Placeres
Jueves, 3 de Setiembre de 2015
Fachadas encubiertas, estética vintage, coctelería de autor e invitaciones selectas. Bares que conservan el espíritu de los años 20, desde China hasta Estados Unidos. Disfrutá de este informe del portal Planeta Joy.
THE JERRY THOMAS PROJECT: solo para entendidos
Jerry Thomas es para los bartenders algo así como lo que Jesús es para los cristianos: su célebre publicación, How to Mix Drinks/The Bon Vivant‘s Companion, continúa siendo una Biblia para todos aquellos que deseen sumergirse en el mundo de la coctelería. Especialmente para Leonardo Leuci, quien decidió abrir un bar inspirado en él. Dispuesto sobre una angosta callecita romana, detrás de un equívoco cartel de consultorio odontológico, este speakeasy fue elegido como uno de los mejores bares del mundo durante tres años consecutivos, un gran logro tratándose de un país sin mucha vida más allá del vino, la cerveza y los aperitivos. Para entrar, se necesita una contraseña que cambia cada dos semanas y, generalmente, es la respuesta a una pregunta relacionada con la época en la que florecieron los bares clandestinos. Solo quienes sepan contestar qué barlady condujo el prestigioso American Bar de “The Savoy Hotel” a principios del siglo XX o cómo se llamaba el Rey del Contrabando en Cincinnati durante la Prohibición podrán ganarse un lugar en la barra. Atendida por bartenders de bigote, esta ofrece cocktails clásicos de la década del 20, con una vuelta de tuerca italiana.
THE BOOK ROOM: nunca juzgues un libro por su tapa
Esa es la leyenda que se lee debajo del cartel que anuncia café, sándwiches y pasta. Aunque para los clientes perspicaces podría ser un claro indicio de que allí no solo se ofrecen capuccinos y croissants, no muchos se imaginan lo que esta cafetería de Shanghái (China) esconde. El encanto del lugar comienza en su disfraz: The Book Room sería el lugar que elegirías para acompañar el café de una buena lectura, con estanterías que salpican las paredes de libros y una imponente biblioteca que hospeda grandes clásicos de la literatura. Sin embargo, detrás de este mueble, se enconde una escalera que conduce a uno de los secretos etílicos mejor guardados de la ciudad. En el piso de arriba, la decoración muta de minimalista a vintage: paredes empapeladas, sillones tipo Chesterfield, iluminación tenue y una barra colmada de bebidas espirituosas y licores. ¿La carta? Bien de speakeasy: coctelería clásica y tragos de autor.
OPERATION DAGGER: alquimia en la barra
Una pared forrada en botellas genéricas, una impresionante instalación de 6000 bombitas de luz y una barra rodeada de una decena de banquetas esbeltas. En un sótano diminuto de Singapur, funciona uno de los bares clandestinos más interesantes del mundo. Además de ser un enclave de diseño, es un espacio de experimentación: aunque la carta solo ofrece un puñado de cocktails, el trío de bartenders detrás de la barra no dudará en satisfacer tus curiosidades etílicas y desafiar tus preferencias. Allí, los spirits básicos se destilan nuevamente e infusionan con diferentes sabores, y es por eso que se almacenan en botellas sin etiqueta: “queremos que la gente piense afuera de la caja y no rechace un trago por la idea preconcebida que tiene sobre determinada bebida alcohólica”. Atención al “agua peligrosa” (un término prestado de la vida en las calles) y a los tragos embotellados que ofrecen de forma aleatoria semana a semana. Para ingresar, hay que encontrar una puerta con una pequeña corona dibujada al revés: en el simbolismo “hobo” (que vendría a ser una adaptación de “homeless vagabond”) significa “moléstanos y te daremos un motivo para alejarte”.
THE BLIND BARBER: el favorito de los hipsters
Tal vez gracias a su nombre, simpático por demás, esta peluquería neoyorquina tuvo particular éxito. Y al abrir una segunda sucursal en Los Ángeles, decidió también abrir una puerta a un mundo secreto de cócteles y gente fancy. Cuando cae la noche, una discreto pasadizo dentro del local da acceso a un verdadero antro: un sótano de piso de damero y alguna que otra mancha de humedad salpicada en las paredes. Una importante barra de madera oscura, taburetes altos que la rodean y dos apartados con sillones de terciopelo en donde hipsters y creativos publicitarios se relajan, se sacan fotos y conversan mientras degustan alguno de los cócteles de autor que ofrece la casa.
