Lourdes Durán
Todos los Sagrera venimos de Felanitx. Somos descendientes de Guillem Sagrera, el que hizo la Lonja, y estoy muy orgulloso de ello”. Habla Joan Sagrera Patró, apoyando el codo en la barra del bar que abrió su abuelo, setenta y un años atrás y que, sin ninguna duda, pone la pica del linaje en su ficha de registro.
La familia dejó el municipio de Felanitx cuando el abuelo Joan quedó viudo. Junto a su hijo Biel abrió en febrero de 1943 una bodega que después se convertiría en casa de comidas. En el arranque de la calle General Riera se sitúa el bar que ahí sigue. Parece una isla olvidada en Buenos Aires, que así se llama el barrio en recuerdo del indiano mallorquín que hizo fortuna en Argentina a principios del XX. Fue merendero antes que nada, y cuentan que en los años 30 “iba Franco” a regalarse un bocadillo. El indiano abriría la brecha del barrio en el que se levantarían un hotel, el Buenos Aires, y el hostal Tánger.
“Yo era un niño y recuerdo ver a los turistas, venían con dinero. En los cincuenta, el que viajaba era alguien que tenía posibles. Los que se alojaban en el hotel Buenos Aires venían al bar de mi abuelo porque era ruta de ´Palma la Nuit´, y se tomaban una botella de Freixenet. Las señoras vestían traje largo. A mí me impresionaba verlas. Me daban propinas”, rememora Joan. Se le pone mirada niña.
Entra Pep Gilet Escudero, un incondicional del lugar, y un punto y aparte en el paisaje de Palma. “Es el único bar en el que te hacen un café con leche buenísimo por 1,30 euros”, apunta el “presidente y fundador de la Asociación Amigos del Rastro”. Así se presenta.
“He visto cosas que no creeríais…. ¿Recuerdas lo que dice el personaje de Blade runner? Pues te puedo contar muchas historias”, dice casi para sus adentros el primogénito de los Sagrera Patró. “El que recogía las basuras pagaba por recogerlas. Se tiraba materia orgánica, y servía para dar de comer a los animales. ¡La sanidad se inventó después…! Soy anterior a la televisión. Jugué en la calle. Cuando mi padre puso tele, venían todos los niños a ver Rin-Tin-Tin”. Son muchas historias, “pequeñas, de gente normal y corriente”. Se acaricia los párpados.
Su madre, que fue “el alma del bar, alegre, no paraba de cantar y cocinaba muy bien”, está postrada en una silla de ruedas. La hija pequeña Margarita le da la comida que a duras penas traga. Joan vela por ella. Ella cocinó para el actor Alfredo Mayo, para toreros, futbolistas, y para Johnny, quien junto a Charly, inmortalizó La Yenka, el éxito de los 60. Ya no es casa de comidas, pero mantiene el mobiliario, la barra, incluso las botellas parecen estar ahí desde hace lustros. La luz se cuela por el amplio ventanal permitiendo que la calle entre a un local que fue parada y fonda para quien iba y mercadeaba de Palma a Establiments. “¡Mira si había hambre que mi padre llegó a sacar garbanzos de contrabando!”, comenta.
Joan no se casó. “Mi vida ha sido el bar”, puntualiza. Le gusta la historia y es un buen lector. En el Sagrera se dejaron de hacer comidas a mediados de los 60. Hubo un tiempo en que llegaron a contratar hasta seis camareros. “La época del boom de la construcción nos fue muy bien. Ahora ya ves”. Historias de gente sencilla.