A principios y mitad de siglo XX el barrio de Boedo desbordaba cultura. Repleto de cines y confiterías en las que se juntaban escritores y hombres de las artes, este barrio fue durante años el centro de la bohemia porteña. Desde Roberto Arlt, Lubrano Zas, Gustavo Riccio hasta Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque, Homero Manzi y Osvaldo Pugliese recorrieron sus calles y se inspiraron en sus cafés. Hoy, muchas esquinas de Boedo se transformaron y perdieron parte de su legado histórico, pero otras buscan mantener vigente la cultura que, a través de los años, supieron heredar.
En avenida Boedo 845 el Café Margot es un clásico. Abrió en la década del ’40 y en un principio se llamó Trianón. Los vecinos aseguran que allí se inventó el primer sándwich de pavita del país y todos recuerdan a sus históricos creadores: “doña María y don Juan”. “En esos años era común que la gente saliera del cine, fuera a tomar una cerveza y a comer un sándwich”, explica Alicia Rodríguez, secretaria de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo. El edificio fue restaurado y conservado con el mismo estilo que tenía cuando abrió sus puertas: ladrillo a la vista, viejas mesas y sillas de la época. Y además de sus famosas picadas, se pueden encontrar allí viejas fotos del barrio y revistas zonales, todo con el toque de Boedo. “Es muy lindo trabajar acá. Es un gran bodegón. Dicen que Borges y Perón solían comer por esta zona en la década del ’40, pero yo no te puedo decir. Hoy vienen muchos artistas, como cuando vino Francis Ford Coppola. Llegó sólo para comer nuestra famosa picada. ¡Y le gustó!”, relata Manuel Rojas Tránsito, mozo del lugar desde hace más de 10 años.
Enfrente, cruzando la avenida, se encuentra una de las sucursales del Banco Cuidad. Hace décadas allí existió uno de los lugares predilectos por los vecinos en la década del ’30: el “Café Biarritz”. En esos años, el dramaturgo y compositor José González Castillo fundó en los pisos de arriba la Peña Pacha Camac, donde los vecinos concurrían para tomar clases de teatro, música, literatura, dibujo, pintura y escultura. “Se hacía para la gente del barrio, para quienes no podían pagar. Además, se les entregaba todo. Se mantenía con una pequeña cuota o se hacían funciones de teatro”, recuerda una vecina de la cuadra, mientras señala el lugar. Hoy, en la sucursal del Ciudad se encuentra el “Museo Monte de Piedad”, donde, entre otras cosas, se pueden ver algunas de las viejas instalaciones y muebles del café y la peña.
Según registros de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo, en 1927 en San Juan y Boedo abrió uno de los bares más importantes de la zona, llamado por ese entonces “Del Aeroplano”, tiempo después “Nipón” y más tarde “Canadian”. Fue el centro de reunión de muchos artistas, entre los que se destacó el poeta Homero Manzi, gran amigo del escritor Cátulo Castillo, quien vivía a media cuadra. “Era un lugar chico donde la gente que salía de los cines se juntaba a tomar café y charlar”, explica Julio Giaconne, uno de los encargados de la actual “Esquina Homero Manzi”. Aunque no existe evidencia concreta, en el barrio se dice que fue en una de esas mesas que Manzi se inspiró para escribir la letra de su tango “Sur”. “San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo”, decía. Por aquellos años no existía la autopista y las casas eran bajas. Por eso, el cielo desde allí se podía ver en toda su inmensidad.
En Boedo 873, donde hoy se encuentra “La Pulpería de Boedo”, existió en los años 20 el café “El Japonés”, un lugar mítico por reunir a intelectuales y escritores de la editorial Claridad, más conocidos como el Grupo de Boedo. Álvaro Yunque, Nicolás Olivari, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Nicolás Riccio, Roberto Arlt, Enrique González Tuñón y Agustín Riganelli fueron algunos de ellos. “La editorial más tarde se mudó a la calle San José y ellos dejaron de venir a Boedo. En realidad, ninguno era de acá pero ellos sentían que pertenecían a este barrio por la forma en que escribían sobre él. Se dedicaban a contar la realidad de la época”, explica Alicia Rodríguez.