ESCOBAR: perlita latina en el hemisferio norte
A mediados de 2013, en King Street –una de las arterias comerciales más importantes de Toronto (Canadá), donde se agrupan tiendas, bares y restaurantes chic–, abrió sus puertas Valdez, un moderno local de comida latina que rápidamente se consagró como una de las apuestas culinarias más piolas de la zona. Hasta acá, nada demasiado especial. La novedad para los que estamos de este lado del continente es que en la trastienda del restaurante, más precisamente detrás de la heladera que oficia de puerta (sí, como leés), se esconde uno de los mejores bares del país del norte. Nombrado ¿en honor? al famoso narcotraficante colombiano, Escobar es un reducto de diseño, con paredes de ladrillo a la vista, afiches políticos y colores vibrantes en su decoración. La coctelería es protagonista de una forma inusual: si bien es su principal atractivo y la barra ostenta una buena colección de botellas, no hay menú. La consigna es acercarse al bartender, expresar tus preferencias del momento y esperar un cóctel improvisado a medida que recordará a los sabores de América Central o del Sur.
THE MAYOR OF SCAREDY CAT TOWN: reunión secreta con el alcalde
Para continuar con la temática “heladeras” –parece ser un disparador frecuente en la movida speakeasy–, al este de Londres, sobre la calle Liverpool, aparece The Breakfast Club, un conocido restaurante que tiene una no tan conocida sorpresa: atravesando la puerta de una vieja heladera de marca SMEG y descendiendo por una escalera, siguiendo un cartel de neón que apunta el camino hacia las “thrills” (“emociones”), se llega al sótano más cool de la ciudad inglesa. The Mayor of Scaredy Cat Town es un bar que, además de un nombre singular, tiene una apariencia derruida: techo bajo con cañerías a la vista, paredes de ladrillo con roturas, unas pocas mesas altas construidas con madera gastada y lámparas vintage. La carta de cocktails es sencilla, con tragos clásicos y algunos especiales de la casa, todos ellos ejecutados con estilo y con títulos que parodian los lugares más comunes de la “vanguardia” londinense. Tiene una completa oferta de cervezas y vinos, además de menú de sándwiches. Para entrar, basta con solicitar ver a “The Mayor” (el alcalde) al personal de The Breakfast Club.
THE UNION: nórdico con espíritu yanqui
Si tenés planes de viajar a Dinamarca, el primer consejo que te podemos dar es que visites, sin falta, Copenhague: allí está NOMA, el restaurante del chef René Redzepi, considerado el mejor del mundo en numerosas ocasiones por el ranking mundial de la revista británica Restaurant. Dicho esto, podemos pasar a darte una segunda sugerencia: a tu itinerario sumá The Union. Tocando el timbre dorado de la aburrida puerta negra en el número 21 de Store Strandstrade –y, quizás, luego de ganarte la simpatía del staff de recepción–, podés entrar a este bar que es la copia danesa más fiel de los locales clandestinos de la Ley Seca en Estados Unidos. Desde la decoración hasta la música, pasando por los bartenders vestidos a tono y los tragos clásicos: todo remite a los años 20. Si tenés suerte, tal vez puedas acceder al sector aún más exclusivo de The Union, subiendo unas escaleras y llegando a The Bureau: un espacio pequeño con servicio de mesa, menos bullicioso que el salón principal.
