El bosque de Tacho Valle señalado con la flecha contiguo al Palacio del DC cuando se adoquinaba la Cervantes.
De una plática con Milton Mateo Colindres surgen hoy las remembranzas sobre los centros de distracciòn que operaban como bares, cantinas, centros nocturnos y restaurantes en la vieja capital hondureña hace unos sesenta y cinco años y que para algunos de nuestros lectores. Solo eso son, recuerdos.
Famosas eran las cantinas “El Bosque” de Tacho Valle ubicada al costado oriental del Palacio Municipal (foto1) en la planta baja donde funcionaron el Instittuo Martìnez Fuentes y posteriormente el Instituto San Francisco, hoy edificio Fiallos Soto, el “New Bar” frente a la Tipografía Nacional , “Mi Casa” de Juan Pino en el Barrio Abajo, “La India” en Los Corredores frente a la plaza central, “Las Camelias” (foto 2) esquina opuesta a otra que se conocía como “El Zanzibar” a inmediaciones del parque Herrera, “La Mucura” en el Guanacaste y en la vecina Comayaguela “El Élite” en las cercanías del parque La Libertad.
Los bares, que se diferenciaban de las primeras porque en ellos no se expendìan bebidas fuertes como los “calambres”, “pericones” “coroneles” y otros compuestos de licores fuertes y donde los clientes disfrutaban de las cervecitas bien heladas a L. 0.50 y los refrescantes cubalibres, como el “Viena” en la calle la Fuente, el Internacional frente a la Aplanchaduría Akron, , el bar del Duncan Mayan en los bajos del Hotel Las Américas, “La Magnolia” (foto 3) frente al parque La Libertad en Comayagüela, donde además vendían como especialidad los jugos de piña con uvas y las copas de “curiles” frescos. “El Oasis” en el callejòn de Los Dolores. “El Panamericano” de Newton donde se servían cocteles de frescos curiles. En La Hoya, al final de la calle que desemboca al malecón del río Chiquito, un ciudadano de color instaló el “Bar Mr. Williams” atendido personalmente por su propietario y donde se servían desde el guarito copeado, compuestos y toda clase de bebidas acompañadas de deliciosas boquitas.
Algunos bares se encontraban con negocios adicionales como las salas para jugar billar siendo los màs frecuentados “Petete” frente al Palace y cuya especialidad eran las jugosas enchiladas, billares “Valboni” en el callejón de la Catedral, billares “Tula” en el Barrio Abajo y los de “Tabarán” en Los Corredores, funcionando en el mismo lugar un expendio de aguardiente mientras en Comayaguela, el más famoso era “El Tecolote” muy próximo al Cine Hispano.
Allá por los años cincuenta surgieron centros populares donde los capitalinos podían acudir a las fiestas bailables como el “Zombie Club” en la calle del Comercio contiguo a La Mascota, “El Sótano” en los bajos del Hotel Marichal (foto 4), “El Faro” en el Barrio Abajo, el “Rainbown Room” en los bajos del Hotel Lincoln, el Bar del Hotel Prado y uno de los más concurridos el “Duncan Mayan”, donde los domingos desde el mediodía se servían los almuerzos bailables con la Marimba “Tegucigalpa” (foto 5) en los recordados “Romances del High Ball”, transmitidos por la HRN.
La ciudad contaba además con restaurantes donde se servían especialidades de la cocina nacional e internacional. En el Hotel Mac Arthur de don Francisco y Mangui López frente al Palace (foto 6), se saboreaban los deliciosos platos “Taca” que consistía en un suculento almuerzo o cena con macarrones semisecos, con frijoles fritos, una racion de carne de res, mantequilla de costal, queso seco, una ala de pollo, agucate en la temporada y ensalada de repollo, lechuga, tomate y pepinillos. El costo de este suculento plato era de L. 4.00 por persona.
“El Papagayo” fue otro de los restaurantes famosos y estaba ubicado en el Barrio Abajo una cuadra al poniente del Colegio María Auxiliadora con especialidades en carnes y los mejores quesos acompañados de los más exquisitos vinos importados. La cocina italiana hizo su aparición en el restaurante de don Dino Rietti. Después con el “Roma” donde su propietario, Salvatore, servía variedades de espaguetis y las deliciosas pastas como raviolis, lasagñas y saltimbocas a la romana. Las comidas chinas comenzaron cuando se instalaron resturantes de esa cocina oriental como “El China Palace” y “El Cantón” y la cafetería Lux propiedad de Camilo Pon en Comayagüela, haciéndose famosos en la capital, el chop suey y el chow min, las patitas de cerdo en salsa soya y otros platillos.
