Tragos de película: ver para probar

Nota de Cielos Argentinos

“Vodka Martini: Shaken, never stirred (agitado, no revuelto)”: sin dudas debe ser uno de los tragos más famosos de las películas hollywoodenses; lo inmortalizó Sean Connery como el primer James Bond de la historia del cine. Luego los actores Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig hicieron diferentes secuelas –algunos con cambios más sutiles que otros–, pero hubo algo que jamás varió en la historia del Agente 007: su trago… y la forma de pedirlo. Aunque lo neguemos, más de uno llegó a la barra y pidió un Vodka Martini o “Vodkatini” de forma muy seria y esperando que el barman nos pregunte entre sonrisas: “¿Agitado, no revuelto?”. Ante esa mágica respuesta, nuestra imaginación volará sin límites y con el trago en mano soñaremos con llevarnos a la chica más linda del bar después de rescatarla del villano. Con ese sueño en mente, recorrimos la noche palermitana por nuestro Vodkatini al mejor estilo James Bond. En plena calle Honduras, Roinnt Old Ale House fue el lugar elegido: una barra completa, un primer piso pensado para ir de a dos y una terraza ideal para festejar con amigos. Pedí a Emiliano, el barman, mi trago: obviamente muy serio y sin dejar deslizar ni una mueca.

El Vodkatini es un trago que no a cualquiera le gusta. Lleva mucho vodka y se completa con vermú seco (Martini), la aceituna en el trago le agregará el glamour que supo darle en los años ‘50, cuando fue un verdadero boom en los bares estadounidenses. Ya con el cocktail en mano, subí las escaleras para dirigirme a la terraza, donde un grupo de amigas festejaba un cumpleaños. Apoyé, junto con el codo, mi copa en la barra. Al terminar la bebida ocurrió lo que obviamente debía: no hubo doncella a quien rescatar.

Cambiemos la cinta. Vayamos ahora al Casino Royale, a la Cuba del dictador Fulgencio Batista. En una plaza de La Habana, Michael Corleone y su hermano Fredo conversan sobre las intenciones de Hyman Roth de asesinarlo. Al llegar el mozo, Fredo pregunta a Michael cómo se dice “Banana Daiquiri en español”, a lo que le responde muy serio: “Banana Daiquiri”. La escena pertenece a “El Padrino II”, el mítico film de Francis Ford Coppola que marcó el inicio de Al Pacino como uno de los grandes actores del cine.

Pero volvamos a la Buenos Aires de este tiempo. En plena calle Serrano –antes de que cambie de nombre a Jorge Luis Borges y antes, también, de llegar a la Plazoleta Cortázar (más conocida como Plaza Serrano)–, una nueva propuesta gastronómica abrió sus puertas a finales de 2013: El Benny, Restaurante Bar Cubano. El lugar es un pequeño rincón donde una gran barra da la bienvenida. En las paredes abundan cuadros del “Che” Guevara y el ambiente está musicalizado con rumbas caribeñas que generan un inevitable movimiento de hombros. En el centro de esta casona palermitana convertida en bar, un patio fumador invita a catar un habano y mi Daiquiri de Banana, que Pablo (el bartender) preparó especialmente para mí, porque no está incluido en la carta. Es un trago muy fresco, ideal para las tardes de verano porteño. ¿Cómo prepararlo? Banana, ron, hielo, azúcar, y a la licuadora.

Dejemos la pantalla grande por un rato y fanaticémonos una vez más con las series norteamericanas –que cosechan cada vez más adeptos gracias a sus grandes guiones y producciones de alta envergadura–. Uno de los casos más notables de tragos que volvieron a las barras porteñas y del resto del mundo es el Cosmopolitan que Carrie Bradshaw, el personaje de Sarah Jessica Parker, bebe con sus amigas en “Sex and the City”. Pero no hablaremos de este trago, ¿por qué? Porque a quien escribe no le gusta. Pero sí nos detendremos en otra serie que hizo furor en nuestro país y en Estados Unidos: “Mad Men”. En ella, ambientada en los inquietos ’60 norteamericanos y en el mundo publicitario, Don Draper pide constantemente un Old Fashioned, y hasta en más de un capítulo llega a preparáselo él mismo. Pero no es la primera vez que este cocktail aparece en Hollywood: En “It’s a Mad, Mad, Mad, Mad World”, de Stanley Kramer, el actor Jim Backus se toma tres Old Fashioned mientras conduce su avión. Al prepararse el cuarto, Buddy Hackett le pregunta: “¿Y si pasa algo?”. Backus lo mira y le responde: “¿Qué puede pasarle a un Old Fashioned?”.

La traducción del nombre de este típico trago de Kentucky es “Pasado de moda”, algo que no pareciera suceder. Lo mismo que ocurre con nuestro lugar de elección para beberlo: Clásica y Moderna. Con 75 años de historia, este bar-librería es un ícono porteño. Jorge, el barman y camarero, coloca azúcar impalpable en un vaso de whisky, agrega las gotas de Bitter angostura y con una cuchara larga dibuja todo el contorno del vidrio: dos hielos y el famoso Tennesse Jack Daniel’s. Me alcanza el trago y una cazuela de maní. A mi lado, Mateo –mi hijo de diez años– toma su jugo de naranja y come un tostado de jamón y queso: ambos sentados en la barra. Clásica y Moderna es uno de lugares más emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires, y el motivo por el cual jamás “pasa de moda” es que se transmite de generación en generación. “Parece que la puerta no dejara pasar el tiempo”, me dice Mateo mirando por la ventana. Y tiene razón: si uno observa con cuidado, aún se puede ver “la Luna rodando por Callao”, tal como describe Horacio Ferrer en su “Balada para un loco”.

Llegamos al final de nuestro recorrido fílmico, pero para despedirnos como se debe, nos sentaremos en una mesa en “Casablanca” junto a Rick Blaine, Ilsa Lund, Victor Laszlo y el capitán Louis Renault. En la película de Michael Curtiz, Rick (Humphrey Bogart) toma una copa por primera vez con un cliente, aunque ahí entenderemos que no es cualquier cliente. “Los alemanes iban de gris. Tú ibas de azul”, dice a Ilsa (Ingrid Bergman) mientras comparte un trago. ¿Cuál es ese trago? Pocos lo saben, pero lo que se bebe en una de las mejores películas de la historia del cine es un Champagne Cocktail. Una mezcla simple de Champagne, angostura bitters y terrón de azúcar. Dejamos de lado a la bella Ingrid y al seductor Humphrey para probar dicho trago en una barra a la que sólo llegan aquellos que saben apreciar el lujo de la coctelería: Doppelgänger, más conocido como “el Doppel”. Este bar de San Telmo se especializa en tragos y Luis, su barman, es realmente un artista en la materia. “El Doppel” está ubicado en la esquina de Juan de Garay y Bolívar, y su especialidad son los clásicos –hasta se declaran fanáticos de ellos–. Su barra está colmada de todas las bebidas, pero no como decoración, sino que son realmente las herramientas de trabajo de la casa. Y, tal vez, “será el comienzo de una larga amistad”.

 

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