Tras el momento teatral de El Bar del Teatro para Todos, Paola Fernández se impone con temas de su cosecha y boleros “cortavenas”.
¿ Qué te pedí? y Hola, soledad figuran entre los clásicos obligados en las descargas de esta colombiana, nacida en Cali, que se aplatanó en Miami desde el 2000.
Fernández ocupa el exiguo espacio de El Bar…. cuando apenas se acallan los aplausos de la comedia QQQ (Quisiera quererte, querido). Pero su imponente presencia y su interpretación a todo pecho bastan para bajar de la nube al público que minutos antes se enganchó con la obra.
“Si uso tacones es solo porque me gusta. No creo que sea suficiente para atrapar la atención del público”, dice Fernández entre risas, tras revelar que decide el repertorio de acuerdo con el tipo de pieza que acaba de representarse.
“Si la obra es de las que dejan pensando al público, cuesta ponerlos a rumbear enseguida. Pero si se trata de un montaje ligero como Las mujeres son de Venus y los hombres son de madre, todo sale más fácil”, explica la cantante, que echa mano a los éxitos de Marc Anthony cuando predomina la juventud.
Para sus seguidores, la cantautora reserva Colcha de retazos, el primer tema de su álbum más reciente, que mezcla cumbias y vallenatos con sonoridades pop.
“El disco tiene la alegría de las bandas de pueblo. Cuando la gente lo escucha se transporta a aquellas ferias inolvidables de su terruño”, describe Fernández, que movida por la nostalgia, empezó a escribir vallenatos al estilo de Amor bruto, en cuya letra fue “muy directa sin renunciar a la poesía”.
“No es lo mismo cantar temas conocidos que los de uno”, señala la intérprete. “Cuando canto mi música me pongo muy nerviosa, porque estoy mostrando una parte de mí. Y si al final el público reacciona como espero, siento que el triunfo es doble”.
Fernández también se presenta en Bolivar Restaurant and Lounge, un sitio de Miami Beach adonde suele acudir un público desconocedor de la música hispana, “atraído por el menú”.
“Allí me proyecto de manera diferente. Canto a media voz y camino entre las mesas hasta comprobar que me están atendiendo”, comenta la cantante. “Entones saco el tambor batá y todos terminan bailando”.
Fernández reconoce que su dominio de la escena no solo responde al oficio adquirido en tantos años de trayectoria. Su formación musical en el Instituto Popular de Cultura de Cali (IPC) y los talleres de actuación del legendario Teatro La Candelaria, bajo la tulela de Santiago García, le dieron armas suficientes para sentirse segura.
“Al principio era muy tímida. Pero después de cantar en los sitios menos imaginables de Colombia y abrirles shows a El Puma, Camilo Sesto, Leo Dan y muchas figuras que pasaban por allá, pude soltarme”, reconoció la cantante, que gracias a las clases de teatro perdió “el miedo a hacer el ridículo y ser juzgada”.
“En mi camino siempre he encontrado gente buena que me ha enseñado poco a poco; como aquella maestra de canto que insistía en la importancia de conocerse a sí mismo y trabajar en nuestros puntos débiles”, dice la intérprete, que logró sobreponerse a su condición de asmática mediante un libro de técnicas de respiración.
Pero desde mucho antes de formalizar su aprendizaje, la artista conoció los secretos del mundillo teatral en el entorno familiar. Su padre, Domingo Fernández, tocaba el violín, fue cantante de ópera y pintor. Sus hermanos Liber, Aida y Helios fundaron el Teatro Experimental de Cali. Por su parte, Leandro, director de El Bar…, desde muy joven despuntó como humorista, escritor y director de escena.
“Para mí fue imposible escapar del arte. Como crecí corriendo entre teatros y escenarios, el arte era una manera de seguir en casa con mi familia”, evoca Fernández, que decidió probar suerte en Miami sin apenas conocer la ciudad.
La cantante recordó que los primeros días se ganaba la vida de mesera mientras ofrecía su trabajo a todos los sitios donde se hacía música en vivo, valiéndose del directorio telefónico, hasta que el dueño del desaparecido restaurante Claudio’s, de Coral Gables, le dio la oportunidad de hacer los happy hours, con su hermano Leandro, de conguero.
“De ahí pasamos a un café de Hialeah y a muchos lugares más, al extremo de que había noches en que hacía tres funciones”, rememora Fernández, que en los últimos años ha participado en los Latin Grammy Street Parties de Miami y Los Angeles, el Teletón de la Liga contra el Cáncer y el Festival Calle Ocho de Telemundo, entre otros eventos.
Tras grabar un álbum de rancheras en Colombia, Mala vida, la cantautora cayó flechada por los boleros cuando interpretó los puentes musicales de la obra Mujeres de par en par (2012), dirigida por su hermano en El Bar…, que recientemente llevaron a Cali y al Festival de Teatro Alternativo de Bogotá. De ese trabajo nació Boleros en blanco y negro (2013), su segundo disco, en el que canta acompañada por los pianistas Antulio Mora, Jorge Sosa y Agustín Espina.
“Aunque en Miami se puede vivir de la música, algunos colegas creen que al llegar aquí se convertirán en famosos de la noche a la manana, lo cual no es cierto”, afirma Fernández, madre de Luciano, de tres años, fruto de su relación con “un hombre que no es artista, pero es más melómano que yo”.
“La gente piensa que al llegar a esta ciudad tendrá un millón de oportunidades, sin tener en cuenta que hay que ser muy tenaz y estar dispuesto a correr riesgos”, agrega. “Este negocio está lleno de altas y bajas. No basta el talento”.
Descargas de Paola Fernández, viernes y sábados, 8 p.m., en Bolivar Restaurant and Lounge, 661 Washington Ave., Miami Beach (305) 305-0801. Y a partir de la medianoche en El Bar del Teatro para Todos, 3119 Coral Way. (786) 326 6555/ www.teatroparatodos.net.