Carlos Garrido
Las tablets constituyen un elemento nuevo en nuestra vida cotidiana. No todo el mundo está adscrito a su uso. Pero cada vez te encuentras con más gente que utiliza este híbrido entre el móvil y el ordenador. Una especie de libreta mágica que se puede llevar por todos lados.
Uno de los sitios en los que más se aprecia esa nueva moda son los bares y cafeterías. Sobre todo aquellos locales modernos, que tienen un público más interrelacionado con las nuevas tecnologías.
Es frecuente la imagen de una persona en su mesa. Saboreando un café, mientras examina fijamente su tablet. A veces dispuesta sobre una especie de tarimita de plástico. Como si fuera una pequeña bola de cristal de esas que adivinan el futuro.
Estos gadgets parecen ejercer todavía una mayor fascinación que los teléfonos móviles. Los celulares, de menor tamaño, se colocan en la palma y se accionan, pero siempre con un cierto esfuerzo de concentración. El usuario parece algo tenso, pendiente de lo que ocurre en la pantallita.
En cambio, de las ´tablets´ se diría que ofrecen una experiencia más relajada. Aquellos que las utilizan se abstraen fácilmente. Dejan pasar el tiempo con indolencia. Pasando de vez en cuando el dedo por su pantalla, como los niños deslizan la mano por la superficie quieta de un estanque.
El tablet bar es por lo tanto un establecimiento silencioso, concentrado. Sumido en una especie de meditación tecnológica. En el que las personas ya no se relacionan tanto entre ellas como a través de la pantalla.
El próximo paso tal vez sea que, una vez sentado, te aparezca por la pantalla el menú para pedir consumición. Y lo hagas directamente on line, sin esperar ni siquiera al camarero.