Las conflictos de ser japonés-brasileño en Brasil

SAO PAULO (AP) — William Takahiro Higuchi y Wagner Yoshihiro Higuchi son luchadores de sumo que atienden como cantineros en un bar en Liberdade, el distrito asiático en Sao Paulo.

Los hermanos Higuchi son de hijos de japoneses, que durante el día enseñan sumo y por la noche se encargan Bar Kintaro, sirviendo sake y caipirinhas.

“Desde que eramos unos niños nos inculcaron que eres brasileño y también japonés”, dijo William Takahiro, el mayor de los hermanos. Pero también es enfático a la hora de expresar su lealtad con Brasil y Japón como participantes: “Le voy a Brasil”.

Brasil es donde radica la mayor población de japoneses fuera de Japón. Son 1,5 millones, o la mitad de los 3 millones alrededor del mundo. Los primeros llegaron a inicios del siglo pasado, consiguiendo trabajos en la agricultura. Muchos han forjado identidades en las que ambas culturas se entrelazan. Pero no es difícil encontrar las dificultades para asimilarse en Brasil.

En entrevistas con dos docenas de brasileños de origen japonés, de veinteañeros a septuagenarios, surgió un aspecto en común: si bien realzan sus raíces, antes que todo son brasileños. Pero muchos brasileños no les aceptan como tales, pese a ser un país mestizo.

Mientras bebía ‘shochu’, un licor japonés en una esquina de Kintaro, la ex Miss Okinawa de Sao Paulo, Lais Miwa Higa, cuenta que en su casa una comida favorita es el ‘gohan’, el arroz tradicional japonés, con la ‘feijoada’, el platillo nacional de los brasileños.

Con 27 años, Higa dice que Brasil es su patria, pero que los brasileños no siempre no lo consideran así: “Cuando me miran es lo mismo: ‘Eres japonesa, eres china?’

¿Son barreras?

“Noooooo”, responde sonriente. “¡Me quieren! Hay un fetiche por las japonesas. ¡Da asco!”.

Graduada con una maestría en antropología de la Universidad de Sao Paulo, Higa tiende a ser vista como una geisha entre sus conocidos brasileños.

Yudi Rafael Koike, un artista de 28 años, reflexionó sobre los estereotipos mientras se tomaba un espresso y comía un postre en un café de la céntrica Avenida Paulista.

“Al principio me enfadaba”, dijo.

Una de las obras de Koike es un caballito de madera montado sobre un espejo. Bajo el espejo va escrita una frase: “Estos son los rasgos de ojos brasileños”.

“Cualquier rasgo es brasileño”, dijo Koike.

Se trata de una manera de referirse a la manera como los asiáticos son caricaturizados en la cultura local, en la que los brasileños no se fijan que pueden estar ofendiendo.

El diario Folha de Sao Paulo recientemente publicó un reportaje sobre cómo el actor brasileño Rodrigo Pandolfo se prepara para un papel en la televisión como un columnista coreano de chismes se prepara: “El papel incluye… ponerse una cinta especial para lograr un efecto de ojos asiáticos”.

“Si se habla de la población de origen asiáticos, es como si no tuviesen historia”, dijo Koike, conocido como Yudi Raphael en el mundo artístico. “Es como si vinieron de la nada”.

Los brasileños suelen hablar de su mestizaje, pero Koike se siente excluído: “En Brasil hay un mestizaje para todos, menos para los asiáticos”.

Jeffrey Lesser, un historiador de la Universidad de Emory y experto sobre la inmigración en Brasil, explica el fenómeno de esta manera: “A un negro en Brasil se le describe como negro-brasileño, pero al japonés-brasileño, se le dice japonés… Siempre hay una separación, la idea que a ellos les gusta el sushi y no feijoada”.

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