Mundial de Básquet
Historias de bares, horarios y mozos
Por Daniel Serorena
En Twitter: @dserorena
En casi quince días de viaje por España, tanto en Sevilla como en Madrid, he notado una tendencia que me llama la atención, no porque esté mal, sino porque en Argentina tenemos otros códigos y muchas veces tenemos una tendencia inconsciente a transgredir las reglas.
Entre el cambio de horario y que muchas veces el trabajo termina realmente tarde, nos pasó de no conseguir lugares abiertos para cenar o bien para tomar algo para terminar la velada. En Sevilla, más que en Madrid, los bares y restaurantes cierran a la medianoche y sin realmente pocos los que siguen abiertos unas horas más.
A diferencia de lo que ocurre en Argentina, no es que el bar cierra y los parroquianos quedan adentro “tomando la última”. Acá el bar cierra, el camarero te saca las sillas y te vas, sin tomar ni la última, ni la penúltima ni nada. Te vas.
En Madrid, sobre todo los fines de semana, hay mayor movimiento de bares, aunque no mucho más de las 2 de la madrugada. También es bueno aclarar, que el bar en España no es el bar de Argentina, donde muchos se juntan a hacer la previa antes de los boliches o bien suelen quedarse horas enteras bebiendo y charlando.
Aquí hay bares de tapas en su mayoría, es decir que tienen servicio de cocina, además del expendio de bebidas. Los bares abren a las 10 u 11 de la mañana y permanecen abiertos todo el día, en algunos casos hasta la medianoche o con toda la furia hasta las 2 de la madrugada. La rigidez de los horarios tiene una explicación, por un lado, hay controles de parte del Ayuntamiento con relación al cumplimiento de los horarios laborales, y fundamentalmente porque las leyes son estrictas en lo que tiene que ver con las horas de trabajo de los empleados.
Entonces ocurre lo que nos ocurrió al menos tres veces a la salida del Estadio, pasada la medianoche dado que aquí el último turno de partidos es a las 22, cuando caímos con intenciones de comer algo, los mozos nos pusieron una cara de traste que madre mía. Y no hay forma de explicarles que somos argentinos, que somos periodistas y que el partido recién terminó. Los tíos cierran el bar y “ala, a marcharse”, sin comer ni tomar nada en muchos casos, o bien comiendo a los apurones dentro del local y con los mozos juntándote las sillas con alto riesgo de nos partan la cabeza de un sillazo.
A nosotros nos salvó Ambigú, el bar donde trabaja nuestro amigo Dante, el paranaense carnavalero del que hablé oportunamente. Dante es el encargado del turno noche de Ambigú, un acogedor bar que está cerca de Plaza de Colón, bien ambientado y con muchas fotos de Dante con todos los jugadores del “Aleti”, con el Cholo Simeone, el Mono Burgos y todo el equipo del que es hincha. Ambigú tiene un clima familiar, pese a que tiene mucho movimiento durante todo el día y especialmente en las noches. Por eso, abusando de la gentileza de Dante y también de su esposa Marta, nuestras noches han terminado un poco más tarde de lo que recomiendan las leyes madrileñas, pero como somos amigos del encargado, cerramos el bar a la hora que nos dan ganas de irnos.
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