto.

La historia de ese local dice que a principios del siglo XVIII, entre “cuchillos rápidos”, algunas quintas salpicaban “la Calle Larga, que no se parecía nada a Quintana”. Es más: a comienzos del XX, en la plaza de enfrente, donde ahora el césped se ondula prolijo, aún armaban carpas para bailar tango.

“Tango primitivo, sin orquesta típica, sin bandoneón, como contó Villoldo”, apunta Pini –quien además es letrista del género–.

Angel Villoldo, pionero, autor de “El choclo”, dijo en 1917 a el diario La Razón: “Los primeros tangos que compuse fueron para las carpas de la Recoleta (…) Concurría, juntamente con empleados y obreros, todo el elemento maleante, amparado por la política y ensoberbecido”.

Después, el tango fue a Europa y “se aristrocratizó”, agregó.

Entonces, el Palais de Glace pasó de pista de patinaje sobre hielo a salón de baile y en una pelea, “no se sabe si por una cargada a un amigo o una mujer” –señala Pini– balearon a Gardel en el pulmón izquierdo. Argentina recibió de Francia un monumento exquisito por su Centenario. Nació el vecino Adolfo Bioy Casares (1914-1999), autor de La invención de Morel, ganador del Premio Cervantes. Y frente a su casa de Posadas, Perón viviría con Evita. 

Hechos que bosquejan memorias diversas del barrio. Y complementan sus ya clásicas (y tan bellas) postales.

Posible recorrido:

1) De fierro. El bar que sería La Biela abrió a mitad del siglo XIX. Con 18 mesitas sobre la vereda angosta, fue La Viridita y, aunque suene raro, de un inmigrante español, no italiano. También se llamó Aerobar, en honor a pilotos civiles que eran vecinos de enfrente. En los ’50, Alberto “Bitito” Mieres (1925-2012), automovilista, definido también como dandy, fundió una pieza de su coche, entró al negocio y dijo: “Esto, gallegos, es una biela”. Entonces, lo rebautizaron La Biela Fundida y después, La Biela. Hoy exhibe alusiones a vehículos hasta en los respaldos de las sillas. Y una lista de visitantes ilustres de otros ámbitos, entre ellos, Borges y Bioy Casares –vecino que sacó fotos que se hicieron lugar detrás de la espaciosa barra–. El frente del negocio conserva la estructura de hace más de cien años. Y afuera, al lado de decenas de mesas, está el gomero plantado a fines del siglo XVIII, el más antiguo de la Ciudad. Un café adentro cuesta $ 27 y en el exterior, $ 30. ¿Qué comer? “Cocinamos las pavitas acá durante horas y para el lomo, usamos plancha de hierro”, cuenta a Clarín Carlos Gutiérrez, ex barman, actual gerente general. El sándwich de pavita con morrones y mayonesa sale $ 155 en el salón y el de Lomo Biela (con tomate, lechuga, queso y huevo), $ 185. En Quintana al 600. 

2) Las ventanas de Bioy y Silvina. Adoldo Bioy Casares nació en 1914 en la calle Quintana. Tras casarse con la escritora Silvina Ocampo se mudó a Posadas 1650, donde hay una placa que lo recuerda. El autor de La invención de Morel, ganador del Premio Cervantes, murió en 1999. Desde 2011, la ex calle Schiaffino, entre Posadas y Alvear, lleva su nombre. “Todas las ventanas de la casa de Posadas dan a ese pedacito de calle”, como dijo la escritora María Esther Vázquez. Pasen y vean. 

3) Evita y Perón. En Posadas 1557, en un petit hotel de 1930 donde hoy funciona un hotel de lujo, vivió Eva Duarte en 1942/3, cuando hacía radioteatros en Radio Belgrano. A principios del 44, conoció a Juan Domingo Perón, con quien viviría al 1567 de esa calle. Ahí lo detuvieron a él en octubre de 1945. El 17 de aquel mes, tras una gran manifestación popular, fue liberado y se convirtió en protagonista omnipresente de la historia argentina.

4) Palacio de Hielo. El Palais de Glace, hecho por José R. Rey y Besadre, abrió en 1910 como pista de patinaje inspirada en la de París. En 1915 se convirtió en salón de tango. Tocaron Roberto Firpo, Francisco Canaro, Enrique Delfino y Juan Carlos Cobián, entre otros. Y, en una pelea que terminó cerca, Gardel recibió un balazo en el pulmón izquierdo. “Algunos dicen que fue porque alguien se burló del modo de bailar de un amigo suyo y otros, por querer defender a una mujer”, explica Mariano Pini, guía de Turismo de la Ciudad. Y agrega: “La bala quedó en el pulmón ya que, como no iba a traerle complicaciones, no lo operaron. Apareció al exhumarse su cuerpo en Medellín y llevó a sostener la idea de que lo habían agredido dentro del avión que se accidentó”. El Palais, reformado por Alejandro Bustillo, debutó como sede del Salón Nacional de artes visuales en 1932 y lo es hoy, incluso de otras muestras. En Posadas 1725, de martes a viernes de 12 a 20 y sábados, domingos y feriados de 10 a 20. Gratis.

5) 20. Son los metros de altura del monumento Francia a la Argentina. Fue realizado por el francés Edmond Peynot (1850-1932) con mármol de Carrara y travertino y granito en la base e inaugurado en 1910 como regalo de ese país al nuestro por el Centenario de la Revolución de Mayo. Entre el verde de Plaza Francia -y algunos vecinos que van a patinar alrededor-, la escultura se define por sus rasgos armónicos y sobriedad neoclásica. La coronan dos figuras femeninas que representan a Argentina y Francia, guiadas por otra masculina y alada que lleva la luz del progreso –también leída como ángel, símbolo de gloria–. Las del centro representan a la ciencia, la industria, la agricultura y las artes. Y cuatro bajorrelieves de bronce muestran hechos clave de la historia de ambos países, como el cruce de la Cordillera de los Andes y la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789, durante la Revolución Francesa. Los faroles que rodean la obra, de un dorado estridente, exhiben en las columnas al escudo nacional argentino y gallos, antiguo símbolo francés. En Plaza Francia, Libertador al 1400.

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