Aún no se lo he dicho a Maruxa, pero a Tamara le falta un hervor” dijo una. “Habría que acabar con todos los partidos políticos, ¡ponme un Ribera!” gritaron desde otra mesa. Y aunque parezca mentira, Sinatra sonaba por los altavoces ultrasónicos, para aquel bar y para aquel pueblo. “Hoy no iremos a la playa porque mañana hay baile en el casino”. “¿Y eso qué tiene que ver?” Lo mismo pensé yo, que tendría que ver el baile en el casino con la playa.
Pero en la terraza de un bar, o de una cafetería de pueblo con aspiraciones -aspiraciones de pasado que fue, no de futuro- se dicen las cosas de esta manera, entre veraneantes originarios y originales, viejos oriundos de la antigua villa, ahora convertidos en visitantes de estío y de belenes navideños. “Esta ronda la pago yo, y no se hable más.” Y no se habló, hasta a mí me tocó un vino gratis: esos patéticos gestos de machismo hispano, una traducción inconsciente, o demasiado consciente, del famoso “donde pago, cago”. Pero todos son buenos, al menos estos días de agosto. Nadie quiere otra cosa que disfrutar del paso del tiempo, incluso los más jóvenes, y los pequeños, aunque se empeñen en acelerarlo: aquí, en esta pequeña, dulce e histórica villa, es imposible.
Mi amigo Andrónico, que vigila el medio ambiente -no es un concepto, es algo que se puede agredir a diario, por eso expertos como él lo vigilan, encargados por la Xunta; menos mal que en eso Feijóo parece que no ha tenido que tirar de tijera-. Decía que mi amigo Andrónico me habla de robles centenarios y de castaños que todavía pueden dar fruto, no todo es eucalipto australiano, aunque una visión rápida de los montes gallegos pueda llevar a esa conclusión. “Y le dije a Maruxa que tiene que devolverme la toalla que le presté el año pasado, pero no hay manera.” El camarero del bar, un chaval simpático y emprendedor, ha grabado un disco, todas las letras y músicas son suyas. Le compramos un CD: “¿Qué tipo de música?”, porque en estos tiempos hay que preguntar. “Entre reagee y hip-hop”.
Después de escuchar algunas canciones, el reagee no aparece por ninguna parte: “Está en la última.” Le prometo escucharla porque es de fiar, es músico y emprende. Porque los emprendedores gallegos no sólo nacen en Avión, ese pueblo orensano de estética manierista con el aliño del amigo mexicano de Felipe González. Ya les seguiré contando: hay premio para el que acierte dónde estoy.