“La Pagoda de Oro”, ubicada en la esquina frente al edificio del telegrafo, fue otro restaurante de comida china que se hizo popular en los años cincuenta y por ese entonces también era muy concurrido en el centro de la ciudad en el callejón tras la Catedral, “El Tacuba” próximo a la esquina de Chinda Díaz, donde se servían en canastitas deliciosos tacos mexicanos.
El “Bell Air” de Rita Boldijar fue otro de los grandes y concurridos restaurantes de aquella época y se distinguía por los sabrosos platillos y por la fina atención de su propietaria que pesonalmente atendía a sus clientes recomendando el plato del día que ella preparaba con todo esmero.
“La Parrila”, ubicado en la avenida La Paz en un terreno elevado donde después funcionaron los Cines Alpha y Omega, era un restaurante típico donde se servían los más diversos platos de carne y de la cocina hondureña.
En l940, don Joaquin Blanco, ciudadano español, abrió las puertas del “Chico Club” (foto 7) uno de los más aristocráticos restaurantes de Tegucigalpa, donde la especialidad era la paella a la valenciana, pero su amplio menú contemplaba otros deliciosos platillos que le dieron renombre al centro donde se daba cita lo más granado de la sociedad capitalina y que también sirvió de marco a elegantes fiestas bailables. Este renombrado centro desapareció a principios de la década de los ochenta.
Muy próximo a la residencia del Gral. Carías, sobre la avenida Cervantes, un experto en cocina francesa instaló un elegante restaurante conocido como el “Cyrus” donde se degustaban los más finos vinos, el clásico martini y se preparaban los platos de sabrosas carnes con ensaladas bañadas de los más exquisitos aderezos.
La juventud de finales de los años cuarenta, toda la decada de los cincuenta y una buena parte de los años sesenta, acudíamos a lugares donde los refrescos, los pancitos con mantequilla, los sandwiches, los helados, constituían las delicias de la muchachada en un ambiente sano y alegre que se animaba con la música del momento colocada en las “rockolas”.
“El Jardín de Italia” frente al edificio Cantero, el “Salón Verde” contiguo a la Sastrería El Perfecto Caballero de Joaquín Gonzáles en el propio centro de la ciudad, “El Café de París” en la esquina de los corredores frente al parque central (foto 8) y el “Salón El Patio” que estaba en la avenida Colón o calle del viacrucis en una esquina frente a la Casa Blanca de Teodoro Dacaret, eran los sitios donde los jóvenes, hombres y mujeres, se daban cita para charlar o para pactar los noviazgos de la época al compás de la música y en la compañìa de las Coca Colas, refrescos Kist o juegos naturales.
En estos centros de diversión juvenil surgieron los recordados “buclosos” denominación que se les daba a los muchachos estudiantes que lucían las hermosas melenas endurecidas por las brillantinas con el toque levantado de su cabello, mientras las muchachas lucían su moda de faldas de crinolina con llamativos estampados de vivos colores, blusas almidonadas y largas cabelleras que remataban con peineteas de carey o binchas de diferentes tonalidades, posteriormente las minifaldas que entusiasmaban al admirar las torneadas piernas de quienes por regalo de la naturaleza, tenían porque usarlas.
En el recuerdo están también, “Tacos” que comenzó a funcionar cuando todavía era una calle polvorienta la vía que conduce de La Granja al aeropuerto, ubicado en una casa que se encontraba frente a donde hoy opera la sucursal del Banco de Occidente en el mencionado barrio. El Pingüino el primer driving en la capital, fue otro de los sitios que surgió cuando el pavimento era ilusión en la calle a Toncontìn y se mantuvo como novedad hasta que surgió años después el Riviera.
Por los años sesenta tomaron auge, El Infierno, pista de baile y bar que se encontraba en la cima de la loma del extremo sur de la pista de aterrizaje de Tegucigalpa y donde regularmente se presentaban “shows” con artistas internacionales, el lugar lo manejaba Rigoberto “Matungo” López. En ese tiempo surgió el “night club” OO7 frente al Clámer propiedad de Jaime Lacayo y en el centro de la ciudad, frente al Hotel Prado “El Llamarada”.
Aquella Tegucigalpa de las alegrías, es parte de lo que el viento del tiempo se llevó y que hoy constituyen recuerdos, solo recuerdos inolvidables sitios y momentos para quienes lo vivieron…mejor dicho, para quienes los vivimos.
El Café de París en la esquina poniente de Los Corredores.
Desde 1942 hasta 1983 aquí funcionó el prestigiado restaurante “El Chico Club”
Hasta la próxima semana.
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