El mozo reconoció a ese hombre de espaldas, dispuesto a tomar una caña al atardecer, gracias a la imagen que devolvía el espejo ubicado frente a su cerveza. Se acercó con respeto al cliente, aunque no estuviese en la esfera de las mesas que le tocaba atender: “¿Es usted Santiago Gamboa?” El escritor colombiano asintió con pudor y así se inició un diálogo.
Estos y cientos de encuentros ocurrían en el bar más antiguo de la ciudad, el emblemático templo de los intelectuales desde 1887, atendido por mozos conocedores de literatura, el Café Comercial, que amaneció ayer con sus puertas cerradas, ante la sorpresa de los vecinos de la Glorieta de Bilbao. “Cerrado por cese de negocio”, es el escueto cartel donde los dueños se despiden con un “¡Hasta siempre!”
El asesinato que conmocionó a España a fines del siglo XIX, el denominado crimen de la calle Fuencarral, ocurrió a pocos metros de este bar notable, al que acudía Benito Pérez Galdós. El autor escribió sobre las mesas de mármol crónicas y artículos sobre este hecho y su posterior juicio, y también algunos de sus célebres Episodios nacionales.
El poeta Antonio Machado tenía reservado un rincón, al que también habían ídolos miembros de la generación del 27, así como Jardiel Poncela y Ramón del Valle-Inclán. El premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, nombra en varias de sus páginas este reducto donde se dieron cita figuras destacadas de la bohemia y la política. David Trueba eligió el bar como escenario de su película Madrid, dejando en claro que para retratar la ciudad era necesario mostrar este café.
Testigo privilegiado de la cocina de ideas y movimientos intelectuales, en una era de no-lugares, Café Comercial se mantuvo fiel a su espíritu durante sus 128 años de vida.
Además del chocolate -con un generoso 62% de cacao- con churros y del “bocadillo y café pendiente”, un sistema que nació en 2012 con la crisis y mediante el cual, a voluntad, el cliente que así lo deseara, dejaba paga una consumición para un desconocido sin recursos, también hacía a su identidad las tertulias literarias. Rafael Cansinos Assens, quien se convirtió en el ídolo de carne y hueso de un joven Jorge Luis Borges, durante su estada en Madrid, frecuentaba este bar y exponía sus ideas vanguardistas, así como el ya extinto café Colonial.
Café Comercial, desde su página oficial se enorgullecía de tener entre sus clientes a autores de la talla de Antonio Muñoz Molina. Ayer, Arturo Pérez-Reverte escribió en su cuenta de Twitter: “No me salen las cuentas. Si el Café Comercial hubiera tenido tantos clientes como los que hoy lamentan su cierre, quizá seguiría abierto”. También la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, manifestó: “Me da muchísima pena el cierre del Café Comercial, es parte de la historia de Madrid. Ojalá puedan volverlo a abrir”. Los vecinos y clientes también expresaron con carteles que dejaron pegados sobre la fachada el pesar por el cierre.
Desde 1909, cuando sus dueños compraron este sitio a un sacerdote, Café Comercial pertenece a la familia Contreras. Fueron sus actuales propietarias, María Isabel Serratacó Contreras e Isabel Contreras, la cuarta generación frente al local, quienes tomaron la decisión de cerrar este rincón de Madrid, sin dar demasiadas explicaciones, aunque el motivo no sería económico puesto que no han solicitado subvención para conservar este museo de ideas donde rondan fantasmas de la historia y el arte español.