Santutxu cierra y no por vacaciones. Durante toda la tarde y parte de la noche, el barrio, además de los colindantes -Solokoetxe, Iturrialde, Begoña, Uribarri y Zurbaran- permanecerán sin suministro debido a una reforma en las tuberías que se supone llevaba prevista desde hace tiempo. Y aunque algunos apuntan a que las obras se deben al reventón de una tubería hace algunos meses, el Ayuntamiento asegura que nada tiene que ver. Desde las 4 de la tarde hasta las 4.00 horas de la madrugada los obreros trabajarán incesantes para unir una nueva tubería a la red general y culminar la renovación de red prevista entre Zumalakarregi y Enrique Ibarreta. Pero vecinos y hosteleros no están contentos. El buen tiempo y las obras hacen un tándem perfecto para que las calles de la zona estén desiertas, y por consiguiente, la gran mayoría de comercios del lugar.
“Llevamos un verano muy malo. El tiempo no acompaña, y para un día que hace bueno, van y nos cortan el agua”, explica aquejado José Ignacio, propietario del Bar Plaza. “Es una judiada. Podían hacer las obras por la noche, a partir de las nueve”, remata. Y es que José Ignacio ha decidido cerrar durante toda la tarde, y como él, decenas de hosteleros de la zona de Karmelo.
“Aunque no estemos en un sitio de tránsito, los clientes de todos los días no van a venir, y eso son pérdidas”, explica Jon, cocinero en el bar Kiskis. Con la persiana a medio cerrar, los empresarios no entienden por qué las obras en el suministro de agua se tienen que hacer a las cuatro de la tarde. “Es imposible dejar abierto el bar. No hay agua en los baños, no tenemos hielo y tampoco funciona el cañero”. Y aunque entre los vecinos del barrio se barajan todo tipo de razones por las que se ha decidido hacer las obras en horario laboral, Jon no lo tiene muy claro. “Aquí nadie ha venido a explicarnos nada. Dicen que el suelo se asfalta mejor con el calor del verano, y que por eso se están haciendo las reparaciones ahora”, explica dubitativo.
“Hay que trabajar”
No sucede lo mismo con algunos valientes, que hartos del mal tiempo, la crisis y la poca clientela se lanzan a la aventura de tener abierto un comercio sin agua. Isabel, propietaria del local Pequeño Rancho, afanada en colocar la terraza para que los clientes tomen sus consumiciones al sol, y con los taladros y excavadoras haciendo de música de fondo, tiene muy claro que no puede cerrar bajo ninguna circunstancia. “No me parece bien el horario de las obras, pero hay que trabajar”, recalca. Su solución: “Cerrar el baño para los clientes”. “¿Cómo puedes decirle a una persona que está tomando algo en tu bar que no puede entrar al baño? ¡Eso no es posible!”, señala escandalizado José Ignacio, afincado con una silla y un refresco a pocos metros del Pequeño Rancho en la puerta de su bar. “Como no tengas una bomba de agua no puedes hacer nada. ¿Cómo va a fregar los vasos? ¿Con un caldero y una esponja?”, concluye.
En la Pastelería Gozotegia no lo tienen tan crudo. La mayor carga de trabajo es por la mañana, cuando hacen el pan, así que por la tarde no les hace falta agua para mucho. Aún así, Vega, la dependienta, se une a sus compañeros en las críticas por el horario. “Me parece fatal que hagan las obras a las cuatro de la tarde, pero es lo que hay”, dice. Lo mismo opina Daniel, dueño del Real, donde las puertas están abiertas de par en par a los clientes, y a los sonidos machacones de las obras. “Se supone que van a poner varias llaves y unas tuberías más pequeñas. No tiene nada que ver con el reventón de hace algunos meses”, explica. “A alguna hora hay que hacerlo, y al final va a ser bueno para todos”.