“No voy al boliche, pero el boliche viene a mi casa”

María Eugenia Segura (DNI 22.563.223) vive en la calle Juan B. Justo próxima a la esquina con Colón, en una planta alta. Desde hace aproximadamente un año y medio, se ha instalado en el piso de abajo un comercio llamado Infinite que fue habilitado como bar. “Funciona como bar en las últimas horas de la noche y las primeras de la madrugada. Después empieza lo que llaman el after, y se transforma en discoteca hasta que se hace de día. Atruenan con música a volumen excesivo -me vibra el piso de la casa toda la noche- y cuando termina el espectáculo, los dueños cierran y se van, y nos dejan a buena parte de su público, a veces muy alcoholizado, en nuestra vereda. Algunos se quedan dormidos hasta media mañana o más”.

Segura ha presentado notas, quejas, reclamos, y ha hecho denuncias en todos los organismos correspondientes: la municipalidad, su secretaría de Gobierno, Inspección General, la de Ruidos Molestos, en el juzgado de Faltas, en dependencias policiales, etcétera.

En la mayoría de los casos no recibió respuesta, en otros directamente no fue atendida, y en las escasas oportunidades en que esos organismos actuaron, no brindaron solución al problema. “Una sola vez lo clausuraron durante un mes, cuando todos los vecinos firmamos una nota de queja por los ruidos molestos, las peleas en la vereda, y los daños a varios edificios de la cuadra. Fue a fines del año pasado y después lo volvieron a abrir sin que haya cambiado nada.

En una oportunidad se agarraron a los tiros en la vereda y uno pegó en la vidriera de la armería que está enfrente.

El bar-discoteca en cuestión. En la planta alta vive la vecina perjudicada.

Incluso el daño llega habitualmente hasta el restaurante de Colón y Juan B. Justo, y le dejan la vereda hecha un enchastre todos los fines de semana. En otra ocasión les habían puesto fajas de clausura el sábado a la mañana temprano, pero a media mañana ya las habían sacado y a la noche abrieron de nuevo”.

La vecina cuenta que, para mayor ofensa, los dueños del bar le ofrecieron en más de una ocasión que aceptara dinero a cambio de no quejarse por las molestias ocasionadas. Como ella las rechazó, porque “lo que necesito es tranquilidad y no dinero”, y siguió denunciándolos por todos los medios, en un momento le mandaron una carta documento intimándola a que deje de hostigarlos y de perjudicar el negocio.

También recurrió a la inmobiliaria que alquiló el local para bar, para reclamarles que cancelen el contrato apelando a las conocidas cláusulas que obligan a usarlo para un fin determinado y no para otro muy distinto, o la que hace referencia a los perjuicios a terceros, pero tampoco recibió respuesta positiva. Entre los sobrados motivos que Segura tuvo para presentar esta denuncia pública a través de Norte, se destaca el hecho ocurrido este fin de semana.

“El lunes a la mañana yo estaba por salir para mi trabajo y mi hija estaba baldeando la casa. Como a través del balcón cayó un poco de agua sobre algunas motos estacionadas sobre la vereda, las personas que estaban abajo respondieron arrojando piedrazos contra mis ventanas. En el mismo momento de la agresión yo estaba llamando a la Policía, por las violentas amenazas que nos hacían, y cuando vinieron los piedrazos empecé reclamar desesperadamente que vinieran. Sin embargo, rompieron todos los vidrios y se retiraron tranquilamente.

Después llegó la Policía”. Segura recalca que como si fuera poca la pesadilla de soportar la música del after prácticamente dentro de su casa todos los fines de semana y feriados largos, la vereda secuestrada y ocupada por gente alcoholizada cada vez que sale de su casa para ir a trabajar, este último hecho la llena de temor e impotencia, porque siente que los extraños convocados por el Infinite Bar pueden hacer contra ella y su hija lo que quieran, sin que nadie actúe eficazmente al respecto.

En sus numerosas visitas a la municipalidad, sin hallar solución a su problema, algunos conocedores del paño sugirieron a la vecina que sus pretensiones no serían tenidas en cuenta, porque los dueños del bar tendrían algún cercano parentesco con un comisionado municipal que los protegería. Segura no llegó a confirmarlo, aunque mediante una investigación personal comprobó que dos de los titulares del Infinite Bar tienen el mismo apellido que un funcionario del área de inspecciones.

La injusticia va siempre de la mano con la impunidad, dice el refrán. Pero con toda seguridad, los organismos y autoridades municipales a los que incumbe este asunto pondrán manos a la obra para evitar que la realidad resistenciana se parezca tanto a los dichos antiguos.

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