Villanueva (Santo Adriano), Sara ARIAS
Mientras casi todos los bares tienda de Asturias cuelgan el cartel de cerrado, Arancha Suárez decidió implantar uno de estos negocios en Villanueva, Santo Adriano. Lleva desde julio del año pasado al pie del cañón de “El cielo de Zacarías”, un lugar donde quiere que la clientela se sienta en casa charlando bajo la panera mientras saborean un café y se marchen con una sonrisa. No es difícil porque Suárez derrocha alegría, cariño y sobre todo, pasión por lo que hace. “Sufro si no puedo decirles adiós y darles las gracias a la gente que viene hasta mi casa”, comenta. Además de tomar algo, en el bar tienda se puede hacer una compra que se salga de lo común.
Y es que ya corren otros tiempos, muy distintos a los años en los que en el bar tienda del pueblo se compraba hasta el hilo de coser. Suárez decidió apostar por productos diferentes que no se encuentran en el supermercado, para que lo que vende tenga un valor añadido. Así, se puede encontrar desde chocolate belga a galletas escocesas o paté francés. Pero también productos locales como los embutidos de Quirós, la miel de Aller, las galletas de una pastelería de Teverga y una variedad de quesos asturianos.
De momento está empezando, pero “esto es una carrera de fondo en la que iremos avanzando, sobre todo en traer nuevos productos”, señala. Pero también progresa en los pequeños detalles y cada rincón del establecimiento tiene un toque de la dueña, que disfruta con las manualidades de manera autodidacta. También la decoración refleja sus gustos: “Tiene algo de antiguo y tradicional y algo de moderno, de decoración nórdica, que es una mezcla que a mí me gusta”, afirma.
El balance desde que abrió sus puertas en el pasado verano es muy positivo. “La gente del pueblo fue esencial y son los que hicieron que esto tome forma, porque todos los días están aquí”, detalla Suárez. Pero, sin lugar a dudas, la época de más ajetreo fue la estival, con jornadas laborales de hasta diecisiete horas. Pero nada le hace flaquear a esta emprendedora que, pese al cansancio, todos los días baja por el puente, a abrir el local, con una sonrisa. “El verano fue muy fuerte y me fijé que en el mes de julio es cuando más extranjeros vienen, y también mucha gente de Andalucía y Murcia buscando el fresquito”, recuerda.
La idea final del negocio es poder ampliarlo y montar un pequeño museo con elementos tradicionales para “dar un aspecto y un contenido diferentes a lo habitual, irán surgiendo poco a poco”, puntualiza. El proyecto empresarial de Suárez contó con una de las subvenciones Leader de la Unión Europea, gestionada a través del grupo de desarrollo Camín Real de la Mesa. Con una inversión de 100.000 euros, recibió como ayuda, aproximadamente, un 23,5 por ciento del montante total.
En ese sentido, Suárez destaca la labor de los técnicos y la gerencia del grupo. “Son cercanos, colaboradores y muy accesibles a todos los niveles y eso facilita el desarrollo de las iniciativas”. Sin embargo, observó que la burocracia fue muy pesada: “Hubo que presentar muchos papeles y varias veces, fue un proceso muy largo”.
No obstante, Suárez cree que la presencia de los grupos de desarrollo es fundamental para la viabilidad de las inversiones de la comarca porque, de lo contrario, muchas personas no podrían afrontar la inversión. Y anima a los promotores como ella a apostar por un futuro en el medio rural. Suárez cree que para el próximo período de ayudas estaría bien arriesgar en proyectos que caminen en la dirección de la innovación y que signifiquen un aprovechamiento de los recursos de los concejos del Camín Real de la Mesa.