EVANS PEEL: elemental, mi querido Watson
Tanto en su fachada como en el despacho que recibe a los clientes en la entrada, este bar londinense replica una agencia de detectives privados típica de la década del 50. Pero no solo de mampostería se trata este juego: en vez de hablarte de tu reserva (la cual es imprescindible hacer), la recepcionista te consultará por tu “caso”. ¿Un consejo? Para evitar una vergonzosa seguidilla de preguntas sin repuestas, te conviene llegar con algo ingenioso en mente. Después de anotar fervientemente todos los detalles del caso, se accionará el viejo truco de la biblioteca giratoria, dándote acceso a un bar con paredes de ladrillo, muebles de época y una colección envidiable de artículos vintage que va desde la cristalería hasta las lámparas y las valijas que decoran el lugar. El detalle: un surtidor de cerveza disfrazado de antiguo radiador.
THE FRANKLIN MORTGAGE INVESTMENT CO: speakeasy de la primera hora
Mientras rigió la Ley Seca, este sótano de Filadelfia fue uno de los centros de operaciones clandestinas más importantes de los Estados Unidos. Allí mismo, 30 mil litros de alcohol ingresados al páis ilegalmente por Max “Boo Boo” Hoff, el hombre detrás del negocio, fueron meticulosamente envasados en botellas de perfume y despachados hacia diferentes speakeasies distribuidos a lo largo y ancho de la ciudad. En este histórico recinto, hoy funciona un prestigioso bar de cocktails que no pretende recrear el concepto original como si fuera una atracción de Disney, sino transportar a sus clientes al pasado glorioso de la coctelería. La premisa no es exactamente hacer tragos viejos, sino tragos buenos. La carta de bebidas incluye más de 30 ítems, que se dividen en tres categorías: Lectura Obligatoria, Espíritus Rebeldes y Le Pedí Agua y Me Trajo Gasolina.
BATHTUB GIN: coctelería premium disfrazada
Durante la época de la Prohibición, más de un intrépido decidió incursionar en el arte del contrabando, destilando alcohol de forma casera y obteniendo, como resultado, bebidas de dudosa calidad. A ese tipo de brebajes hace referencia el nombre de este bar de NYC, escondido detrás de una cafetería común y corriente. Una vez traspasada la puerta secreta ubicada entre la máquina de capuccinos y el baño, el ambiente cambia radicalmente: los colores pasteles se transforman en una sofisticada gama de marrones al mejor estilo Al Capone. Entre los sillones de cuero, yace una bañadera tamaño real que casi todas las noches oficia de escenario de selfies de algún pasado de copas.
EN BUENOS AIRES TAMBIÉN SE CONSIGUE
No hace falta mirar solo hacia afuera: en las calles porteñas también pasan desapercibidos los puntos de ingreso a los mejores bares de la ciudad. Con más de diez años de trayectoria, el pionero 878 continúa ofreciendo sus tragos perfectos y su emblemática hamburguesa de cordero detrás de la puerta de una antigua casona en Villa Crespo (Thames 878). Puerta Uno (Juramento 1667, Belgrano) y La Puerta Roja (Chacabuco 733, San Telmo) son otros dos que figuran en el mapa desde hace tiempo, convertidos ya en un secreto a voces. Más actual es Frank‘s (Arévalo 1445, Palermo), uno de los exponentes locales más pintorescos: para acceder es necesario conocer la contraseña –que se publica en Facebook semanalmente– y utilizar una antigua cabina de teléfono. Una vez adentro, se pueden probar grandes cócteles de la mano de Seba García, eximio bartender que también se ocupa de la barra en The Harrison Speakeasy (detrás del restaurante de sushi Nicky, en Malabia 1764, Palermo), el exclusivo bar clandestino que requiere de una tarjeta de membresía para ingresar y donde las bebidas se sirven en una elagante (y original) cristalería vintage. Por su parte, Florería Atlántico (Arroyo 872, Retiro), de Tato Giovannoni, se oculta en el subsuelo de una florería-disquería-vinería y combina su propuesta coctelera con opciones de comidas a la parrilla. La última incorporación al circuito es Victoria Brown (Costa Rica 4803, Palermo) que, inaugurado en 2014, se ubica en la trastienda de un café y es uno de los bares mejor diseñados del país: con una imponente estética industrial y una carta de cocktails dividida en diferentes coordenadas de sabor, estuvo nominado en la última edición de los premios internacionales Restaurant Bar Design Awards.
Fuente: Planetajoy.com
Jueves, 3 de Setiembre de 2015