Felip Bens
E fútbol es para subnormales (Lao Tsé)». Podría ser el azucarillo de cualquier bar, pero la sentencia es de Rafa Lahuerta, que acaba de publicar el mejor libro de fútbol escrito jamás, La balada del bar Torino (Drassana). La hiperbólica frase se refiere a que, con el fútbol de por medio, somos capaces de ofrecer la peor versión de nosotros mismos. Y él se incluye el primero. Se escuchan una cantidad indecente de estupideces en las conversaciones callejeras sobre fútbol. Pero uno siempre presupone que los dirigentes de su equipo están por encima de eso. El lunes, sin embargo, el director deportivo del Llevant, su presidente y el Consejo marcaron un punto de inflexión de consecuencias imprevisibles.
Existió un Llevant no hace tanto en que el presidente de turno y sus acólitos decidían echar al entrenador durante el almuerzo, sin saber ni cómo iban a liquidar el finiquito. Grau Torralba ficho 13 entrenadores durante su mandato (1971-76), Cortés echó al serbio Veselinovic antes de empezar la Liga. En la campaña 1985-86 Aragonés echó a 4 entrenadores; Ramón Victoria hizo lo propio en la 90-91, y Pedro Villarroel ídem de lo mismo en la 97-98. Todas estas insensateces acabaron en descenso. Esto, con breves y honrosas excepciones, fue el Llevant desde los 70 hasta la llegada de los administradores concursales. Durante estas 4 décadas hubo algo cíclico: quien entraba, anunciaba sensatez y sentido común, pero tras vivir en la torre de marfil, acababa actuando como los gestores anteriores. Y así el Llevant no salía de un tornado de mediocridad, con una afición en desbandada. La llegada de los administradores y de Catalán no pudo ser más esperanzadora y representó literalmente la salvación del club.
Las imágenes de Quico, a la salida del juzgado, el otro día, mostraban un presidente desbordado, exhausto, débil€ Catalán siempre tuvo a gala que jamás se entrometería en la parcela deportiva y así ha sido con la destitución de Mendilibar. Pero en este caso la decisión afecta al club en su conjunto por las consecuencias económicas y porque representa un precedente nefasto en dos ámbitos: por un lado, el banquillo granota vuelve a ser una silla eléctrica. ¿Un 0-5 con el Madrid es motivo de destitución? ¿Cómo se echa a un míster en la 8ª jornada, tras haber jugado contra Villarreal, Athletic, Barça, Madrid€? Por otro lado, destituir a Mendilibar „a quien se trajo para poner orden y disciplina en un vestuario con conatos díscolos„, legitima a la curia de futbolistas que lo gobernaba para seguir haciéndolo.
Manolo Salvador queda muy tocado tras esta destitución que él mismo ha decidido: siempre se dijo que antes de cualquier fichaje (y más el del entrenador) se recababan muchos informes y se tenía la certeza de que encajaban lo que se esperaba de él con lo que era capaz de ofrecer. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo se le destituye en la 8ª jornada? ¿Se le trajo a ciegas? No, claro. La destitución de Mendilibar y el golpe que representa para el club pretende echar una cortina de humo sobre la mala planificación deportiva de este año. Se dejó marchar a Roger; se retuvo a Diop y Vyntra, que están a disgusto „como ya sucedió con Lell„, dejando cojas ambas demarcaciones; se renovó a Sissoko, que no acepta su suplencia y enrarece el ambiente€ La planificación, sumada a las lesiones, el calendario, el ambiente en el vestuario y las acusaciones de amaño, son las causas de la situación actual del equipo. Ninguna de ellas es culpa de Mendilibar que ayer en su despedida advertía, con un sentido inmenso de la responsabilidad, que no se malograra la generación de futbolistas jóvenes que tiene el club.
La destitución es un error flagrante y deja el futuro del club, a medio y largo plazo, en el aire. No me cabe la menor duda que Quico Catalán ha pensado en el Llevant por encima de todo al gestionar la patata caliente del juicio por amaño. Ahora y siempre que han aparecido sospechas. Tampoco he tenido nunca la menor duda de que su llegada fue una bendición para cambiar el rumbo errático que históricamente sufría el Llevant. Por eso es tan incomprensible que haya consentido la destitución de un entrenador en la jornada 8. Por eso me pregunto si lo uno ha influido en lo otro. Sí que estoy seguro de que esto marca un antes y un después para el futuro del club y que cuando estas dinámicas se activan son prácticamente imposibles de frenar.
Manuel Illueca recuerda de vez en cuando, refiriéndose a aquellas infames décadas de sinsabores, que su padre le decía: «Espero que nunca te sientes aquí deseando que tu equipo pierda para que tu equipo se salve». Ojalá este año el Llevant se clasifique para Champions. Siempre he defendido que el equipo tiene una proyección brutal. Pero sea como sea, echar a Mendilibar en la jornada 8 ha representado un retorno a las tinieblas más sórdidas.